Así funcionaba la extensa red de espías de Isabel I de Inglaterra con agentes en Sevilla y Roma
Un historiador ha logrado reconstruir el expediente secreto de Robert Cecil, el jefe de espías de la «Reina Virgen»
Durante todo su largo reinado, Isabel I de Inglaterra comprendió a la perfección la vital labor de un servicio de inteligencia ante las numerosas amenazas –tanto internas como externas– que debía hacer frente. «Por ello, la reina Tudor sentó las bases de la moderna Inteligencia británica al instituir una vasta y sofisticada red de espionaje y contraespionaje sin precedentes, cuyas avanzadas técnicas operativas y de recopilación de información permitieron desarticular numerosos complots en su contra, prevenir invasiones extranjeras y garantizar la seguridad del reino», escribe en su blog el ingeniero especialista en análisis estratégico de riesgos y toma de decisiones en escenarios complejos Alberto Ray.
Ahora, un expediente secreto de 428 años de antigüedad ha permitido revelar el funcionamiento de este entramado de personas que trabajaba en la clandestinidad para la reina inglesa. Nos referimos a un documento, que comprende una única hoja, titulado Los nombres de los agentes de inteligencia que perteneció a Robert Cecil, conde de Salisbury y estadista inglés, que desempeñó el cargo de secretario de Estado de Inglaterra entre 1596 y 1612.
Tras haber quedado en el olvido durante más de un siglo en el corazón de los Archivos Nacionales del Reino Unido, el historiador Stephen Alford ha rescatado este valioso texto y reconstruido el expediente secreto del que fue el jefe de espías de Isabel I y artífice de una gigantesca red continental de Inteligencia con agentes en Lisboa, Sevilla, Calais, Bayona y Roma, que más tarde extendería a Escocia, Holanda, Alemania, Dinamarca y Suecia.
Este sería el «primer servicio secreto organizado» de Inglaterra, según ha considerado el profesor de Historia británica moderna temprana en la Universidad de Leeds, quien en declaraciones recogidas por el diario The Guardian explica cómo logró descifrar el expediente.
«Había muchos nombres en la lista: algunos los reconocí, personas del consejo privado de Isabel I o cercanas a él, y había muchos que no conocía. Con el tiempo, me di cuenta de que los números junto a sus nombres eran números de folio y que en realidad se trataba de una página de contenidos. Ese fue un momento de luz», comenta.
Hasta la investigación de este historiador, cuyo resultado se ha publicado en el libro Todos sus espías: El mundo secreto de Robert Cecil (Penguin), la mayoría de los estudiosos pensaban que Cecil contaba con «algunos espías, aquí y allá»; sin embargo, Alford ha descubierto que la reina Isabel I tenía a su disposición una red de más de 20 espías que no solo actuaba en territorio enemigo, sino que poco a poco se fue expandiendo a otros lugares del mundo.
Enviar informes codificados
«Escogía a comerciantes porque ellos viajan, saben leer y escribir, hablan idiomas europeos y tienen sus propias redes» de contactos, explica el historiador en el medio inglés. El trabajo de estos agentes consistía en enviar informes codificados a Cecil, que él mismo descifraba utilizando un cifrado individual personalizado en cada uno de sus archivos, según detalla Alford.«Las claves son poco sofisticadas: sugerían letras diferentes para los alfabetos, o símbolos o diagramas para la reina o el rey de España, por ejemplo», añade el investigador.
De esta forma, tras la derrota de la Gran Armada en 1588 cuando Felipe II intentó atacar a la Inglaterra protestante y derrocar a la reina Tudor, Cecil desplegó un equipo de espías para que vigilasen la costa atlántica, «en algún lugar cerca de Biarritz», indica Alford, para comprobar si España estaba preparando un nuevo ataque con una nueva armada.
Los espías de Cecil fingían ser comerciantes que enviaban mercancías de contrabando entre Francia y España, pero en realidad iban a los puertos para realizar informes sobre la actividad naval, contaban barcos y averiguaban lo que sucedía, tal y como afirma el historiador.