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07 de julio de 2024

Escena al momento de firmar la Constitución de los Estados Unidos, por Howard Chandler Christy

Escena de la firma de la Constitución de los Estados Unidos, por Howard Chandler Christy

Las primeras elecciones democráticas en la historia de Estados Unidos donde no ganó el más votado

Se pretendía evitar el manejo de las elecciones por las élites adineradas de la Costa Este imperante hasta entonces. El nuevo sistema se basaba en el sufragio universal masculino

Las elecciones presidenciales de EE. UU. comenzaron con el nombramiento de George Washington como primer presidente en 1786. Al principio las elecciones se ventilaban mediante un cuerpo electoral restringido a los mayores contribuyentes entre los varones blancos mayores de edad. Los miembros de las legislaturas estatales, elegían a los representantes, que constituían el colegio electoral al que correspondía la elección final del presidente.

Así fueron elegidos los primeros cinco presidentes de la historia de EE.UU.: Washington, John Adams, Jefferson, Madison y Monroe. Los dos primeros se apoyaban en el partido federalista, partidario de reforzar las capacidades y competencias de la administración federal. Los tres últimos pertenecieron al partido demócrata-republicano que propugnaba la mayor autonomía posible para los estados federados. Además, los tres habían nacido en el estado de Virginia y fueron elegidos para dos periodos consecutivos, por lo que en conjunto gobernaron nada menos que 24 años.

Eran además nacionalistas y partidarios del crecimiento territorial norteamericano por cualquier método. Fueron responsables de la compra de Luisiana a Napoleón en 1803 o de la sibilina ocupación de la Florida española en 1819. También establecieron la doctrina Monroe que condenaba cualquier intervención europea en aquel continente: «América para los americanos».

Cuatro candidatos del mismo partido

En 1824 las cosas estaban cambiando. El crecimiento de las convicciones democráticas, sobre todo en los nuevos territorios del oeste, habían forzado a modificar los mecanismos electorales de un número creciente de estados. Se pretendía evitar el manejo de las elecciones por las élites adineradas de la Costa Este imperante hasta entonces. El nuevo sistema se basaba en el sufragio universal masculino. Los electores elegían directamente un colegio electoral cuyos miembros habían comprometido su voto con uno de los candidatos presidenciales en disputa. Es el sistema que, con pequeñas modificaciones, rige hasta hoy.

Con un partido federalista, prácticamente desaparecido, la elección se dirimió en el interior del partido demócrata-republicano que presentó nada menos que cuatro candidatos

Las elecciones presidenciales de 1824 fueron las primeras en las que el voto popular fue decisivo. La campaña electoral fue muy novedosa. Proliferaron las reuniones electorales y los mítines, mientras que la confrontación política adquiría una inusual dureza. Con un partido federalista, prácticamente desaparecido, la elección se dirimió en el interior del partido demócrata-republicano que presentó nada menos que cuatro candidatos. Representaban no solo distintas facciones sino distintos intereses.

Los estados del sur y del oeste eran partidarios del libre comercio que favorecía sus exportaciones, basadas en el trabajo esclavo. Los de Nueva Inglaterra eran partidarios de establecer altos aranceles para apoyar a la dinámica industrialización yanqui. El incremento de las competencias del gobierno federal y el problema de la esclavitud suponían otros asuntos controvertidos.

No ganó el más votado

Los votos populares recogidos en las urnas fueron algo menos de 400.000. Ganó el General Jackson, impulsado por su condición de triunfador en la guerra contra Inglaterra de 1812, con un 40 % de los votos. Era el candidato del sur y del oeste, obsesionados por defender la esclavitud y la expulsión de los indios.

El segundo lugar lo obtuvo John Quincy Adams con algo más del 30 %. Era hijo de John Adams, segundo presidente y oriundo de Massachusetts. Había tenido una larga y brillante carrera como político y diplomático. Su intervención fue decisiva para evitar una guerra con España después de que Jackson, sin instrucciones gubernamentales, hubiese ocupado parte de Florida pretextando incidentes con los indios Semínolas, protegidos por el gobierno español. El tratado Adams-Onís sirvió para que el gobierno español salvara la cara. Su debilidad por la guerra de independencia en Hispanoamérica hacía imposible una política de mayor firmeza.

Pintura de John Quincy Adams por Thomas Sully, 1824

Pintura de John Quincy Adams por Thomas Sully, 1824

Al no existir una mayoría absoluta, la elección debía confiarse al colegio electoral. Ahí variaron las tornas. Una alianza contra natura entre los partidarios de Henry Clay, presidente del Congreso y cuarto clasificado y los de Adams, le otorgó la presidencia de la nación. Un hecho nunca aceptado por Jackson que la consideró siempre una corrupta manipulación.

Adams no resultó un presidente popular. Su componenda electoral no fue entendida por una gran parte de los americanos. Perdió rápidamente el control del congreso y fue derrotado en las siguientes elecciones por su gran rival, Jackson. Sin embargo, quedó alto su prestigio como gran defensor de la abolición de la esclavitud. En su actividad como abolicionista volvió a chocar con España por el asunto de la goleta Amistad.

Se trataba de un barco dedicado al traslado de esclavos recién importados a Cuba, que se habían amotinado, asesinando a algunos miembros de la tripulación en 1838. Conducido a EE.UU. fue intervenido por el gobierno y los amotinados juzgados tras la reclamación interpuesta por el gobierno de Isabel II. Adams aceptó ejercer gratuitamente la defensa de los esclavos. Su brillantez como abogado permitió obtener la absolución de los procesados en un juicio que alcanzó gran popularidad y reforzó poderosamente la causa de la abolición en los EE.UU.

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