¿Por qué la antigua Alemania Oriental ha votado masivamente a AfD?
La formación de Alice Weidel ha sabido presentarse como la defensora de los intereses de las clases populares frente a un sistema que consideran dominado por élites corruptas que viven de espaldas al ciudadano medio, al que le cuesta llegar fin de mes

La líder del partido Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, en Berlín
Hay que conocer la historia para comprender aspectos importantes del comportamiento electoral en Alemania. La Alemania Oriental fue castigada duramente por las dos grandes ideologías totalitarias que gobernaron la nación antes y después de la guerra.
El socialismo duro, altamente estalinista, de la República Democrática Alemana (RDA) generó un colectivismo brutal y un estado social gris y policial hasta el final de la caída del muro de Berlín en 1989.
Con la unificación desde 1990, Alemania Oriental estaba terriblemente depauperada, con una economía hundida y una sociedad terriblemente decaída. En el proceso de unificación los alemanes del Este hubieron de aceptar que para «salir del hoyo» en el que estaban debían aceptar unos salarios y pensiones más bajos que en el oeste de Alemania.
La economía de la RDA fue desmantelada. Fue una suerte de prototipo de la terapia de choque basada en medidas de gran austeridad. Una sociedad planificada, controlada que para salir del colapso económico hubo de aceptar que la agencia fiduciaria Treuhandanstalt, fundada en 1990, privatizara las empresas públicas de la RDA bajo los parámetros del libre mercado y liquidar, así, las instalaciones consideradas «no competitivas».Esta agencia asumió el control de 8.500 empresas y 45.000 instalaciones productivas en las que trabajaban aproximadamente cuatro millones de personas. Unas 6.500 empresas fueron privatizadas y vendidas muy por debajo de su precio. Muchos fueron al paro, así como funcionarios del sector público. Se perdieron dos tercios de los puestos de trabajo.
Este proceso, iniciado hace más de treinta años, es la causa por la cual el Este de Alemania es todavía económicamente más débil que el Oeste y aún hoy está marcado por una desigualdad crónica.
No solo el padecimiento social, sino comprobar que, de un día para otro, sus trayectorias vitales y los méritos cosechados a lo largo de sus vidas, bajo el socialismo, ya no contaban para nada, ya no valían, estableció una tendencia social a la desilusión y al desencanto. La bonanza de los tiempos de Angela Merkel, una canciller que, además, venía de la Alemania Oriental, optimizó esta situación social e hizo subir el ánimo y la igualdad social y económica.
Pero cuando las políticas migratorias se desbordaron, los alemanes del este se volvieron a ver en dificultades. Añadido a esto la recesión económica de los últimos tres años; la ruptura con Rusia, con quien Alemania Oriental mantenía grandes vínculos desde después de la guerra; la crisis energética que ha encarecido y dificultado la vida cotidiana; la pérdida de trabajos y la falta de perspectivas para los jóvenes; todo ello ha sumado un nuevo momento de decepción.
Asimismo los alemanes del Este, que históricamente se vieron más golpeados por la guerra y posguerra tienen mayores sentimientos nacionalistas, mayores deseos de recobrar el orgullo de ser alemán. Sienten más la humillación padecida tras el nazismo y la guerra algo que suscita un sentimiento patriótico mayor que en el resto de la República Federal. Recordemos que Dresde, bella ciudad del este de Alemania, fue bombardeada con una inhumanidad extraordinaria.
Durante días, sobre la ciudad de los canales, la aviación aliada hizo caer una lluvia de papelillos de aluminio para inmediatamente lanzar toneladas de bombas incendiarias que convirtieron la ciudad en una bola de fuego incandescente. Sola había población civil allí. Los carbonizaron.
Este acto puso fin a la guerra con la Alemania de Hitler, pero para muchos alemanes es un símbolo de la inhumanidad que se aplicó contra ellos. Estos elementos convierten a Dresde en signo del nacionalismo alemán.
Una narrativa de «nosotros contra ellos», de patriotismo y de recobrar lo perdido frente a las amenazas interiores (inmigración) y exteriores (nuevamente la amenaza de injerencia rusa o de globalismo de las caprichosas élites aliadas) es lo que ha encontrado una gran resonancia en amplios sectores de población objetivamente muy vulnerables a los cambios globales.
Alternativa para Alemania (AfD) ha sabido presentarse como la defensora de los intereses de las clases populares frente a un sistema que consideran dominado por élites corruptas que viven de espaldas al ciudadano medio, al que le cuesta llegar fin de mes.