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Ungern-Sternberg en Irkutsk, interrogado en el cuartel general del 5º Ejército Rojo, 1921

Ungern von Sternberg en Irkutsk, interrogado en el cuartel general del 5º Ejército Rojo, 1921Wikimedia Commons

Picotazos de historia

Los últimos días del «barón loco», el general ruso que creyó ser la reencarnación de Gengis Kan

La magnética y desquiciada personalidad del «barón loco» producía rechazo y fascinada admiración entre los mongoles, quienes estaban convencidos de que el orate estaba poseído por el espíritu del dios de la guerra Kangchenzönga

El barón Ungern von Sternberg –les recomiendo que lean el artículo anterior antes de iniciar la lectura de este–, tras haber conquistado la capital mongola de Urga, ideó lanzar una cruzada anticomunista contra el gobierno de Lenin. El 27 de mayo de 1921 se declaró emperador y autócrata de todas las Rusias. El doctor Ferdinand Ossendowski, un geólogo polaco que había apoyado al gobierno de los rusos blancos y que trataba de sobrevivir en esos difíciles tiempos, llegó a Urga huyendo de los comunistas y nos dejó unas vívidas memorias de esos días tituladas Bestias, hombres y dioses.

Una profecía

La magnética y desquiciada personalidad del «barón loco» producía rechazo y fascinada admiración entre los mongoles, quienes estaban convencidos de que el orate estaba poseído por el espíritu del dios de la guerra Kangchenzönga. Antes de partir en su cruzada visitó el Santuario de las Profecías, templo budista en Urga famoso por predecir el tiempo de vida que restaba a las personas por medio de unos boles llenos de dados.

Cuando el barón hizo su pregunta, la respuesta de los dados fue: «ciento treinta días». Esa noche, nos cuenta Ossendowski en su libro, una vidente mongola fue llamada a la presencia del barón quien, delante del geólogo polaco, ordenó que contara lo que le decían los dioses. La mujer cayó en trance y empezó a murmurar: «Veo al dios de la guerra... Su vida se agota... horriblemente... Tras él una sombra negra como la noche... Tras ella; nada». Esto sucedió pocos días antes de proclamarse emperador e iniciar su cruzada.

Cuanto más desesperada parecía su situación más cruel e irracionalmente asesino era su comportamiento

Al principio el «barón loco» derrotó a las fuerzas bolcheviques, según nos da cuenta el oficial zarista Dmitry Alioshin de los sucesos durante esos días ya que el bueno del doctor Ossendowski –muy sensatamente– había salido zumbando en dirección a Manchuria a la primera oportunidad que tuvo. Como les decía Alioshin en su libro Una odisea asiática nos cuenta las victorias de esos primeros días y cómo las tropas enemigas cada vez eran más numerosas y estaban mejor equipadas y comandadas.

Al final Ungern von Sternberg fue derrotado. Sus tropas fueron diezmadas y, al contrario que los soviéticos, no podía reponer rápidamente las perdidas. Perseguido por los comunistas, el barón regresó a Mongolia para reagrupar y aprovisionar a sus desmoralizadas tropas. Cuanto más desesperada parecía su situación, más cruel e irracionalmente asesino era su comportamiento.

Condenado a muerte

Agotadas y desmoralizadas las tropas del barón, una noche sus propios soldados decidieron asesinarlo. Emplazaron una ametralladora cerca de la tienda de campaña donde dormía y abrieron fuego a bocajarro hasta agotar la cinta de munición. Para su asombro y espanto de la acribillada tienda salió la figura del barón –el pecho ensangrentado y desnudo estaba cubierto por cantidad de amuletos– que saltó sobre un caballo y se perdió en la noche.

Esa misma noche lo encontraron una partida de soldados mongoles. Temerosos de alguien a quien tenían por una reencarnación del espíritu de la guerra, lo maniataron y abandonaron cerca de una patrulla rusa, para que así el espíritu que le poseía no les persiguiera a ellos por la muerte del barón. Cuando fue encontrado por los rusos, a la pregunta de quién era respondió: «Soy el barón Ungern von Sternberg. Soy vuestra pesadilla».

El periódico The Times, de fecha de 13 de septiembre de 1921, publicó un artículo informando de que el barón había sido exhibido, como si de una alimaña o bestia se tratara, en las estaciones del ferrocarril Transiberiano camino de Moscú. Al final se decidió que fuera juzgado en la corte de justicia de Novosibirsk, en Siberia. Un periodista norteamericano dejó una crónica relatando la expectación que levantó el juicio y cómo atrajo a la ciudad a decenas de miles de curiosos.

Durante el juicio el barón respondió con fiereza a todas las acusaciones, negó autoridad al tribunal y al gobierno bolchevique y dejó muy claro el desprecio que sentía por todos y la indiferencia acerca de su propio destino. La sentencia solo podía ser una –y además venía dictada desde Moscú–, ejecutándose el 15 de septiembre. Exactamente ciento treinta días, como le fue profetizado.

En 1998 hubo un intento de revisión del juicio que se llevó a cabo y que condenó al barón loco. El Presidium del Tribunal Regional de Novosibirsk se negó a rehabilitarle, reconociendo todos los cargos contra él. En especial los de masacrar a población civil, cargo que, a juicio del tribunal, estaba más que ampliamente probado.

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