La ineludible escalada entre Irán e Israel y la colina del Armagedón
La extensión de la guerra en Israel en el norte contra Hezbolá en el Líbano alcanza una dimensión que nuestros líderes occidentales, en su ignorancia «a-teológica», son incapaces de percibir
La colina de Megido, en el norte de Israel, es el lugar donde distintas tradiciones sitúan la batalla del fin de los tiempos, el Armagedón, cuya etimología proviene justamente de la expresión hebrea Har Megiddon, que sitúa este montículo donde por generaciones se construyeron fortalezas y fue escenario de importantes batallas de la antigüedad: en el siglo XV a. C. y en el 609 a. C.
El libro del Apocalipsis (c. 16, v. 16) sitúa en este lugar la agrupación de los reyes de la tierra y sus ejércitos para la gran lucha final, algo que la teología islámica menciona en el Hadith como «Al-Malhama Al-Kubra» (la gran batalla).
En tiempos de Roma tomaron fortificaciones para vigilar la Vía Maris, la ruta comercial que unía Egipto con los imperios septentrionales de Siria, Anatolia y Mesopotamia y llegando al mar en Cesárea permitía la continuidad de la ruta por el Mediterráneo hasta el puerto de Ostia y Roma.
Para las tres grandes religiones el norte de Israel tiene un gran sentido simbólico y profético. Por eso la extensión de la guerra en Israel en el norte contra Hezbolá en el Líbano alcanza una dimensión que nuestros líderes occidentales, en su ignorancia «a-teológica», son incapaces de percibir.
La guerra de más de once meses entre Israel y Hamás en la franja de Gaza ha escapado de su geografía local y ha desencadenado los peligros de una escalada militar que afecta a todo Oriente Próximo. Intensos enfrentamientos en la frontera entre Israel y el Líbano, ataques de los hutíes desde el mar Rojo contra Tel Aviv y ataques de todas las milicias alineadas con Irán contra fuerzas estadounidenses en el territorio de Levante. Cada vez más cerca un enfrentamiento directo entre Israel e Irán.
La semana pasada, en solo 24 horas, Israel asumió la responsabilidad del asesinato de Fuad Shukr, alto mando de Hezbolá, en Beirut, en represalia por los ataques con cohetes en los Altos del Golán y la eliminación del líder político de Hamás, Ismail Haniya, en Teherán. De este último no se responsabiliza.
Los dirigentes israelíes eran conscientes de que este doble golpe suprimiendo dos importantes líderes enemigos aumenta el riesgo de una guerra regional mucho más fuerte, porque el éxito de ambos asesinatos selectivos maximiza la humillación y el fracaso de Irán. Saben que sus acciones desencadenarán represalias, que se esperan inminentemente.
El ataque iraní de abril tuvo sobre Israel un importante efecto, infravalorado fuera del país. El ataque de Teherán fue directo, masivo y sin precedentes, con el lanzamiento de cientos de drones contra el territorio israelí. Por suerte contaron con la sofisticada y coordinada defensa propia apoyada por Estados Unidos y otras naciones que repelió el bombardeo
Pero la alarma de que Irán hubiera intentado un ataque tan grave situó una nueva preocupación: Primero, que no bastaba su autosuficiencia defensiva y, segundo, que un segundo ataque de este tipo podría no ser repelido completamente. La respuesta israelí se limitó a un ataque aéreo contra la base militar iraní de Isfahán. Había que demostrarla capacidad de Israel para alcanzar, con precisión, objetivos dentro de Irán, incluso emplazamientos próximos a las instalaciones nucleares iraníes.
Pero, la defensa israelí necesitaba una disuasión más contundente, así mismo una acción de castigo que demuestre a los adversarios que cualquiera de sus ataques no quedará sin consecuencias.
Una amenaza existencial
Para muchos analistas de seguridad les preocupa la erosión de la posición regional de Israel, incluso, les preocupa que Irán y sus aliados estén ganando fuerza entre los países árabes suníes. Irán, con todo esto, puede verse incentivado a lograr que sus capacidades nucleares le permitan disponer de este tipo de arma para disuadir a Israel, más allá de los medios convencionales.
Los adversarios de Israel, Irán principalmente, piensan ahora que destruir Israel es un objetivo realista y aunque esta preocupación puede parecer hiperbólica, vista desde fuera, en Israel los que se vive ahora es una sensación de amenaza existencial que los analistas de defensa describen como diferente a cualquier otra que hayan sentido desde la independencia del país en 1948.
Los judíos no olvidan la dimensión teológica, aun cuando su nación se basa en principio claramente seculares, ni tampoco olvidan la historia: hace algo más de un siglo creyeron que una vez asimilados en las distintas naciones de Europa, que les habían acogido durante generaciones, gozaban ya plenamente de una carta de ciudadanía con la que estaban seguros.
El antisemitismo en Centroeuropa, principalmente en Francia y Alemania creció hasta tal punto que destruyó esa ilusión y llevó a millones de judíos a verse despojados de los suyo, desplazados, perseguidos, deportados y, finalmente, exterminados en campos nazis y soviéticos.
Hasta el 7 de octubre creyeron aproximarse a una normalización con sus vecinos árabes, en Oriente Medio, mediante los acuerdos de Abraham y un larguísimo recorrido de acuerdos de Paz que lograrían marginar a los grupos extremistas instigados por Irán y reducirían la hostilidad hacia su país. Sin embargo, Hamás hizo saltar todo por los aires devolviéndoles a un amenaza existencial sin precedente.
Solo el éxito de las operaciones militares, de las Fuerzas de Defensa Israelíes, puede frenar esta intimidación a la que se ven sometidos y se presenta como único camino para una relativa victoria.
Hoy es imposibles alcanzar una paz duradera. Esperemos que esta arriesgada escalada entre Israel e Irán no termine chocando en la colina de Megido (Har Megiddon).