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El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, durante su conversación telefónica con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden

El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, habla con el presidente de Estados Unidos, Joe BidenOficina Primer Ministro de Israel

Biden y Netanyahu hablan tras más de un mes y discuten las posibles represalias israelíes por el ataque de Irán

Israel baraja varios escenarios, entre los que destacan una ofensiva contra instalaciones petrolíferas, nucleares o militares

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha mantenido una conversación telefónica, este miércoles, con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, tras más de 49 días sin contacto directo. En este último mes y medio, el Estado judío ha iniciado una incursión terrestre en el sur del Líbano para acabar con la infraestructura de la milicia chií libanesa Hezbolá, ha descabezado casi por completo a su cúpula y ha sido atacado nuevamente por Irán. Por ello, la conversación entre ambos mandatarios se ha centrado en las diferentes opciones que baraja Israel como respuesta al ataque iraní con 180 misiles.

A la espera de que se produjera la llamada, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, pospuso, en el último momento, su viaje a Estados Unidos para reunirse con altos funcionarios del Departamento de Defensa del país norteamericano. En esta esperada conversación, que ha durado unos 30 minutos, también estuvo presente la vicepresidenta y candidata demócrata Kamala Harris. La Oficina del Primer Ministro de Israel confirmó, poco antes, que Netanyahu también habló recientemente con el expresidente Donald Trump, que «lo felicitó por las operaciones intensas y determinadas que Israel llevó a cabo contra Hezbolá».

La Casa Blanca, a través de un comunicado, aseveró que durante la conversación, Biden «reafirmó su férreo compromiso con la seguridad de Israel». Asimismo, «condenó inequívocamente el ataque con misiles balísticos perpetrado por Irán» y «subrayó la necesidad de un acuerdo diplomático que permita el regreso seguro de los civiles libaneses e israelíes a sus hogares». En cuanto a la situación en la franja de Gaza, el escrito recoge que «los dirigentes hablaron de la urgente necesidad de reanudar la diplomacia para liberar a los rehenes retenidos por Hamás».

A pesar de que en el comunicado de Washington no se hace mención a la represalia de Tel Aviv contra el país persa, nada más finalizar la llamada entre ambos mandatarios, Gallant aseveró que el contraataque de Israel será «mortífero, preciso y, lo que es más importante, sorprendente: no sabrán qué ocurrió ni cómo ocurrió. Sólo verán los resultados». El ministro de Defensa hebreo aprovechó también, en un encuentro la Unidad de Inteligencia 9900 de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), para destacar los esfuerzos de la unidad contra Irán, Líbano, Siria, Yemen, Irak y cualquier otro frente necesario para ayudar a la Fuerza Aérea a ver «con mucha precisión y en cada lugar lo que queremos».

En esta línea, Netanyahu se reunió en la noche del martes, y durante más de cinco horas, con varios ministros, altos funcionarios de las FDI y de los servicios de Inteligencia para tratar de llegar a una decisión sobre el alcance y el momento de la respuesta israelí contra Irán. Tras la reunión, varios funcionarios aseguraron a los medios locales que se espera que la respuesta israelí sea significativa y probablemente incluya una combinación de ataques aéreos contra objetivos militares en Irán y ataques encubiertos como el que mató al líder de Hamás, Ismail Haniya, en Teherán, el pasado mes de julio.

Israel baraja, además, otros escenarios, entre los que destacan una ofensiva contra instalaciones petrolíferas o nucleares. Tras los ataques iraníes del pasado mes de abril, el país hebreo lanzó una andanada de drones contra la provincia de Isfahán, que alberga bases militares, centros de producción de misiles y un importante centro de tecnología nuclear, el de Natanz. Por su parte, Biden se ha mostrado reacio a que Tel Aviv apunte contra el sector petrolero del país persa, ante el miedo de que los precios del crudo se disparen a nivel mundial. Aun así, el propio presidente de Estados Unidos reconoció durante una rueda de prensa, la semana pasada, que su país no tiene capacidad de influir en la toma de decisión final. «En primer lugar, no 'autorizamos' a Israel, asesoramos a Israel», respondió Biden a las preguntas de los periodistas.

La relación entre el mandatario estadounidense y Netanyahu se ha visto gravemente dañada tras más de un año de guerra en la franja de Gaza y, ahora, en el sur del Líbano. Sus desavenencias y desencuentros sobre el curso de la contienda se han multiplicado. Biden ha criticado abiertamente al primer ministro israelí por el uso desproporcionado de la fuerza contra el enclave palestino y ha insistido en la necesidad de pactar una tregua. Netanyahu, por su parte, ha hecho oídos sordos a las peticiones de su aliado e insiste en que no parará hasta conseguir los objetivos esbozados al inicio de la contienda: liberar a los rehenes, acabar con la infraestructura de Hamás y, recientemente, el retorno de los desplazados del norte de Israel.

Para conseguir este último objetivo, Israel decidió lanzar una incursión terrestre en el sur del Líbano contra Hezbolá el pasado mes de septiembre. Desde entonces, los ataques de la milicia chií libanesa se han intensificado. Sin ir más lejos, este miércoles, dos israelíes han muerto en la localidad de Kiryat Shmona por el impacto de un cohete lanzado desde el sur del Líbano. En el país del cedro, la ofensiva israelí ha acabado con la vida de 22 personas en las últimas 24 horas, según informó este miércoles el Ministerio de Salud Pública libanés, lo que eleva la cifra de bajas a 2.141 en el último año. Además, el Gobierno libanés calcula que 1,2 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares por los continuos ataques.

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