El cónsul francés que denunció la violenta represión republicana en la Mancha durante la Guerra Civil
Entre 1936 y 1939, cónsules de varias naciones desarrollaron diversos tipos de acciones humanitarias en medio de la vorágine cainita española
La provincia de Ciudad Real contó con una agencia consular francesa en la localidad de Daimiel entre 1894 y 1954. Estas entidades –dependientes del Consulado General en Madrid– se crearon en aquellos lugares donde se desarrollaron intereses económicos franceses o colonias de ciudadanos galos. Los agentes consulares no se dedicaban sólo a las funciones de la agencia sino que ejercían profesiones ligadas al comercio, por lo que no tenían sueldo ni gozaban de inmunidades ni privilegios propios de los diplomáticos de carrera.
Sin embargo, sus archivos eran inviolables y no podían ser citados por las autoridades españolas locales para responder de los actos realizados bajo sus atribuciones. Y, además, podían enarbolar su bandera y disponer del escudo de Francia en sus agencias consulares, lo cual fue muy necesario durante la guerra civil española.
En Daimiel proliferaron las inversiones francesas a causa de la devastación de los viñedos galos por la filoxera, creando un par de empresas, una de ellas dirigida por Max Cassin Dreyfus (1885-1972), de familia judía, que fue nombrado agente consular entre 1919 y 1954.
Durante la Guerra Civil, ante el estallido de una violenta represión republicana, comenzó a intentar salvar vidas, interviniendo a favor de algunos acusados en Peñarroya, juzgados por el Tribunal de Urgencia de Ciudad Real. Como ha estudiado Iván Fernández, en 1938 envió un informe a la embajada de Francia en Barcelona donde afirmaba que todavía se encarcelaba a todo el que podía «ser considerado de cerca o de lejos como demasiado neutro o enemigo del régimen».
Cassin cifró en 650 el número que todavía existía de detenidos políticos, tanto hombres como mujeres, en la prisión de Ciudad Real, cuando oficialmente existían 100 plazas. Este hecho se debía a que preferían estar retenidos allí a volver a sus pueblos donde los miembros del Frente Popular podían amenazarles nuevamente, al no estar satisfechos del veredicto del tribunal provincial. De ahí que numerosas familias se trasladaran de pueblo en pueblo para evitar a los caciques izquierdistas.
Cassim concedió asilo a 74 personas bajo el pabellón francés en su agencia consular, pese a que no tenían ningún fundamento ni protección legal, pero la existencia de asilo diplomático en Madrid y Zarauz desde el comienzo de la guerra hizo posible crear un clima favorable a este hecho. Además, Max Cassim protestó ante el gobernador civil por alguna detención arbitraria del Frente Popular de Daimiel; intervino en la liberación de prisión de, al menos, 55 españoles; logró evacuar a Francia a un grupo de monjas de Alcázar de San Juan ante el temor a ser asesinadas como miles de religiosos y católicos en la España republicana. Su audacia le llevó a ocultar a un sacerdote, el cura del pueblo de Torre de Juan Abad, aunque hoy todavía se cree que su amparo al clero fue mayor del reconocido.
En todo momento informó a la Embajada de Francia de sus actividades, siendo consciente de los riesgos. El 9 de noviembre de 1936, el embajador Jean Herbette le felicitó por su «gran resistencia a los peligros, a la fatiga y al aislamiento».
Al finalizar la guerra, un falangista denunció a Max Cassin ante las autoridades franquistas por presuntos delitos políticos el 15 de febrero de 1940, transparentando un radical antisemitismo. Sin embargo, vecinos de Daimiel y personas que fueron salvadas gracias a su ayuda humanitaria declararon a favor, pues incluso el presidente de la Diputación Provincial Carlos Calatayud le debía la vida. Al no encontrarse delito, la denuncia no pasó de las diligencias previas.
El agente consular también ayudó a algunos republicanos en desgracia, utilizando la valija diplomática para enviar cartas y poner en contacto a daimieleños con sus familiares exiliados en Francia. Asimismo, auxilió económicamente al general Luis Castelló, ministro de la Guerra republicano, tras su salida de la cárcel.
Lejos de la Francia ocupada por los alemanes y del régimen colaboracionista de Vichy, Max Cassin pudo salvarse pero su hija Janine, abogada en Niza, fue inhabilitada, logrando llegar a España, a diferencia de otros treinta familiares que fueron deportados y ejecutados por los nazis.
Por sus méritos profesionales como industrial y consejero de comercio exterior, por su humanitaria dirección de la agencia consular en Daimiel y su ayuda a franceses evadidos detenidos en España durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno francés le otorgó la Legión de Honor. En 1954, Max Cassin se jubiló, marchándose a Madrid, pero sus superiores del ministerio de Asuntos Exteriores le concedieron el título de cónsul honorario de Francia. Se lo había ganado justamente.