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Un hombre de guerra británico ante el Peñón de Gibraltar por Thomas Whitcombe

Un hombre de guerra británico ante el Peñón de Gibraltar por Thomas Whitcombe

El motivo por el cual Gibraltar es una colonia inglesa

Cuando se firmó el tratado de Utrecht, que marcó el final de la guerra de Sucesión española, el Peñón quedó en manos de Inglaterra. En el articulado del tratado se hace constar que la cesión era «para siempre»

Desde hace muchos años y recientemente en la celebración de la Eurocopa, se ha reclamado Gibraltar para España, que deje de ser una colonia británica. Ahora bien, ¿por qué Gibraltar forma parte y es territorio de la conocida como Pérfida Albión?

El hecho tiene que ver con la guerra de Sucesión que se libró en España, de 1700 a 1714, al morir el rey Carlos II sin sucesión. Recordemos que se enfrentaron los partidarios del Archiduque Carlos de Austria y Felipe de Borbón. Este último era el preferido de Carlos II para sustituirlo, pues era bisnieto de Felipe IV y su tío-abuelo era Carlos II. Al lado de este se posicionó Francia, Baviera, Colonia, Mantua, Portugal y Saboya. Por su parte el Archiduque Carlos recibió el apoyo del Sacro Imperio Romano Germánico, Provincias Unidas de los Países Bajos, Gran Bretaña. Portugal y Saboya le dieron apoyo a partir del 1703.

Para darle un punto estratégico a la causa del Archiduque Carlos, una flota anglo-holandesa, al mando del almirante George Rooke y el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt, decidieron invadir Gibraltar. En aquellos días el gobierno de la ciudad le era fiel a Felipe de Borbón. El enfrentamiento comenzó el 1 de agosto y finalizó, con la capitulación de la plaza, el 4 de agosto de 1704.

El 1 de agosto de 1704 Rooke y Hesse-Darmstadt llegaron a la bahía de Algeciras con 61 buques, cargados con 4.000 cañones, 900 soldados y 25.000 marineros. Por su parte el puerto de Gibraltar estaba defendido por 100 soldados y unos 400 civiles armados. La idea de la flota era cortar la comunicación de Gibraltar con el resto de la Península. Con lo cual desembarcaron hombres para llevar a cabo este aislamiento, consiguiendo su objetivo. Para ello en Punta Mala desembarcaron entre 3.000 y 4.000 hombres.

El general de batalla Diego de Salinas y el alcalde Mayor de Gibraltar Cayo Antonio Prieto, recibieron el 2 de agosto una carta que les instaba a rendirse. Con anterioridad habían recibido una carta firmada por el Archiduque Carlos en la cual les manifestaba que, si se mantenían fieles a él les garantizaba las propiedades y privilegios, en caso contrario serían hostigados por ingleses y holandeses. Estos respondieron a esa misiva y a la otra manifestando su total reconocimiento a Felipe de Borbón, como rey de España. En ese momento se iniciaron los bombardeos sobre la ciudad.

Cuadro «El último de Gibraltar», por Augusto Ferrer-Dalmau, en el que se muestra la figura de Diego de Salinas

Cuadro «El último de Gibraltar», por Augusto Ferrer-Dalmau, en el que se muestra la figura de Diego de Salinas

El 2 de agosto se situaron las naves y, el 3 de agosto, a las 5 horas abrieron fuego. El almirante Rooke ordenó a los vicealmirantes John Byng y Bruno Vander-Dussen, que se pusieran en situación. Igualmente mandó al capitán Hicks que con el Yarmouth, Tiger, Hampton-Court se apostasen frente del muelle nuevo, y batiesen toda la parte del mediodía de la ciudad.

Al día siguiente, 4 de agosto, los defensores de la plaza se pusieron en línea de combate. Enfrente 30 buques que comenzaron a disparar sobre ella, tan continuo y tan fuerte que, al cabo de seis horas, se habían disparado 15 mil balas que acabaron destruyendo casi toda la ciudad. Viendo la destrucción provocada, el almirante Rooke ordenó a sus hombres que desembarcaran. Se hicieron cargo del tema los capitanes Thomas Hicks y William Jumper. Con un centenar de hombres consiguieron tomar el Muelle nuevo a los españoles.

Por su parte Rooke le pidió al capitán Edward Whitaker que tomase el Muelle viejo. Esta plaza la consiguió ocupar con solo 600 hombres, pues los defensores españoles huyeron. Los ingleses tuvieron una sorpresa en la Torre de Leandro. «Reventó una mina haciendo volar la torre por los aires con tan terrible estrépito y causando tales estragos que sumergió siete lanchas, llenas de soldados enemigos con muerte de trescientos y más de sesenta heridos».

La batalla acabó aquí. Los españoles no podían seguir defendiéndola. Habían perdido artillería, al retirarse de sus posiciones, y los ingleses les superaban en número y armamento. Diego de Salinas decidió capitular. En estas capitulaciones se estableció que los soldados podrían salir con sus armas y con lo que pudiera cargar un hombre. Los de caballería con sus caballos. Se podrían sacar de la ciudad tres cañones con 12 cargas de pólvora, que podían cargar con pan, carne y vino para 7 días de marcha, también ropa y los cofres de los oficiales y cabildo. Los mandos debían señalar donde estaban los almacenes de pólvora y armas. No se dejó marchar a los ciudadanos franceses, que quedaron prisioneros y se les confiscó sus bienes.

Abandonaron Gibraltar, al día siguiente, casi 5.000 personas quedando en la ciudad no más de 70, entre enfermos y religiosos. Hubo un enfrentamiento el 24 de agosto, con el francés conde de Toulouse en Málaga, para recuperar Gibraltar. Después de 13 horas de lucha, la victoria fue para el almirante Rooke. Cuando se firmó el tratado de Utrecht, que marcó el final de la guerra de Sucesión española, siendo proclamado Felipe V rey, pues con anterioridad el Archiduque abandonó la carrera al trono, al ser nombrado Carlos VI como emperador del Sacro Imperio romano Germánico. Con todo ello Gibraltar quedó en manos de Inglaterra, como agradecimiento del nuevo rey al apoyo recibido por parte de los ingleses. En el articulado del tratado se hace constar que la cesión era «para siempre».

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