El ataque de cientos de rifeños al cañonero 'General Concha' que provocó su trágico naufragio en 1913
El agua había subido hasta la cubierta, la defensa era imposible y el salvamento descartado. A las 12:30 de la mañana siguiente los españoles se vieron abordados por una multitud armada de cabileños
Aunque la colonización de África debe mucho a las cañoneras, es cierto que las guerras de Marruecos del siglo XX fueron fundamentalmente de tierra. La aviación militar española nació en 1909, coincidiendo con la campaña de ese año. Y la Marina se empleó en castigar posiciones costeras, pero no tuvo una actuación decisiva por que se luchaba contra ejércitos irregulares, sin marina y con una población muy dispersa en el territorio.
El 11 de junio de 1913 iba a ser un día trágico para la Marina Española. Se estaba en plena campaña del Kert, como se llamó la guerra que continuó hasta ese año en el Rif Oriental. Aunque los choques terrestres se estaban desarrollando a orillas del río Kert, en la península de Tres Forcas donde se asienta Melilla, los cabileños costeros aprovecharon la ocasión para atacar los peñones españoles. El de Vélez de la Gomera se alcanzaba con tiro de fusil.
Las islas de Alhucemas no, pero la costa opuesta era el principal foco de rebeldía y se estaba usando a la Armada para castigar a la población con bombardeos. Esa mañana le tocaba el turno a uno de los cuatro cañoneros de la jurisdicción de Cádiz, el General Concha. Se había construido en Ferrol en 1885, desplazaba 550 toneladas y estaba dotado de tres cañones del 12 y tres ametralladoras.
El Concha, que había salido de Almuñécar el 10 de junio, llegó sobre las 7 de la mañana a las proximidades de la isla de Alhucemas. Debía tomar posiciones para efectuar su misión, pero se levantó una densa niebla que no les dejaba avistar la costa. Los instrumentos de navegación tampoco permitían la navegación a ciegas. No obstante el comandante, movido por la experiencia o por intuición, dejó seguir. Esa parte de Marruecos tiene aguas profundas hasta los acantilados de la costa, por lo que no pensaron que fueran a encallar.
Pero la desgracia sobrevino sobre la 7:30 h cuando el capitán de corbeta Castaño vio la costa tan próxima que ordenó atrás toda. Era tarde, un violento golpe dejó varado el barco. El cañonero quedó con la proa levantada a cuatro metros de tierra en La Cebadilla. El comandante mandó una estacha por la popa hacia babor y una vez listo se dio la estacha al chigre y cobrando de esta y dando atrás a toda fuerza se estuvo bastante tiempo. Sin éxito porque no se podía mover solo con cabos.
Un barco varado ya no es un barco, es una posición anclada en el mar y, en este caso, dominada desde las alturas por el enemigo. Pero sigue siendo un barco hasta que se hunda. Examinaron los daños: una gran vía de agua a babor. Se ordenó al alférez de navío Lazaga que tomara un chinchorro y acudiera a Alhucemas a pedir auxilio puesto que los marroquíes ya estaban tomando posiciones en las alturas para iniciar un ataque. Desde allí volvieron con algunos refuerzos que entendieron que no se podía hacer nada por el fuego que soportaban desde la costa. Tampoco pudo acercarse el vapor Vicente Sanz de la Compañía Africana.
Cuando vieron que los españoles estaban trabajando para tapar las vías de agua, los moros comenzaron a disparar de manera continua y certera, impidiendo a los marineros, que ya contaban con varios heridos, salir a cubierta. Se produjo un primer abordaje, que pudo ser rechazado, aunque cayó muerto el comandante. Los cabileños tomaron los primeros prisioneros.
Resistieron hasta las 3 de la tarde en que se presentó uno de los marineros capturados con una exigencia: que entregaran el armamento. El alférez de navío Rafael Ramos Izquierdo, que estaba al mando, rechazó la petición y sostuvo el combate con mucha prudencia, procurando tirar solo para evitar el abordaje y cuando el enemigo iba a ser blanco seguro.
En las proximidades había otro barco español, el Lauria. A las 4:30 h se acercó al Concha. A bordo iba el coronel Barrera (que antes había podido salir del barco encallado). Se acercaron a la costa para parlamentar con los atacantes. El agua había subido hasta la cubierta, la defensa era imposible y el salvamento descartado. A las 12:30 de la mañana siguiente los españoles se vieron abordados por una multitud armada de cabileños.
El comandante accidental, herido en ambos brazos, dio orden de abandonar el barco en los botes. No les dio tiempo a todos, los atacantes ya estaban en el barco, tomaron cautivos a los marineros y comenzaron a saquear lo que quedaba. Aunque fueron llevados a la playa, alguno consiguió escapar en un bote y ponerse a salvo en el Recalde, que acudió en socorro y los trasladó hasta el peñón de Alhucemas. Una arriesgada operación, lograron rescatar también a otros marineros llevados a la playa. La fatalidad adversa se convirtió en tragedia.
El barco varado fue bombardeado hasta hundirlo por la artillería del Reina Regente, el Recalde y el Lauria. «¡Los heroicos defensores del Concha, muertos en el cumplimiento de su deber, tuvieron por sarcófago el montón informe de los restos del buque!», escribían Quintana y Llabrés en La Marina de guerra en África (Madrid 1928). De los 53 tripulantes, 16 resultaron muertos, 17 heridos y 11 prisioneros, algunos lograron escaparse del cautiverio gracias a un renegado y los otros fueron rescatados a la manera habitual: mediante pago. Ramos-Izquierdo obtuvo, por estos hechos, la Cruz Laureada de San Fernando.