El discurso y los planes de Trump para Hispanoamérica y Sánchez
Hoy se definió como un «pacificador» y expresó que su legado se caracterizará por «las guerras que acabamos» y «por aquellas en las que no entramos»
Faltaban algunas horas para que Donald Trump volviera a jurar como el 47º presidente de Estados Unidos cuando Jean-Noël Barrot, ministro de Asuntos Exteriores de Francia, instó a Bruselas a que marcara las «líneas rojas» al republicano que está dispuesto a cambiar (más) el mundo. El momento, se mire por donde se mire, no podía ser menos oportuno, pero Claudia Sheinbaum no debió pensar lo mismo porque la sucesora de Andrés Manuel López Obrador vino a decir lo mismo que el ministro de Macron y casi a la misma hora, aunque más tarde matizó.
Preocupada por el éxodo de deportaciones que se avecinan, como anunció Trump en su formidable discurso de investidura, y el incremento de las tasas (hasta del 25 por ciento) que el presidente prepara para México, la mujer de origen español que reniega de sus raíces, al menos de palabra, lanzó el mensaje, a media voz, de que está dispuesta a echarle un pulso al vecino que en su día le robó un pedazo, importante, de territorio. Trump, por cierto, anunció que a partir de ahora el Golfo de México no existe. Se llama Golfo de América.
La torpeza del Gobierno de Francia llama la atención por inoportuna y por el posible efecto bumerán que puede provocar. Ir a meterle el dedo en el ojo al hombre que hoy es el más poderoso del planeta no tiene demasiado sentido cuando sobrará tiempo para expresar malestar y quejas.
Hasta el Gobierno de Pedro Sánchez se ha cuidado mucho de hacer amago de bajarle el pulgar (en sentido figurado) a Trump. Por el contrario, el marido de Begoña Gómez apenas ha tardado siete días en levantar el teléfono para felicitar al republicano que, cuando coincidió con él, le trató con la misma displicencia con la que Sánchez suele tratar a la oposición (hasta le señaló dónde y cuándo debía sentarse).España no existe hoy en el imaginario Trump.
Entre los planes de Trump, mucho menos imprevisible de lo que sus enemigos nos quieren hacer creer, no está declarar ninguna guerra a Europa y mucho menos al resto del continente americano (en lo que está es exactamente en lo contrario y posiblemente lo conseguirá). El republicano conoce el poder y a diferencia de su primera Presidencia, sabe cómo usarlo sin que le manche las manos. Hoy se definió como un «pacificador» y expresó que su legado se caracterizará por «las guerras que acabamos» y «por aquellas en las que no entramos»
Lo que Trump pretende lo ha dejado bien claro y en buena medida tiene razón. La UE no puede insistir en que Estados Unidos sea su guardián financiero en defensa como banquero de la OTAN y con la premisa en la cabeza de los catalanes mayores, «la pela es la pela», ha advertido que vuelve con su ya conocido proteccionismo. America First y Make America Great Again (MAGA) para él son algo más que dos eslóganes.
Europa necesita a Trump y Trump necesita a Europa
En ese contexto conviene recordar que Europa necesita a Trump y Trump necesita a Europa. El gesto conciliador con Tik Tok no tapa la sombra enorme de China, un obstáculo para lograr hacer realidad lo de MAGA. Una frase retumbó en el Capitolio, «hay que vencer a los enemigos de Estados Unidos».
Si hablamos de necesidades, Venezuela es la primera en alzar la mano. La designación de Marco Rubio y el equipo que le acompaña son una señal definitiva de por dónde irán los tiros con Nicolás Maduro y de rebote con Daniel Ortega y Díaz-Canel. Cuba es la espina clavada en la democracia del continente y la madre de los regímenes bolivarianos y similares.
Edmundo González Urrutia quizás tenga que reflexionar sobre su futuro. Donald Trump no le recibió cuando pudo hacerlo. La decisión provocó terror y la duda sobre si Washington insistiría en mantener lazos comerciales/hidrocarburos con Caracas y jugar a la censura en paralelo, como, en definitiva, hizo Joe Biden.
Los que conocen bien a la nueva Administración señalan que el entorno de González Urrutia en EE.UU. es el mismo que le doró la píldora al anciano Biden. Trump no olvida y si María Corina Machado y su delfín (también añejo) no buscan otros representantes del agrado de Trump, el proceso para liquidar la dictadura se retrasará. Por mucho que Marco Rubio y Venezuela tengan prisa.