Picotazos de historia
El misterio de los cráneos de cristal o calaveras del destino: una tomadura de pelo a la arqueología
Boban tuvo que abandonar México tras un escándalo provocado por el intento de venta de una calavera de cristal, que se descubrió que se trataba de una falsificación, al Museo Nacional de Antropología del país
Eugene Boban 8 1834 – 1908) es una figura bastante misteriosa y de la que se desconoce la mayor parte de la mitad primera de su vida, hasta la década de 1860. En ese tiempo en el que México estuvo bajo control francés (1863 – 1867) lo encontramos actuando como anticuario al servicio del gobierno de Francia.
Es este mismo gobierno el que le encarga que reúna piezas arqueológicas para formar una colección representativa de las culturas precolombinas en Mesoamérica. En 1870 Boban se instaló en París pero continuaría viajando a México, principal fuente de las piezas de arqueología –que se había convertido en su principal actividad comercial– hasta 1886 que tuvo que abandonar el país americano tras un escándalo provocado por el intento de venta de una calavera de cristal, que se descubrió que se trataba de una falsificación, al Museo Nacional de Antropología de México.
Esta es la primera mención a estas calaveras que, con el tiempo se harán muy famosas. En especial a partir de la década de los sesenta del siglo pasado con el desarrollo de los medios de comunicación y el surgimiento de la denominada «New Age».
Las tres calaveras de Boban
Como les he mencionado antes Boban no fue un arqueólogo o un investigador o un explorador, fue un coleccionista que reunía piezas por medios de los indígenas o de los autóctonos. Hacia 1880 controlaba el mercado de antigüedades precolombinas en Francia. En 1875 vendió unas dos mil piezas al explorador Alphonse Pinart, quien las donaría al museo antropológico de Trocadero de París.
Pero volvamos a la calavera ya que entre las piezas vendidas al explorador había tres. Estos cráneos, por lo general, están tallados en cristal de roca o cuarzo transparente y Boban –el principal promotor y vendedor de estos cráneos pero no el único– fue quien los localiza en la mayor parte de los casos.
El cráneo de París (museo del Quai Branly) es el más grande de los tres que Boban vendió a Pinart. El cráneo del Museo británico fue vendido por Boban en Estados Unidos, subastado posteriormente fue adquirido por Tiffany´s & Co que la revendería al Museo Británico. Otra calavera famosa es la llamada «calavera del Lubaantún» y según afirmó Anna, la hija adoptiva del explorador Mitchell-Hedges, la encontró ella bajo un altar derrumbado, durante una excavación en Lubaantún (actual Belize) en que acompañó a su padre en 1924.
Este cráneo es el más conocido de todos pero la primera documentación que tenemos de el viene de la mano del anticuario Sydney Burney quien lo subastó en Sotheby´s en octubre de 1943. Se ha encontrado una carta de Mitchell-Hedges a su hermano donde cuenta que había adquirido el cráneo en subasta por cuatrocientas libras.
Estos cráneos se hicieron muy famosos durante los años setenta al atribuirles todo tipo de poderes mágicos y/o procedencia extraterrestre. Erik von Daniken, quien se forró con sus libros Recuerdos del futuro y Regreso a las estrellas, les atribuía una antigüedad de entre cuatro y ocho mil años. En la década de los noventa se realizó un documental sobre la calavera de Lubaatún en la que vemos que se ha convertido en una fuente de ingresos para la hija del Mitchell-Hedges. Una investigación en profundidad realizado por el Instituto Smithsoniano de Estados Unidos en 2008 destapó todo el fraude.
Tras concienzudos análisis de los diferentes cráneos de cuarzo en diferentes museos del mundo se constató que todos ellos estaban realizados con un cristal de roca o cuarzo transparente característico de una zona de Brasil. Examinados al microscopio electrónico se apreciaron marcas características de una herramienta rotatoria que coincidían con las producidas por las herramientas de los lapidarios (tallistas de piedras semipreciosas, ejemplo son las sortijas de sello) y se encontraron restos de un abrasivo utilizado a partir de 1890.
El informe señalaba como probable origen de los cráneos la población alemana de Idar-Oberstein, por entonces famosa por la habilidad de sus lapidarios. Una de las calaveras fue adquirida por Frederick Mitchell-Hedges en subasta y, seguramente, estaba encantado de tenerla. El surgimiento de las corrientes espirituales, pseudomísticas y de todo tipo en los setenta fue aprovechado por Anna para fabular sobre las propiedades de la calavera, su origen y procedencia convirtiéndola en fuente de ingresos.
En definitiva: todo ha sido un timo cuyo principal muñidor fue Boban y fue continuado por otros que las utilizaron para adornar las más sorprendentes teorías. ¡Si hasta las hicieron protagonistas en una película junto a Indiana Jones! Quien, por cierto, es un personaje que fue inspirado en el explorador Frederick Mitchell-Hedges.