Historia de un crimen
Los celos, la razón por la que Martina Patti apuñaló a su hija y culpó al padre
La joven madre siciliana acusó a su expareja, un delincuente asociado con la mafia, del asesinato que ella misma llevó a cabo con un cuchillo de cocina
El cuerpo sin vida de Elena del Pozzo apareció en un descampado, cerca de la casa donde creció. Bajo el barro, la arena, y las cenizas del Monte Etna, yacía enterrada la niña de cuatro años. Horas antes, su propia madre había confesado ser quién la mató.
«No recuerdo qué es lo que pasaba por mi mente mientras apuñalaba a mi hija», admitió Martina Patti en una comisaría de Mascalucia, Catania, mientras era interrogada por la Policía siciliana. Las heridas del diminuto cadáver daban fe del acuchillamiento: profundas tajadas en el cuello, en la parte superior de la espalda, y detrás de una oreja.
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La culpa pudo con él: primero «encontró» el cadáver, y luego confesó ser el asesino
El asesinato de Elena fue, según las autoridades, «un crimen horrendo» que una persona solitaria cometió «sin saber por qué».
«Fue una interrogación dramática, durante la cual una mujer rota y derrotada confesó haber hecho algo de lo que nunca se habría sentido capaz», meditó el abogado de la acusada, Gabriele Celesti, en declaraciones a la cadena italiana Rai.
La confesión de Patti no fue fácil de arrancar. El día anterior, la asesina ofrecía una versión muy distinta de los hechos, en la que alegaba inocencia y culpaba en su lugar al padre de la niña. Ese fue el hilo, erróneo, del que empezó a tirar la Policía, y que terminó señalando a la propia Martina.
El «secuestro» de Elena
Siguiente pieza del puzle inventado por Patti: su antigua cuñada, una mujer llamada Rosaria Testa, declaró ante las autoridades que Martina culpaba al padre de Elena, Alessandro Nicodemo Del Pozzo. Llevaban mucho tiempo separados, y su relación siempre estuvo marcada por la violencia y los celos.
La acusación cuadraba. Del Pozzo padre estaba involucrado con varias mafias sicilianas, había recibido amenazas en el pasado, y tenía un largo historial criminal, por robos y tráfico de drogas.
La lógica era férrea, y Patti lo sabía: supuso que las autoridades creerían a una madre desolada antes que a un padre ausente y delincuente. Pero su historia estaba plagada de inconsistencias, cada vez más evidentes para la atenta lupa de la ley.
La duda
Las cámaras de la guardería fueron las primeras en sembrar la duda. Encuadraban la fachada del centro, y habrían captado algún tipo de comportamiento sospechoso, o quizás incluso el violento rapto del que hablaba Martina Patti. Pero la grabación de seguridad no mostró más que un día de junio normal y corriente.
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La teoría del crimen organizado también se desinfló, por una razón triste y sencilla: la familia no tenía dinero suficiente para incitar a la extorsión. La Policía no tardó en deducir que quién secuestró a Elena no lo hizo por dinero.
La confesión
Tal vez fue su conciencia, que pesaba toneladas. Tal vez fue el miedo a que descubrieran algo inculpatorio. Tal vez fue la pena de haber perdido a Elena en un arrebato de furia irreconocible. Pero cuando la Policía se presentó, por la mañana, en casa de los Patti para registrarla, Martina se derrumbó, y confesó haber matado a su hija con un cuchillo de cocina.
Condujo a los agentes hasta aquel descampado cercano a la casa. En una tumba torpe y poco profunda, yacía enterrado el cuerpo de su hija, envuelto en bolsas de basura.
El motivo
¿Qué condujo a esta joven madre a asesinar a su única hija, de cuatro años de edad? Los agentes a cargo de la investigación tienen su teoría: la locura de unos celos provocados por su relación marchita con Alessandro Nicodemo del Pozzo.
El padre de la chiquilla acababa de empezar un noviazgo con una mujer de la zona. La nueva pareja de del Pozzo tenía, según las autoridades, una buena relación con la pequeña Elena.
«Una de las posibles razones que condujeron a Martina Patti a actuar de esta forma podrían ser los celos. No solo de la nueva pareja de su exnovio, si no también del afecto que su hija sentía por esta nueva mujer», supuso Piercarmine Sica, jefe de los Carabinieri de Catania.
No es más que una teoría. Ni Martina Patti pudo indicar el motivo que la empujó a apuñalar a su hija hasta la muerte, armada con un cuchillo de cocina. Durante la interrogación, simplemente alegó: «Esa no era yo».