Picotazos de historia
La injusticia detrás de la impresión de la Biblia de Gutenberg, uno de los grandes hitos de la historia
Schöffer, el yerno de Furst, terminó el trabajo y la edición de la llamada «Biblia Gutenberg» que fue íntegramente comercializada por ellos, lo que les aportó unos muy pingües beneficios
Imagino que ustedes ya sabrán, o al menos habrán oído hablar de él, de Johann Gutenberg (1400 – 1468). Muchos, a la pregunta de por qué es famoso responderán que por inventar la imprenta. Pues no señores. La impresión con prensa hacía mucho que se conocía, él inventó un sistema de impresión con tipos móviles, lo que revolucionó la capacidad y facilidad de impresión.
Como les conté en un artículo anterior, Gutenberg diseñó y fundió los diferentes tipos –era orfebre y por lo tanto hábil en la fundición y moldeo de los metales– y llevó a cabo pequeños experimentos para probar los resultados de su nueva creación. Un ejemplo de estos primeros pasos fueron las indulgencias de 1454 y 1455. Estos primeros escarceos más la creación de los nuevos tipos (formados por una aleación de plomo, antimonio y estaño) fueron financiados por un comerciante llamado Johannes Furst, quien aportó la suma de 800 florines, sin interés alguno. Por su parte Gutenberg aportó su taller y lo que contenía como garantía. Los siguientes años fueron de pruebas y es aquí donde nos encontramos las primeras impresiones de Gutenberg.
Picotazos de historia
El primer documento impreso por Gutenberg no fue la Biblia, sino una indulgencia en 1454
En 1452 Johannes Furst hizo un nuevo préstamo de 800 florines más. Esta ayuda era para poder completar el gran proyecto que Gutenberg había iniciado: la impresión, con el nuevo sistema de tipos móviles, de una edición compuesta por unos 180 ejemplares de la Biblia. La edición se compondría de dos volúmenes en formato folio. El primer volumen constaría de 648 páginas y el segundo 634 páginas. La impresión de cada hoja estaría a dos columnas.
Como pueden imaginarse, aparte de colorear a mano y una a una las iniciales de ciertas páginas y de la encuadernación, la obra en sí era colosal y representaba toda una revolución en la creación de los libros. Pues bien, Furst esta vez exigió que una persona de su confianza trabajara con Gutenberg para asegurarse de que el dinero del préstamo –del que cobraba un 6 % anual– era gastado en lo acordado y no en otra cosa. La persona elegida por Furst fue Peter Schöffer, quien se acabaría casando con la hija de Furst pasando a ser su yerno.
Desde el primer día Schöffer mostró una excelente disposición tanto para aprender como para trabajar en todo momento. Hoy, gracias al denominado «acta notarial del notario Ulrich Helmasperger», fechado el 6 de noviembre de 1455, conocemos cómo terminó la relación comercial entre Gutenberg y Furst.
Furst reclamó el pago de los intereses de los –el primer préstamo fue sin intereses según se acordó verbalmente– dos prestamos y presentó una demanda exigiendo el abono del total de la deuda (prestamos más intereses acumulados). Gutenberg se defendió pero no contaba con dinero ni garantía alguna para hacer frente al pago. Furst vio respaldada su petición por el tribunal que le hizo entrega del taller con todo lo que contenía. Esto incluía los almacenes, en cuyo interior se apilaban las impresiones de la edición de la Biblia, prácticamente terminada.
Furst creó una nueva empresa a la que llamó Schöffer und Furst. Fueron los primeros impresores en tener su propia marca distintiva. Schöffer, el yerno de Furst, terminó el trabajo y la edición de la llamada «Biblia Gutenberg» que fue íntegramente comercializada por ellos, lo que les aportó unos muy pingües beneficios. El asombro que generó la calidad de la impresión y el magnifico trabajo hizo que les llovieran los encargos de todas las cortes de Europa. Tanto el suegro como el yerno no tardaron en amasar grandes fortunas.
Gutenberg no recibió nada por el desarrollo de la idea y por todo el trabajo hecho. Sobrevivió realizando pequeñas obras y vendiendo secretos de la técnica por él desarrollada. Murió en Maguncia, en 1468, prácticamente en la miseria.