¿Qué pasó realmente en vuelo J2-8243 de Azerbaijan Airlines que se estrelló en Kazajistán causando 38 muertes?
El análisis de las cajas negras arrojará más luz a la investigación… o no, porque la transcripción de la conversación entre el piloto y las torres de control que ha trascendido aporta más dudas que certidumbres
El pasado 25 de diciembre el piloto del vuelo J2-8243 de Azerbaijan Airlines realizó un aparatoso aterrizaje de emergencia en la ciudad kazaja de Aktau después de que surgiera una cadena de inconvenientes en el trayecto Bakú-Grozni. Desde entonces, se barajan dos hipótesis: que una bandada de pájaros se estrellara contra la cabina y que sufriera un ataque de la defensa antiaérea de Chechenia. Ambas opciones son compatibles, no obstante. Como resultado del accidente, murieron 38 de las 67 personas que iban dentro de la aeronave.
El análisis de las cajas negras arrojará más luz a la investigación… o no, porque la transcripción de la conversación entre el piloto y las torres de control que ha trascendido aporta más dudas que certidumbres. En un primer momento, a las 8:16, el piloto informa de que acaban de sufrir un impacto de un pájaro en la cabina y que vuelven a Bakú. Sin embargo, a las 8:17 el capitán anuncia que va a intentar aterrizar en el aeropuerto de Mineralnye Vody, en el sur de Rusia, pero a las 8:24 declara que «el avión está en orden». A continuación, el avión «desaparece» del radar y reaparece sólo cuando intenta aterrizar en Aktau.
No es descartable que el avión sufriera el impacto de unas aves, pero no parece que eso fuera definitivo para que perdiera el control. La explicación más probable es que este accidente sea consecuencia de los sistemas de defensa antiaérea de Rusia. No hay que olvidar que esa misma noche Rusia había sido atacada por drones ucranianos y es de suponer que los sistemas de defensa rusa estarían en estado de máxima alerta para evitar nuevos ataques. Eso implica, además, que los sistemas de GPS y de comunicación por radio –fundamentales para la navegación de los aviones— tampoco funcionan correctamente.
Es la guerra, combinada con nuestra obstinación de seguir al máximo posible con nuestras rutinas. Y no nos damos cuenta de que ya no podemos seguir con nuestra vida normal. La guerra ha alterado la normalidad. Azerbaiyán pretende seguir conectada por aire con Rusia, porque muchos azerbaiyanos quieren visitar Rusia y viceversa, pero quizás eso ya se acabó. De hecho, si se comparan los precios de los billetes de avión de hace tres años con los de ahora se puede ver que el incremento es considerable. No sólo por el alza en los precios de los hidrocarburos, sino por la reducción de rutas posibles para conectar Europa con el Cáucaso y Asia Central. Ese servicio lo prestan muy pocas aerolíneas, pues las europeas no pueden usar el espacio aéreo ruso y viceversa. Con lo cual, apenas quedan las rutas de Estambul y la de los países del Golfo Pérsico para conectar ambas regiones.
Este accidente hay que sumarlo a los incidentes con el carguero ruso Ursa Major frente a las costas de Cartagena y con el petrolero ruso Eagle S frente a las de Finlandia son prueba de que la navegación marítima alejada del frente de batalla entre Rusia y Ucrania ya no puede ser considerada segura y de que la guerra se libra no sólo en suelo ucraniano sino en multitud de otros campos. Todo apunta a que el Ursa Major sufrió un ataque con explosivos desde fuera y que al paso del Eagle S se cortó el cable submarino de internet Estlink 2 que conecta Finlandia con Estonia. Estos sucesos se suman a los investigados por la policía sueca sobre el corte en noviembre de este año de dos cables de telecomunicaciones en el mar Báltico y a los daños al gasoducto Balticconnector que investiga la policía finlandesa. Ya nadie se acuerda de la voladura del gasoducto Nord Stream 2, ni siquiera los alemanes, los principales perjudicados, además de los rusos.
En una Europa en guerra, tendremos que ir acostumbrándonos a que este tipo de noticias prolifere.