Israel ante el abismo de una guerra «contraproducente» frente a Hamás
La radicalización en el corto plazo, el aumento del apoyo a la causa palestina en el mundo y el riesgo para las comunidades judías en el exterior son factores que juegan en contra de la ofensiva israelí
Israel se encuentra en una encrucijada de difícil salida, a las puertas de una incursión terrestre a gran escala en Gaza contra Hamás, que podría convertirse en una contraproducente trampa sin que logre alcanzar sus objetivos: desmantelar a la organización terrorista y recuperar a más de 200 rehenes en su poder.
Ante una Gaza asediada desde el atroz ataque coordinado de Hamás el 7 de octubre, convertida en tumba de más de 8.000 palestinos, en su mayoría civiles y de los que unos 3.000 son menores, según el Ministerio de Sanidad adscrito al movimiento islamista, las críticas externas e internas no sólo se intensifican a golpe de los bombardeos, sino que podrían volverse un bumerán contra Israel.
«Es claramente contraproducente. Como decía Gandhi, 'ojo por ojo y acabará todo el mundo ciego'», explica a El Debate, Cécile Mouly, profesora y coordinadora del grupo de investigación en paz y conflictos en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Ecuador.
Autora entre otros títulos de uno de los manuales más completos en español, «Estudios de paz y conflictos» (2022), y doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad de Cambridge, reconoce que uno de los efectos más negativos de la violencia que se está produciendo en Gaza es el efecto escalada.
«En lo inmediato, los efectos son muy negativos. Lo que hay que mirar son las víctimas y la cantidad que ha habido en pocos días es enorme. Por eso hay que parar esa espiral de violencia», advierte la especialista, en línea con los llamamientos de diferentes organismos internacionales que exigen un cese de hostilidades inmediato.
El secretario general de la ONU, António Guterres, ha vuelto a llamar a un alto el fuego humanitario en Oriente Medio, así como la liberación incondicional de rehenes y la entrega de suministros para salvar vidas en una escala necesaria, en clara alusión a que la ayuda humanitaria que ha entrado a Gaza, desde que se reavivaron las hostilidades, es claramente insuficiente.
«La espiral de violencia lo único que hace es fomentar más agravios y esto es realmente muy preocupante», aclara Mouly, quien suele hacer hincapié en que los agravios de hoy son el combustible de nuevas acciones destinadas a remediarlos mañana.
El expresidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz 2009, Barack Obama, alertó en un comunicado publicado esta semana por el digital Medium, titulado «Consideraciones sobre Israel y Gaza», que cualquier acción con la que Israel ignore el coste humano en la guerra contra Hamás «podría en definitiva ser contraproducente».
Acciones como interrumpir los suministros de comida y agua a Gaza, añade, podrían «endurecer las actitudes de los palestinos por generaciones», al tiempo que «debilitar el apoyo internacional a Israel» y «socavar los esfuerzos para alcanzar la paz y estabilidad en la región».
Obama apoya en su texto el derecho de Israel a defenderse, al igual que lo hizo durante su Administración, en la que trató de impulsar un proceso de diálogo entre israelíes y palestinos mediante diplomacia itinerante, aunque con infructuoso resultado.
El actual presidente, Joe Biden, quien fuera vicepresidente de Obama, experimentó en esas funciones desplantes por parte del Gobierno de Benjamín Netanyahu, el más sonado, el anuncio durante una visita a Jerusalén de la construcción de nuevos asentamientos.
En su reciente visita a Israel, Biden expresó su apoyo al derecho de ese país de defenderse ante la agresión de Hamás, al tiempo que pidió a Netanyahu que no se deje consumir por el odio a fin de evitar «repetir los errores» cometidos por EE.UU. tras el 11 de septiembre.
Conocedor de lo que supone una guerra de desgaste y contrainsurgencia con incierto pronóstico en Afganistán e Irak, Washington ha desplazado dos portaaviones al Mediterráneo Oriental como muestra de respaldo a su principal aliado en la región y contrarrestar una posible escalada regional o conflagración en varios frentes entre Israel, sus países vecinos y guerrillas organizadas y patrocinadas por Irán.
Sobre el terreno, existen signos que parecen claros indicadores de que una siguiente fase de la intervención militar israelí está en desarrollo, como las recientes incursiones preliminares por tierra a la franja para allanar el terreno, la intensificación de los bombardeos aéreos y la desconexión de líneas telefónicas, móviles y de internet, según las denuncias de organizaciones y agencias humanitarias.
Lo contraproducente de la incursión
Pero lo contraproducente de la operación no sólo se puede medir en términos del elevado coste en vidas humanas y las consecuencias de una mayor radicalización de generaciones venideras.
«Una invasión a Gaza podría ser una catástrofe humanitaria, moral y estratégica», considera Ian Bremmer en un artículo publicado en la revista digital sobre política global GZERO.
Otra de las grandes perjudicadas de una guerra abierta contra Hamás en Gaza, sostiene este autor, será a la postre la propia seguridad de Israel en el largo plazo, incluso en los mejores escenarios previstos.
Al hilo de ese argumento, en el plano militar se inscribe la complicación del Ejército israelí de entrar como elefante en cacharrería en uno de los terrenos más densamente poblados y urbanizados del mundo, con un enemigo «altamente motivado» que se mueve en espacios soterrados e instalaciones civiles y se ha estado preparando durante largo tiempo para el combate.
Para Israel el elevado precio en bajas propias y civiles no involucrados podría dispararse aún más, incluso aunque adopte todas las precauciones posibles para evitar las muertes de civiles no involucrados, heridos y desplazados.
La radicalización en el corto plazo no sólo pasa por la población palestina en Gaza y otros puntos, sino que el apoyo de Hamás y el foco en la causa palestina en el mundo podría poner contra las cuerdas, diplomáticamente hablando a Israel, y a las comunidades judías en el exterior cuya seguridad se ha visto reforzada en las últimas semanas, en paralelo al incremento de actos antisemitas.
En cuanto a los objetivos de la incursión a gran escala, varias voces expertas dudan que Israel consiga de forma efectiva desmantelar a la estructura de Hamás para mitigar su capacidad ofensiva, especialmente sin que haya trascendido un plan para el día de después.
Israel ha descabezado a Hamás en varias ocasiones, y siempre ha resurgido de sus cenizas. Por otro lado, en caso de asestar un duro golpe a la organización, en el medio y largo plazo el grupo islamista podría rehabilitarse u otras organizaciones yihadistas similares aprovechar el vacío dejado.
Pero, «¿Cómo puede Israel combatir a un monstruo sin convertirse en un monstruo?», se pregunta el autor. Y ¿Cómo puede Israel recuperar a sus rehenes?. Eso es harina de otro costal.
Por su parte, el activista social e investigador del conflicto y el proceso de paz palestino-israelí Gershon Baskin menciona que la actual espiral de violencia está provocando gran inestabilidad en los vecinos árabes de Israel considerados moderados como Jordania y Egipto, donde las calles claman contra lo que está ocurriendo en Gaza, «no contra Hamás, sino con la gente».
Según Baskin, Estados Unidos y otros aliados le están trasladando al Estado Judío, «suficiente, no sólo estáis cometiendo crímenes de guerra, matando a personas inocentes, sino que estáis haciendo peligrar la estabilidad de toda la región», lo que considera que provoca en sí mismo, «una amenaza existencial para Israel».