Entrevista | Lisdiany Rodríguez
«Mi hija está de ocho semanas y media y el régimen cubano la presiona para que aborte»
El Debate habla con la madre de Lisdiany Rodríguez, la presa política del castrismo que se quedó embarazada en la cárcel
Lisdiany Rodríguez Isaac es una joven cubana encarcelada a raíz de su participación en las manifestaciones de julio de 2021.
En la actualidad, cumple una pena de 8 años de privación de libertad en la cárcel para mujeres de Guamajal, provincia de Santa Clara.
«Mi hija es una joven muy alegre. Ella quiso participar en la manifestación [del 11 de julio de 2021] para gritar lo que sentía», explica su madre, Bárbara Isaac, en conversación con El Debate.
«Antes de caer presa se dedicaba a dar clase en una escuela primaria y pertenecía a la Asociación Yoruba», del nombre de la creencia que practica. El activismo vino con su participación en las protestas.
«Su arresto», precisa Isaac, «se produjo al final de la manifestación, el mismo 11 de julio». «El 17», prosigue la madre, «fue citada verbalmente por dos agentes de la Seguridad del Estado y ese mismo día la dejaron presa». Hasta el día de hoy. Y en compañía de una de sus gemelas, Lisiany, pues son trillizas con otra hermana que está en libertad.
Ambas, Lisdiany y Lisiany, cumplen una condena idéntica, en el mismo centro. Su madre acude a visitarlas cada 15 días. «A Lisdiany llevan dos años y medio denegándole la ‘mínima’ [liberación condicional], que le tocaba al carecer de antecedentes penales». A Lisiany también se la han negado.
Hasta aquí, un destino trágicamente similar al de los otros 1060 presos políticos (1062 con las gemelas) en las cárceles cubanas, una estadística facilitada por Prisoners Defenders, cuyo presidente, Javier Larrondo, está personalmente comprometido en la liberación de Lisdiany y Lisiany.
Sin embargo, hay una circunstancia particular en el caso de Lisdiany: a raíz de encuentro íntimo con su marido, Luis Ernesto, en la cárcel, quedó embarazada.
Según su madre, «ella se sentía muy mal y no le ocurría la menstruación, por lo que le hicieron un ultrasonido, que dio positivo». Era la confirmación del estado de buena esperanza.
Lisdiany se sigue negando. La respuesta de sus carceleros ha sido la más cruel que cabía esperar: «No le prestaban atención en ninguno de los sentidos, ni medicamentos, ni alimentación, salvo el desayuno donde le dan una infusión y medio pan; ya tiene vómitos por la barriga».
Más allá del drama que supone cualquier aborto y de las circunstancias políticas y penales de Lisdiany, el futuro nacido sería el primero de la pareja tras varios años de matrimonio.
«Ella y Luis Ernesto se conocieron en una fiesta: mi hija tenía 14 años y él, 18». Al cabo del tiempo, se casaron y «querían formar una familia, pero a pesar de que se cuidaba no salía embarazada».
Ahora está de algo más de ocho semanas y librando una feroz batalla psicológica contra los esbirros de la dictadura. Y más determinada que nunca a dar a luz a su bebé. «Yo le consigo cosas de comer y porque pasa tremenda hambre y yo sé lo que es estar embarazada y no tener que comer».
–¿Hasta dónde está dispuesta a llegar?
–¿Yo? Hasta donde sea necesario por mis hijas; más aún cuando una de ellas está embarazada. A mí no me gusta eso de hacer abortos.