El éxodo catalán a Génova para huir de la represión durante la Guerra Civil: más de 5.000 pasaportes expedidos
A lo largo de la guerra civil en Cataluña fueron asesinadas 26.606 personas en la retaguardia. Ante tal persecución era mucho mejor dejarlo todo atrás y marcharse al extranjero
Cuando estalló la guerra civil en España en Cataluña hubo una serie de personas que decidieron exilarse ante el temor de ser asesinados. A lo largo de la guerra civil en Cataluña fueron asesinadas 26.606 personas en la retaguardia. Ante tal persecución era mucho mejor dejarlo todo atrás y marcharse al extranjero. En concreto a Génova. Aunque es preciso decir que los primeros exilados llegaron gracias a la protección de la Generalidad de Cataluña.
Al menos los primeros meses de la guerra tuvieron la potestad de poderlo hacer sin que interfirieran los miembros anarcosindicalistas. Una de las personas que contribuyeron a este exilio fue el consejero de Gobernación de la Generalidad Josep María Espanya Sirat. Debido a este trabajo, de facilitar la huida de los perseguidos por los anarcosindicalistas, lo amenazaron de muerte y tuvo que huir de Cataluña a finales de 1936 a Francia.
Con respecto a esta manera de actuar, por parte de miembros de la Generalidad, José María Fontana, en Los catalanes en la guerra de España, escribe que «yo no he comprendido nunca la relativa facilidad con que hasta principios de 1937, pudo escaparse gente embarcándose provista de documentación falsa. Quizás fue una táctica 'roja' para librarse de interiores enemigos, tal vez fruto de complicidades o de habilidosos 'Pimpinelas', puede que impreparación o descuido; o quién sabe si arbitrio para el rápido enriquecimiento de algunos desaprensivos republicanos influyentes. Seguramente, hubo un poco de todo. Todo, menos sentimientos humanitarios, pues si por azar lograba descubrirse a alguien que huía, se le asesinaba sin más complicaciones. De lo que no cabe duda es de que a pesar del riesgo grave que se corría, a juzgar por el número de los huidos, la cosa no fue demasiado difícil, durante los primeros meses».
En agosto de 1936 llegaron los primeros exiliados catalanes, gracias a Espanya y a la protección del consulado francés, a Génova. Entre ellos tenemos a Luís Durán Ventosa; Joaquín Valls Taberner; José María Delás; Francisco Romañá; Claudio Ametlla; Enrique de Queralt, barón de Queralt; Juan Fabra Sentmenat, marqués de Aguilar de Vilahur; Fernando Fabra Puig, marqués de Alella, Darío Rumeu Freixa, barón de Viver; Luis Desvalls Trías, marqués de Alfarrás; Emilio Mola López, padre el general Emilio Mola Vidal; Antonio Framis; Carlos Freixas; Gerónimo Portabella; Jorge Garí Gimeno o el futbolista del F.C. Barcelona José Samitier Vilalta.
Aquel mismo mes llegaron toda una serie de exiliados catalanes gracias a los visados que había expedido el consejero de Gobernación Josep María Espanya. Entre ellos podemos destacar a María Josefa Bosch Labrús y López Guijarro, hija del vizconde de Bosch Labrús y casada con Esteban Crespín de Valldaura Cavero, conde de Orgaz; Emilio Vidal-Ribas Güell; Gloria Bulbena Reig; Ramón Coll Roder; Juan Bautista Solervicens Polina; José María Anglés Civit; Carlos Maristany Benito, Alexander Pech o los hermanos Lamarca.
De 1936 a 1939 el consulado español en Génova expidió 5.297 pasaportes
La familia Lamarca tenía una harinera en Granollers. El 2 de agosto de 1936 fueron asesinados José Lamarca Catarineu y su yerno Miguel Vila Maynou. Se salvaron Jaime y Juan Lamarca, al huir a Barcelona. Viajaron a Puigcerdà. De ahí a Enveitg (Francia), Niza, Génova y a Roma. De ahí marcharon a Nápoles y en barco consiguieron desembarcar en Gibraltar. Pasaron el resto de la guerra en zona nacional. Jaime en Pamplona y Juan en Logroño. Una de las hijas de Jaime, Montserrat Lamarca Morell, era la compañera sentimental de Ernest Lluch, cuando lo asesinó ETA el 21 de noviembre de 2000.
Muchos de los industriales que abandonaron Cataluña, por miedo a ser asesinados, dejaron las empresas en manos de alguna persona de confianza o simplemente salieron dejándolo todo atrás. Así lo hizo, por ejemplo, José María Albert Despujol, barón de Terrades, propietario de «La España Industrial». Pues bien, la Comisión de Responsabilidades les abrió expediente, por abandono, quedando todas esas empresas colectivizadas.
El cónsul general de España en Génova era José Muñoz Vargas, conde de Bulnes. De 1936 a 1939 el consulado español en Génova expidió 5.297 pasaportes. Sólo en 1936 se consignaron 3.125. Los recién llegados tenían documentación falsa o expedida por organismos republicanos. Paralelamente, hasta el 7 de agosto de 1936 desembarcaron en Génova un total de 5.363 personas que huían o simplemente deseaban comenzar una nueva vida. De ellos 2.071 eran alemanes, 1.089 italianos y 1.120 españoles.
No solo marcharon a Génova aristócratas, burgueses y políticos no afectos a la República. Allí también llegaron políticos republicanos o afines al gobierno de la Generalitat que decidieron huir para seguir con vida. En el listado realizado por las autoridades italianas nombra como personas peligrosas a Luis Durán Ventosa, de la Lliga Catalana, por haberlo nombrado Lluís Companys, en 1934, consejero de Cultura; al militar Federico Escofet Alsina, nombrado en 1934 Comisario General de Orden Público.
Se consideró personas peligrosísimas a José Dencás Puigdollers, consejero de Gobernación en 1934, miembro de ERC, el cual se autodefinía como nacional socialista, siendo considerado el líder del fascismo catalán; Albert Bonet Marrugat, canónigo y fundador de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña; y a Carlos Cardó Sanjoan, canónigo de la Catedral de Barcelona e ideólogo del movimiento catalanista.