Los tories cuestionan el viaje de la canciller de Boris Johnson a Moscú
Liz Truss pretende intermediar para que Rusia repliegue las tropas del cinturón de Ucrania
Liz Truss es la ministra que da la cara por el Reino Unido en Rusia. Fue ella la que anunció el proyecto de sanciones económicas contra los oligarcas rusos en Londres y ahora aterrizó en Moscú para enfrentarse, en persona, a su homólogo ruso, Sergei Lavrov. Los esfuerzos de Boris Johnson por poner su Gobierno a la altura del de Macron o Biden en la crisis de Ucrania se van materializando. Es la primera vez, en más de cuatro años, que un ministro de Asuntos Exteriores británico pisa tierras rusas.
La ministra se juega mucho; tras la dimisión de Lord David Frost, recibió la tarea de encargarse del Brexit, y ha dedicado gran parte de su tiempo a desarrollar buenas relaciones diplomáticas con Maroš Šefčovič y la Unión Europea. Se espera que emplee en Moscú la misma mano izquierda, y pueda negociar con el canciller Lavrov la tan ansiada desescalada. Acude con la intención de dejar claro que Rusia debe cesar su agresión e involucrarse más en el dialogo.
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La semana pasado, Truss dialogó con Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y recalcó el compromiso de su país con la paz en Europa, al margen de su aguda crisis doméstica. «Reino Unido está decidido a defender la libertad y la democracia en Ucrania. Voy a Moscú para instar a Rusia a buscar una solución diplomática y dejar claro que otra invasión rusa (en alusión a la península de Crimea) de un estado soberano traería consecuencias masivas para todos los implicados», explicó entonces la ministra. «Rusia no debe tener ninguna duda sobre la fuerza de nuestra respuesta. Hemos dicho muchas veces que cualquier invasión adicional incurriría en costos severos, incluso a través de un paquete coordinado de sanciones», agregó. «Rusia tiene una opción aquí. Les alentamos encarecidamente a implicarse, reducir la escalada y elegir el camino de la diplomacia».
Pero esta iniciativa del Gobierno Conservador ha recibido críticas. Robert Jenrick, antiguo secretario del primer ministro Boris Johnson, puso en duda la buena voluntad de Truss. «No creo que sea sabio ir a Moscú. Creo que el viaje ensalza a Vladimir Putin, y entra en su juego», señaló Jenrick ante la BBC. «Me pregunto si es prudente ir a Rusia y honrar a Putin cuando está siendo tan agresivo contra Ucrania. No me parece prudente», terminó.
No sería raro que Reino Unido se hubiese precipitado en su respuesta al asunto de Ucrania. La semana pasada, quedí instalada la idea de que Boris Johnson estaba rezagado, frente a países de la OTAN como Estados Unidos, que ya habían desarrollado su respuesta a una posible invasión rusa. En vez de centrarse en esta posible guerra en Europa, el Gobierno Conservador se preocupó más por la crisis vinculada a los copeos en el Número 10 de Downing Street, y la posibilidad de que Johnson perdiera su cargo.
El presidente Joe Biden también criticó el problema que suponían las grandes cantidades de dinero ruso en Reino Unido frente a las sanciones económicas que quería imponerle a Putin. Son dos críticas que Reino Unido se ha dado prisa en resolver, puede que un poco precipitadamente.
La vía militar
Además de recurrir a la vía diplomática, el Gobierno de Boris Johnson ha impulsado su apoyo militar a las tropas de la OTAN. Su ministro de Defensa, Ben Wallace, anunció que reforzaría el flanco oriental de la alianza con 350 soldados adicionales en Polonia. Estos oficiales se suman al contingente de 100 militares que Reino Unido ya envió antes al país.
Las nuevas tropas británicas «cooperarán con las fuerzas armadas polacas en incrementar la seguridad, especialmente cuando se trata de las amenazas en la frontera», explicó Mariusz Blaszczak, homólogo de Wallace en Varsovia, a la prensa.
Por otra parte, Reino Unido envió a Ucrania un cargamento de equipo militar, que incluyó chalecos a prueba de balas y cascos.