210 días de guerra en Ucrania
Miedo y decepción: las ciudades rusas fronterizas con Ucrania pierden su entusiasmo por la guerra
El miedo se extiende entre los habitantes Belgorod, ciudad rusa fronteriza con el este de Ucrania, donde los efectos de la guerra se dejan notar de forma casi tan violenta como en territorio ucraniano.
En los últimos días, según describe el corresponsal en Moscú de The Guardian, Andrew Roth, sus calles se han llenado de los soldados rusos que se han retirado precipitadamente de la región de Járkov, donde el Ejército ucraniano ha desarrollado con éxito una reciente contraofensiva.
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Entre los soldados que deambulan desorientados, una vez se han roto las filas, se mezclan también los ucranianos prorrusos y sus familias, que han huido ante el temor de ser detenidos por colaboracionistas.
Las reyertas provocadas por soldados que han bebido en exceso son frecuentes. Los refugiados tratan de buscar alojamiento en casas de familiares y amigos. Los que no cuentan con contactos, terminan pasando los días y las noches en la estación de autobús.
Entre ellos, según pudo constatar el corresponsal de The Guardian, reina el desasosiego y el rencor hacia Rusia por no haberlos protegido a pesar de su lealtad: «Nos sentimos sin hogar y como si nadie nos necesitara», dice una refugiada.
Las bombas no caen sobre las zonas residenciales de Belgorod, aunque ataques esporádicos han golpeado su infraestructura militar, pero las baterías antiaéreas resuenan constantemente, continúa relatando Roth.
Belgorod fue una de las ciudades donde con más fervor patriótico se vivió el inicio de la invasión rusa a Ucrania.
Muchas de las banderas rusas que colgaban en los balcones y las pegatinas con el símbolo de la «Z», que identifica a los partidarios de la guerra, que lucían en los vehículos, han desaparecido.
El sentimiento es de resignación ante una guerra que ya no será un paseo victorioso, sino un largo conflicto que cada día amenaza con sobrepasar las fronteras ucranianas y golpear de lleno a ciudades como Belgorod.
Prácticamente todas las ciudades rusas fronterizas con Ucrania viven bajo un constante temor a una escalada militar que lleve la guerra a territorio ruso.
En la ciudad de Shebekino, aún más cerca que Belgorod de la frontera, a solo cinco kilómetros, la gente expresa su miedo sin tapujos: «Me gustaría saber cómo de seguros estamos los residentes de Shebekino como resultado de los últimos sucesos», se preguntaba una vecina en redes sociales.
«Las explosiones suenan en nuestros oídos. ¿Ya nos están bombardeando?», se pregunta otra habitante de la localidad.
El Kremlin, aunque no lo reconoce públicamente, es incapaz de garantizar la seguridad de sus propios ciudadanos en territorio ruso y ya ha comenzado a evacuar a los vecinos de las aldeas más cercanas a la frontera, convertida ya en línea de contacto con las tropas rusas.
Según publica The Moscow Times, las preguntas más frecuentes entre los habitantes de las localidades rusas fronterizas con Ucrania se refieren a la ubicación de los refugios antiaéreos y a la capacidad real de defensa aérea de Rusia.
La derrota rusa en Járkov, por lo tanto, se nota con fuerza también al otro lado de la frontera, ya en suelo ruso. El Kremlin trata de atajar la dinámica derrotista y recuperar el impulso y la iniciativa con un golpe en la mesa.
La reforma del Código Penal aprobado este martes por la Duma Estatal (el Parlamento ruso) para introducir los conceptos «movilización», «ley marcial» y «tiempo de guerra» y penas de prisión de hasta 10 años a los desertores, hace prever una movilización general en Rusia en las próximas semanas.
La convocatoria de referéndums de anexión a Rusia de las regiones ocupadas en Ucrania (Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia) también iría en esa dirección.
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Según el punto de vista del Kremlin, la anexión de esos territorios convertiría las contraofensivas ucranianas para recuperar su integridad territorial en ataques contra territorio ruso, lo que le justificaría la declaración de guerra y la movilización de todos los recursos de Rusia para la guerra.