Guy Fawkes, el católico que intentó volar el Parlamento inglés
La icónica máscara de Guy Fawkes ha sido adoptada por diversos movimientos de protesta alrededor del mundo, incluyendo el grupo Anonymous
Su nombre era William Parker, cuarto barón de Mounteagle, y el día, el 26 de octubre de 1605. El barón, católico y miembro del Parlamento inglés, acababa de recibir una curiosa carta anónima:
«Mi señor –leía la carta– por el amor que tengo por algunos de sus amigos, quiero asegurarme de que esté a salvo. Por ello, le aconsejo que no asista a esta sesión del parlamento, porque Dios y el hombre han acordado castigar la maldad de estos tiempos». Con toda probabilidad, el autor de la carta fue Francis Tresham, cuñado de Lord Mounteagle y participante del llamado «Complot de la Pólvora».
Reinaba Jacobo I, y no eran buenos tiempos para los católicos ingleses. Durante el reinado previo, Isabel I de Inglaterra (1558-1603) llevó a cabo políticas de persecución contra el catolicismo. Siendo hija de Ana Bolena y del rey Enrique VIII, quien había roto relaciones con la Iglesia Católica para poder contraer ese matrimonio, la legitimidad de Isabel en el trono inglés iba ligada a la implantación del protestantismo en Inglaterra.
El primer año de su reinado implantó el Acta de Uniformidad (1559), que fue el principal vehículo de la represión contra la religión católica. Esta ley estableció el uso obligatorio en todos los servicios religiosos de un libro de oración oficial, sancionado por el Estado, y obligó a asistir a la iglesia anglicana los domingos y fiestas de guardar. Se imponían multas a quienes no acudían (los llamados «católicos recusantes»), y enfrentaban penas de cárcel y confiscación de propiedades. Los sacerdotes católicos, que oficiaban misas clandestinas, podían llegar a ser ejecutados.
Para asegurar el cumplimiento de estas medidas, el secretario de Isabel, sir Francis Walsingham, desarrolló una sofisticada red de espías: una auténtica policía secreta dedicada a la persecución de los enemigos religiosos. Su sucesor en el cargo, Robert Cecil, continuó esta tarea, y fue el encargado de facilitar la sucesión sin sobresaltos de Jacobo I.
Fue a Robert Cecil a quien Lord Mounteagle acudió con su misteriosa carta. Se ordenó una inspección del Parlamento, pero los guardias no encontraron nada. Siempre cauteloso, el rey Jacobo insistió en una segunda inspección, la noche del 4 de noviembre. Esta vez los guardias encontraron a un antiguo mercenario, católico, llamado Guy Fawkes, en el sótano del Parlamento. Fawkes llevaba consigo una mecha lenta y fósforos, y en el sótano se encontraron nada menos que treinta y seis barriles llenos de pólvora. La intención de Fawkes era clara, y fue detenido. El rey autorizó el uso de la tortura para extraer una confesión.
A pesar de la obstinación de Fawkes, que se negaba a delatar a sus co-conspiradores, los espías de Robert Cecil continuaron su investigación. Pronto se descubrió que un noble llamado Robert Catesby había sido el instigador del plan de volar por los aires el Parlamento, con el rey y todos los parlamentarios dentro, y el gobierno ordenó su arresto.
Pero Catesby y sus partidarios ya habían huido, rumbo a la campiña inglesa, donde querían iniciar una rebelión; perseguidos por los hombres del rey, intentaron una última resistencia desesperada, en la que Catesby murió por un disparo. Los conspiradores supervivientes fueron arrestados y conducidos a Londres.
Pocos días después, Guy Fawkes sucumbía finalmente a la tortura. A su confesión pronto se sumaron las extraídas, también bajo tortura, del resto de conspiradores. Todos fueron condenados a muerte, de con el método tradicionalmente reservado a los traidores a la corona: hanged, drawn and quartered, esto es, «ahorcados, arrastrados y descuartizados».
Los condenados fueron ejecutados por separado. Primero eran colgados, hasta quedar sin aire, pero librándoles de la horca antes de morir asfixiados. Les esperaba algo peor. Se les cortaron los genitales para, después, extraerles las entrañas y, mientras se desangraban, proceder a decapitarles y desmembrar su cadáver.
El fracaso del complot tuvo consecuencias devastadoras para la comunidad católica en Inglaterra. Las leyes contra los católicos se endurecieron aún más, y la paranoia anticatólica se intensificó. La participación en misas clandestinas y el ocultamiento de sacerdotes se volvieron más peligrosos, y las multas y confiscaciones aumentaron. Los católicos fueron marginados social y políticamente, y cualquier sospecha de lealtad al Papa era severamente castigada. Hasta 1797, los católicos no pudieron votar en las elecciones locales y, hasta 1829, en las elecciones al Parlamento inglés.
Para celebrar la supervivencia del rey y el fracaso del complot, el Parlamento inglés declaró el 5 de noviembre como un día de acción de gracias pública. La «Noche de Guy Fawkes» se convirtió, impulsada por el gobierno, en una tradición anual. En esta festividad, se encendían hogueras y se lanzaban fuegos artificiales y, como acto principal, se quemaba una efigie de Guy Fawkes. Con frecuencia se referían a este muñeco simplemente como guy, de donde viene la palabra inglesa para denominar, de forma genérica, a un hombre.
Guy Fawkes ha sido, durante siglos símbolo del extremismo católico y de la traición contra la patria inglesa. Sin embargo, gracias a la novela gráfica V de Vendetta de Alan Moore y a su adaptación cinematográfica, la figura de Guy Fawkes ha experimentado una notable revalorización en la cultura popular. Originalmente visto como un traidor y conspirador fallido, Fawkes ha sido reinventado como un símbolo de resistencia contra la opresión y el autoritarismo. La icónica máscara de Guy Fawkes ha sido adoptada por diversos movimientos de protesta alrededor del mundo, incluyendo el grupo Anonymous. Esta transformación ha permitido que la imagen de Fawkes se asocie ahora con la lucha por la justicia y la libertad, en contra de los gobiernos tiránicos: una imagen que quizá sea más fiel a la realidad histórica.
Y, aunque a día de hoy, la «Noche de Guy Fawkes» se sigue celebrando en Inglaterra, es más comúnmente llamada «Noche de las hogueras». Su relación con el Complot de la Pólvora y la propaganda anti-católica ha ido quedando en un segundo plano, y en lugar de Fawkes se queman efigies de otros personajes impopulares, normalmente pertenecientes a la clase política.