Los candidatos de la Argentina cambiaron de bando
Se van extinguiendo veinte años de hegemonía kirchnerista y también asoma el ocaso para Mauricio Macri. Nuevos liderazgos para una elección difícil de comprender
La Argentina, sofisticada e incomprensible, inasible para quien no viva en ella… Desconcertante incluso para buena parte de sus ciudadanos, sobre todo los que se creen talentosos...
El 13 de agosto se dirimen candidatos de cada frente político, el 22 de octubre se vota presidente y otros cargos nacionales, incluyendo gobernador de la decisiva provincia de Buenos Aires que alberga más de un tercio del padrón electoral total.
A fin de año habrá nuevo presidente. Tan pobre ha sido la gestión de Alberto Fernández, que no pudo ni siquiera amagar con su reelección.
De la derecha al populismo
Hay dos coaliciones dominantes: la oficialista alberga diversos peronismos, desde el mayoritario kirchnerismo –disperso en diversos partidos y corrientes–, los Partidos Justicialistas del interior, los sindicatos y el Frente Renovador que preside Sergio Massa. Su consigna: Unidos por la Patria.
La oposición de Juntos por el Cambio reúne al PRO de Mauricio Macri, la Unión Cívica Radical , la Coalición Cívica de Elisa Carrió y fuerzas menores.
La historia de los principales candidatos poco tiene que ver con las fuerzas que representa: nacieron a la política con banderas inversas a las que hoy promueven.
El candidato del peronismo unificado nació en el cenáculo del ultraliberalismo. Su partido, Unión de Centro Democrático, era invención del ingeniero Álvaro Alsogaray, el abanderado del liberalismo económico y acompañante de los gobiernos militares, furioso anti-peronista y el anti-radical , en tiempos que ambas fuerzas (peronistas y radicales) sumaban tres cuartas partes del electorado, cuando no el noventa por ciento. Sergio Massa inició su militancia allí. Hoy, es el candidato que llevan los herederos de Juan Perón, Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Podría agregarse que Massa dejó el liberalismo ortodoxo, estuvo en el peronismo kirchnerista, fue jefe de gabinete de la presidenta Cristina, se enojó y fundó su propio partido, triunfando contra Néstor Kirchner en comicios legislativos de la provincia de Buenos Aires, antes de presentarse a las presidenciales de 2015 con fórmula propia, lo que impidió a Daniel Scioli, apoyado por el peronismo kirchnerista, vencer en primera vuelta y le costó ser derrotado por Macri en el balotaje.
Massa percibe, igual que Cristina, que el peronismo dividido no puede triunfar. Hace cuatro años Cristina convocó y Massa acudió al llamado: ambos apoyaron al solitario Alberto Fernández para 2019-23, cuya característica saliente había sido ser antecesor de Massa en la jefatura de gabinete cristinista y luego compartir con Massa las diatribas más feroces contra la propia Cristina. Acaba de ocurrir lo mismo: pero esta vez Cristina lo ungió a él.
La revolución y la reacción
Enfrente, se distingue la más severa crítica a los gobiernos de izquierda de Cuba y Venezuela, la abanderada de la inclusión en Occidente y de la lucha contra el peronismo en todos sus matices. Patricia Bullrich pertenece a una familia patricia, pero nació a la política en el peronismo de izquierda, guevarista y pro-guerrillero, la Juventud Peronista de las Regionales, que orientaba la organización político-militar Montoneros.
Bullrich debió escapar del país durante la feroz represión de la cruel dictadura 1976-83. Volvió a Buenos Aires y a la política y tuvo rachas de acompañamiento a diversas corrientes –Carlos Menem, la doctora Elisa Carrió, la Alianza– y mantuvo un partido vecinal propio, que el presidente Macri le obligó a disolver. A cambio, logró la presidencia del PRO (donde nunca había estado). Desde allí, a fuerza de voluntad y decisión se convirtió en candidata con chance.
Hoy, Bullrich es la favorita de sectores acomodados de la clase media, tradicionalmente anti-peronistas. Fue militante toda su vida, y hoy se ofrece como la alternativa para un capitalismo duro, volando con dinamita las complejas relaciones entre política y empresas. Su discurso ha girado a posturas conservadoras en lo político y liberales en lo económico. La candidata del Orden.
Así, Massa y Bullrich representan hoy lo contrario que en sus mocedades, y lo hacen con entusiasta descalificación de quienes piensan distinto... ¡que es lo que ellos pensaban antes….!
De número (puesto) a hombre en peligro
Tercero en discordia es el jefe de gobierno de la capital argentina, Horacio Rodríguez Larreta. Igual que Bullrich, proviene de una familia tradicional (menos copetuda que los Bullrich). Uno de sus antepasados fue coleccionista del mejor arte español –elegido por él y financiado por su riquísima esposa– que hoy puede admirarse en el museo que lleva su nombre en un barrio elegante. Más cerca en el tiempo, otro ascendiente de su mismo nombre era hace un siglo procurador general del Estado. Su padre, finalmente, fue un respetado dirigente del desarrollismo que condujo a la presidencia a Arturo Frondizi (1958-62).
Hace un par de años, Rodríguez Larreta parecía el candidato indiscutible de la alianza opositora. Había sido lugarteniente de Mauricio Macri durante ocho años de gobierno en la ciudad de Buenos Aires y su sucesor 2015-19 y 2019-23. Mientras Larreta se autoconfinaba a la gestión, de la ciudad de Buenos Aires, Bullrich comenzó a recorrer las provincias. Calcula haber dado tres vueltas a la Argentina.
¿Cómo permitió semejante desafío el tercer candidato? Larreta comenzó su carrera política criticando el despilfarro estatal y el gasto público, y se integró a la administración de Carlos Menem (1989-99). Intervino en diversas gestiones pasando por De la Rúa y lleva dieciséis años seguidos en la ciudad de Buenos Aires. Treinta años en la función pública demuestran que no la considera tan mala y hoy expone tal expertising como un rasgo de confiabilidad y previsibilidad.
Ausente de carisma, trata de mostrar que el éxito en la gestión comunal será llevada a la nación. El mismo camino recorrieron dos presidentes: Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, quienes pasaron de la gestión municipal a la administración nacional. La previsibilidad es su bandera.
Buenos Aires es una ciudad con más brillo que sus hermanas. También Massa exhibe un municipio boutique: Tigre, con paseos en lancha, restaurantes y un río abierto en lo mejor del delta del Paraná.
Del cohete a la luna
El cuarto candidato arrancó con todo pero parece haberse quedado sin combustible. Javier Milei admira a los economistas manchesterianos del siglo diecinueve y promueve un capitalismo anárquico con la virtual extinción de todo lo existente: desde las empresas públicas hasta el Banco Central, desde los impuestos hasta el peso argentino.
Milei exalta –a los gritos– a teóricos muertos hace un siglo y promueve teorías abandonadas hace mucho. Es economista, pero su crecimiento no nace de su profesión sino de diatribas contra el resto de los políticos. Copia al colectivo español Vox : la culpa de todo nace de «La Casta Política». Sus antecedentes son sorprendentemente populares, parecidos a muchos argentinos de clase media baja: jugó al fútbol como federado en divisiones inferiores de la AFA y tocó en bandas musicales.
El descontento popular le arrimó muchas simpatías, pero a la hora de los votos (se anticiparon comicios en numerosas provincias) sus candidatos repiten un magro dos por ciento. Esos, sus hombres, suelen provenir de la execrable Casta. Algún defensor de la dictadura allí, un ex peronista acullá, un fracasado vicegobernador más lejos, un ex seguidor de Elisa Carrió, algún periodista más lejos . Lo curioso es que, hurgando, casi todos ellos pertenecen o pertenecieron a la Casta. En muchos casos, La Casta los desterró por conductas excesivas hasta para …La Casta.
Lo que viene
Los opositores deberán dilucidar quién gana una elección interna de agosto, las llamadas Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, PASO. Bullrich arranca con ventaja mínima, pero su discurso estaba previsto para alentar a una minoría intensa anti-K.
El dedo de Cristina cambió todo. Massa provocó alivio en las franjas mayoritarias del gran empresariado, que por primera vez en mucho tiempo transmite en público y privado que prefiere pocos cambios antes que el riesgo de conflictos sociales y políticos de envergadura.
El cambio de escenario obliga a un cambio de discurso. Si Bullrich lo logra, tendrá chance de ganar la nominación. Si no lo advierte, le será difícil llegar a la Casa Rosada. Habrá que ver si la vehemencia útil contra Cristina es rentable contra Massa. En principio, pareciera que el cambio de escenario no está modificando su discurso de campaña.
Larreta, consciente de la falta de entusiasmo que despierta, tratará de mostrarse como una administrador esforzado, capaz de integrar al gobierno a sus socios políticos de la Unión Cívica Radical (lo acompaña en la fórmula el gobernador Gerardo Morales) y la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Incluso convocó figuras de derecha dura, arrebatadas a Bullrich a último momento. Anuncia que convocará peronistas y otros sectores para conformar una mayoría desde el gobierno y parlamento: aspira a un setenta por ciento de voluntades para garantizar gobernabilidad.
Bullrich tiene el respaldo de Macri y aspira a quedarse con buena parte de los votantes que están abandonando a Milei. Su oferta no es la de consensuar sino arremeter para cambios profundos sobre la base de un compromiso de quienes acompañan su fuerte decisionismo.
El riesgo para Larreta es dar una imagen insustancial y poco combativa. El de Bullrich, un exceso de beligerancia
El riesgo para Larreta es dar una imagen insustancial y poco combativa. El de Bullrich, un exceso de beligerancia. El de ambos, convertir la interna en un combate sangriento, donde el vencedor pierda muchos de los votos del derrotado para el momento clave del enfrentamiento contra Massa. El ganador deberá convencer a los votantes de su vencido que lo acompañen.
El vencedor de esa contienda sostendrá dura pelea con el peronismo-renovado con el candidato Massa. Éste –que seguirá siendo ministro de Economía– afronta una inflación que no baja de siete u ocho puntos mensuales, con su ristra de damnificados, sobre todo en los sectores de ingresos fijos, que son la principal fuente de votos oficialistas.
Massa depende sobre todo de la oposición. Si la imagen de internismo feroz y de intolerancia se imponen, el peronismo podrá aspirar a la hazaña de ganar la Casa Rosada luego de uno de los peores cuatrienios socioeconómicos de la historia civil.
Massa, supuesto candidato distribucionista, es cuestionado por las corrientes más izquierdizadas y populistas del combo cristinista. A tal punto que habilitaron a un líder piquetero Juan Grabois para disputar la nominación oficialista, con el propósito de evitar que esos votos se alejen de la coalición peronista.
Tan curioso es todo, que la entusiasta candidata pro-empresa, Patricia Bullrich, deslizaba una dura descalificación de Larreta y Massa por ser «lo mismo», mientras el presidente de la Cámara de la Construcción coincidía que Massa y Larreta son «lo mismo» y calificaba tal semejanza de una feliz circunstancia, tan deseable como promisoria.
La candidata pro-mercado critica lo que el mercado aplaude. Tales emprendedores se entusiasman con el supuesto candidato distribucionista y, en el campo opositor, dicen preferir la moderación de Larreta que la inyección super-capitalista de Bullrich.
Los candidatos aspiran a representar ideas que sus beneficiarios parecen detestar. Sectores que suelen opinar muy distinto de quienes quieren exhibirse como sus campeones. No hay caso, país indescifrable...