Serie histórica (III)
De la marca hispánica a la Corona de Aragón: las fronteras en las que se forjó la España medieval
La evolución de las fronteras en la parte oriental de España fue muy diferente de la que se produjo en el sector occidental
La evolución de las fronteras en la parte oriental de España fue muy diferente de la que se produjo en el sector occidental. Entre otras cosas porque la conquista árabe no se detuvo en los Pirineos. El Reino Visigodo incluyó la Septimania, en la zona sudoriental de Francia. Su derrota permitió un fácil acceso a esta región, entonces extensa, rica y desarrollada.
La Septimania se convirtió rápidamente en la base desde la que los árabes proyectaron la conquista de Europa. Durante 40 años realizaron destructivas expediciones, llegando en ocasiones hasta Borgoña. La victoria de Carlos Martel en Poitiers, en 732 sobre un gran ejército dirigido por el Walí de Al Ándalus, frenó de forma definitiva la expansión musulmana hacia el norte, aunque Narbona no sería recuperada hasta 759.
Carlomagno estableció la Marca Hispánica, que a diferencia de otras «marcas» fronterizas nunca tuvo una autoridad unificada
Mientras tanto aislados grupos de hispanos resistían aferrados tercamente a sus montañas. Se estableció así una confusa frontera pirenaica en la que diversos poderes locales autóctonos se mezclaban con poblaciones musulmanas. Hacia finales del siglo VIII los carolingios fueron consolidando su presencia con el apoyo de la población cristiana superviviente. Carlomagno estableció la Marca Hispánica, que a diferencia de otras «marcas» fronterizas nunca tuvo una autoridad unificada. Estaba compuesta de diversos condados nombrados directamente por el emperador. Los más significativos fueron Pamplona, Aragón, Ribagorza y Urgel. Barcelona no fue reconquistada hasta 801, por Ludovico Pío, hijo de Carlomagno.
Durante todo el siglo IX la Marca Hispánica sufrió las vicisitudes de los carolingios, convirtiéndose en el campo de batalla entre árabes y francos. La inestabilidad de ambos estados propició la aparición de poderes regionales, como los conversos Banu Qasi en el caso musulmán, emparentados con familias aristocráticas del ámbito navarro. Lo mismo sucedió entre los cristianos, cuyos condes fueron ganando independencia con la descomposición del estado carolingio.
Finalmente se transformaron en estados feudales hereditarios a principios del siglo X. Reconocían formalmente la lejana legitimidad de los reyes francos, pero actuaban con casi total independencia. Es el caso del condado de Pamplona, pronto reconocido como reino de Navarra, del condado de Aragón y del de Barcelona, que absorbió a varios de los condados catalanes menos importantes.
Una característica de esta frontera es que se había consolidado por la intervención de un poder extranjero: el reino de los francos
Como consecuencia se generó una frontera despoblada, menos amplia que la existente en la zona leonesa. Estaba situada al norte del valle del Ebro, donde el poder musulmán se había afianzado con la creación de la marca superior del califato, con capital en Zaragoza que en el siglo XI se convertirá en uno de los más importantes reinos de Taifa. En su mayor parte esta frontera no distaba más de 100 kilómetros de las cumbres pirenaicas. Y tenía las típicas características fronterizas de inseguridad, inestabilidad y mezcolanza de población. De hecho el nombre de Cataluña tiene la misma raíz etimológica que Castilla: Tierra de castillos.
Una característica de esta frontera es que se había consolidado por la intervención de un poder extranjero: el reino de los francos. A diferencia de lo que sucedió en el valle del Duero, donde la reconquista avanzó por el impulso de la población autóctona. Otra diferencia fue la aportación de la inmigración mozárabe, que se dirigió preferentemente hacia el reino leonés. Es muy probable que esta preferencia se haya debido a la mayor dureza del sistema feudal de origen francés, predominante en la Marca Hispánica.
La frontera no se desplazó de forma significativa hasta la crisis del poder Almorávide, ya entrado el siglo XII. Zaragoza solo fue recuperada por Alfonso I el Batallador en 1118 y el arzobispado de Tarragona no pudo ser restaurado definitivamente hasta 1146. Entonces Cataluña dejó de depender eclesiásticamente del arzobispo de Narbona, desapareciendo así la última reminiscencia de la Marca Hispánica.
Al rey Alfonso se debe también la repoblación de la zona central del valle del Ebro. Los mozárabes granadinos habían pedido su ayuda para escapar de la opresiva intolerancia de los Almorávides. En 1126 dirigió una expedición en su ayuda que no pudo consolidarse. Sin embargo nada menos que 30.000 mozárabes siguieron al aragonés cuando se retiró de Andalucía. Establecidos en las medinas del Ebro contribuyeron a afianzar decisivamente el dominio cristiano.
La nueva frontera se situó en las comarcas montañosas situadas al sur del Ebro. Duró poco más de un siglo. La crisis del poder Almohade después de la batalla de las Navas de Tolosa y el dinamismo de la corona de Aragón permitieron un rápido avance de la reconquista en tierras valencianas.
Comenzó en 1232, una vez que Jaime I el Conquistador restauró la autoridad real, usurpada por la nobleza tras la muerte de su padre Pedro II en la batalla de Muret. Valencia fue conquistada en 1238 y para 1242 se ocuparon los últimos reductos musulmanes en la región. La Reconquista aragonesa había finalizado. Aragón se lanzó entonces a su aventura Mediterránea que comenzó por aquel entonces con la conquista de las Islas Baleares.