Los peones europeos de Putin: los ex presidentes que cobran de firmas rusas
Schröder, Schússel, Lipponen y Fillon son los cuatro ex primeros ministros que cobran suculentas sumas de compañías energéticas vinculas al Kremlin
El nombre de Marion Scheller no es el más conocido por los sectores de la opinión pública europea que siguen la actualidad internacional. Ni siquiera por buena parte de los iniciados. Sin embargo, esta mujer eficaz y discreta de 55 años de edad, desempeña desde el pasado mes de octubre el cargo de «Asesora Senior para Relaciones Gubernamentales» en Nord Stream, la compañía que gestiona el gasoducto Nord Stream 2, cuya utilidad es abastecer de gas ruso a Alemania sin transitar por Ucrania. Dicho con otras palabras, el papel de Scheller como lobbysta en jefe de Nord Stream es el de ablandar la resistencia de muchos países europeos, reticentes hacia un proyecto que presenta graves riesgos geoestratégicos.
Scheller no es una alta ejecutiva al uso: antes de incorporarse a Nord Stream 2 era directora general de Política Energética en el Ministerio alemán de Economía, adonde llegó procedente de la oficina del ex canciller democristiano Helmut Kohl. Es decir, el grueso de su carrera ha transcurrido en el corazón del poder político. Su caso ejemplifica, pues, la constante captación de élites occidentales por parte de Moscú. Pero los fichajes no se limitan a altos cargos como Scheller. Suelen apuntar mucho más alto. Gerhard Schröder, canciller socialdemócrata de Alemania entre 1998 y 2005, encabeza la lista de jefes de Gobierno dedicados a defender intereses económicos rusos desde que dejaron el poder.
La cronología de su paso de la política a los negocios (rusos) resulta llamativa de cara a un conflicto de intereses: el 8 de septiembre de 2005, pocos días antes de perder las elecciones frente a Angela Merkel, Schröder y el presidente ruso Vladimir Putin presidieron la ceremonia que plasmaba el acuerdo entre Basf y E.On para la creación de Nord Stream. El 9 de diciembre del mismo año, pocas semanas después de abandonar la Cancillería, se anunciaba el nombramiento de Schröder como miembro de Consejo Asesor de Nord Stream. Una década más tarde estrechó sus vínculos con la empresa al convertirse en presidente de su Junta Directiva.
La siguiente parada de su frenética actividad tuvo por nombre Tnk-Bp, gigante petrolífera ruso-británica, cuyo consejo de administración presidió entre 2009 y 2011. Cuando la empresa fue adquirida por Rosneft -otro gigante energético ruso-, Schröder también fue propulsado hacia su cúpula. Según el periódico digital euobserver, cobraría 600.000 euros anuales por sus servicios. Un think-tank, «The Warsaw Institute», asegura que Rosneft participa en tres refinerías alemanas y es uno de los principales suministradores energéticos del país.
De Alemania a Austria. Otro antiguo canciller, Wolfgang Schüssel, democristiano, con mando en plaza en Viena entre 2000 y 2007, se gana la vida como consejero de Lukoil y miembro de su comité de retribuciones, uno de los principales competidores de Rosneft. Aunque no tanto: ambos están dirigidos por personas muy próximas al Kremlin a cuyas directrices geopolíticas supeditan su estrategia empresarial. Sclüssel lo sabe, si bien parece no preocuparle compatibilizar su su puesto ruso con su pertenencia al patronato de la Fundación Konrad Adenauer, el principal instituto de pensamiento conservador de Europa Occidental, que dedica recursos a apoyar a disidentes rusos o de países alineados con la Rusia de Putin.
El principal peón nórdico de los intereses políticos y económicos de Moscú es Paavo Lipponen, a quien cupo regir los destinos de Finlandia entre 1995 y 2003. Un lustro después de haber dejado el poder, fichó por Nord Stream y lo hizo además en plena guerra entre Rusia y Georgia en agosto de 2008. Sin embargo, cuando quiso volver a la política, postulando al cargo de alto representante de la Unión Europea para Política Exterior y Seguridad, Polonia le vetó.
Y con éxito. El último en unirse al selecto club de ex primeros ministros de Europa Occidental con conexiones kremlinianas ha sido François Fillon, inquilino del Palacio de Matignon, sede del Gobierno francés, entre 2012 y 2017, durante la presidencia de Nicolas Sarkozy. Fillon, en espera del fallo en apelación del juicio por desvío de fondos públicos por el que fue condenado en primera instancia, se incorporó en julio pasado al consejo de administración de Zarubejneft, compañía petrolera rusa, cuyo único accionista es el Estado ruso, y hace una semanas al de Sibur, gigante del yacimiento de hidrocarburos.
Todos estos ilustres ex mandatarios se han mostrado críticos, en mayor o menor medida, con las sanciones que la Unión Europea ha venido imponiendo a Rusia desde 2014, año de la anexión de Crimea, y en la actualidad están usando toda la influencia a su alcance para, por ejemplo, mantener el Nord Stream 2 al margen del conflicto ucraniano. Hasta el momento, sin éxito: el gasoducto que aún no dispone de las autorizaciones para operar. Sin embargo, la telaraña tejida pacientemente por Putin en Occidente desde hace 20 años -de la que los antiguos políticos ha sido considerada lo suficientemente nociva por el Parlamento Europeo como para crear en junio de 2020 una comisión de investigación ex profeso llamada Inge, acrónimo de injerencia. Un nombre que deja pocas dudas respecto de su objetivo. Y fuera de ella, el eurodiputado polaco Witold Jan Waszczykowski dirigió el pasado 1 de diciembre las siguientes dos preguntas a la Comisión Europea:
-¿Ve la Comisión un conflicto de intereses en la situación de aquellos individuos [Schröder, Schüssel, Fillon...]?
-En vista de esta situación, ¿está la Comisión dispuesta a emprender acciones para evitar semejante corrupción política, incluyendo la congelación de activos de los antiguos políticos europeos que se niegan a dejar de trabajar para compañías energéticas rusas o los de los políticos que podrían asumir esos mandatos en el futuro?
Se puede preguntar más alto, pero no más claro.
La «novia» del Kremlin
Vladimir Putin asistió en la primavera de 2018 a la boda de Karin Kneissl, en aquel momento ministra de Asuntos Exteriores de Austria. La instantánea del presidente ruso bailando con la flamante novia dio la vuelta al mundo. En 2021, Kneissl, miembro del populista Partido Liberal Austriaco, se incorporó al consejo de administración de Rosneft. El vals mereció la pena.