Historia de un crimen
La culpa pudo con él: primero «encontró» el cadáver, y luego confesó ser el asesino
Volodimir, estudiante ucraniano en Bratislava, asfixió a su compañera Mariia, de 21 años de edad
Mariia tenía 21 años cuando fue asesinada. Estudiante ejemplar, cursaba en la Universidad Eslovaca de Tecnología, y se alojaba en el colegio mayor Mladá Garda, en Bratislava. Acababa de terminar, con mucho éxito, sus exámenes. Fue allí donde un compañero encontró su cuerpo sin vida, el pasado 3 de junio.
Volodimir, de 22 años y origen ucraniano, se preocupó cuando su amiga dejó de responder al móvil. Intuyendo que algo iba mal, acudió a su habitación, y descubrió que estaba muerta.
Si Volodimir no fue más que un desafortunado testigo, y la persona que descubrió el cadáver, ¿por qué se lo llevó la Policía, bajo custodia? Un vídeo muestra como el joven se dirige silencioso de vuelta al dormitorio, flanqueado por agentes policiales, una semana después del crimen.
La cruel verdad es que Volodimir, consumido por la culpa, se había presentado ante las autoridades para confesarse culpable del crimen.
Aquel pasado viernes, de principios de junio, el joven, por motivos aún desconocidos, tomó a Maríia del cuello con las dos manos. Era poco después del mediodía; apretó con cada vez más fuerza, hasta herirla de tal manera que murió.
Tras asfixiarla, empezó el paripé. Volodimir fingió llegar a la habitación donde había estado momentos antes, asustarse ante el cadáver, y entrar en pánico. Fue él quién llamó a la Policía, y quién alegó la excusa de los mensajes sin respuesta. Pasaría una semana hasta que el peso sobre su conciencia se volviese insoportable.
«Después de realizar los actos procesales necesarios y presentar cargos, el hombre fue encerrado en una celda de detención policial. En este contexto, el investigador del Tribunal Penal Regional de Bratislava también preparó una moción para procesar al acusado», concluyó el comunicado.
De ser condenado, Volodimir se enfrentará a una condena de entre 15 y 20 años.
La difunta Mariia, también de origen ucraniano, soñaba con ser ingeniera. Como muchos otros estudiantes, trabajaba a tiempo parcial mientras se sacaba la carrera. Su muerte golpeó a la residencia con fuerza, sembrando un ambiente de desconcierto y tristeza.