
Una manifestación de estudiante serbios marcha sobre Belgrado
Qué hay detrás de las protestas de estudiantes en Serbia que han provocado la dimisión del primer ministro
Las calles de Belgrado y las principales ciudades serbias están siendo testigos, en las últimas semanas, de un estallido social impulsado por las jóvenes generaciones que ha creado una ola expansiva que amenaza con llevarse por delante al Gobierno serbio.
Todo comenzó el pasado 1 de noviembre, cuando el derrumbe de una marquesina ferroviaria le costó la vida a 15 personas y dejó decenas de heridos en la estación de tren de Novi Sad. Rápidamente, el pueblo se echó a la calle a protestar contra lo que consideraban negligencia de las autoridades y las deficiencias de la infraestructura pública, aunque en realidad tan solo era la gota que colmaba el vaso tras años de corrupción, autoritarismo y falta de transparencia gubernamental.
Las primeras marchas para protestar fueron organizadas por asociaciones estudiantiles que exigían responsabilidades concretas por el desastre. Sin embargo, la búsqueda por una investigación transparente rápidamente escaló, abarcando una crítica más amplia al Gobierno del presidente Aleksandar Vučić y su Partido Progresista Serbio (SNS). La indignación popular se intensificó con la revelación de que la reconstrucción de la estación había sido adjudicada a un consorcio chino sin los debidos controles de calidad, lo que muchos interpretaron como un ejemplo flagrante de corrupción institucionalizada.
La respuesta gubernamental incluyó intentos de desacreditar a los manifestantes, calificándolos de «anarquistas» y sugiriendo la influencia de actores extranjeros en las protestas. Sin embargo, estas tácticas no lograron disuadir a los manifestantes, quienes continuaron exigiendo responsabilidades y reformas estructurales. La situación alcanzó un punto crítico cuando, tras un ataque violento contra estudiantes en Novi Sad, el primer ministro Miloš Vučević —exalcalde de Novi Sad— presentó su dimisión el pasado 28 de enero, argumentando que su renuncia buscaba reducir la tensión en la sociedad.¿Dimisión o señuelo?
Sin embargo, la dimisión de Vučević, lejos de servir para desactivar las manifestaciones, fue interpretado como una estrategia gubernamental para desviar la atención y proteger al verdadero centro del poder, el presidente Aleksandar Vučić. Un señuelo que fue rápidamente identificado por los protestantes, que creen que el problema radica en un sistema político que ha permitido la acumulación de poder en manos de unos pocos.

Los manifestantes con la bandera serbia
Ya sin la baza del primer ministro Vučević, el Gobierno ha intentado desacreditar las protestas argumentando que estaban siendo manipuladas por intereses extranjeros o, incluso, buscando criminalizarlas. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el movimiento no da signos de debilitamiento, y ahora piden la dimisión de otros altos funcionarios, la convocatoria de elecciones anticipadas y la implementación de reformas estructurales que garanticen la transparencia.
¿Por qué las generaciones jóvenes?
El populista prorruso Aleksandar Vučić, del Partido Progresista serbio —empezó su carrera en el Partido Radical serbio, antes de cambiarse a este nuevo de reciente creación—llegó al poder en el año 2014, ejerciendo como primer ministro, cargo que desempeñó hasta 2017. Tras eso, fue elegido presidente el 31 de mayo de ese mismo año, cargo que ahora, casi ochos años después, sigue desempeñando.
Esto quiere decir que las generaciones jóvenes han crecido bajo el Gobierno de Vučić, que se prolonga ya más de una década, y al que acusan de ralentizar el crecimiento del país. Este movimiento no solo ha sido impulsado por la indignación, sino también por un deseo genuino de cambio y de instaurar un modelo de gobernanza más justo y democrático.
No es la primera vez que se movilizan. En 2023, tras dos tiroteos que causaron varios muertos en una escuela de Belgrado, también surgieron manifestaciones masivas. Y el año pasado, tras las elecciones legislativas, la oposición salió a la calle argumentando que había existido «fraude» en las mismas.
Más allá de esto, estas protestan también han servido para reavivar una vieja lucha de los ambientalistas serbios, que luchan contra la explotación del mayor yacimiento de litio —indispensable para las baterías de los dispositivos electrónicos— en Europa, ubicado en el valle de Jadar, al oeste de Serbia.
Vučić vio este descubrimiento como la oportunidad perfecta para dejarse cortejar por China y poner presión a la Unión Europea, oponiéndose al sentimiento de un pueblo que rechaza que se explote un valle que tiene una alta importancia medioambiental y ecológica. Ahora, con el apoyo de los estudiantes y la tragedia de Novi Sad como móvil, los ecologistas han vuelto a salir a las calles para reclamar lo que creen que les pertenece y, principalmente, para pedir lo que cada vez es menos una cuestión de si pasará y más de cuándo pasará: la dimisión del presidente Vučić.