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Los tres escenarios que se abren para el coche eléctrico en Europa: del integrismo a la conciliación
Bruselas está a tiempo de decidir si quiere seguir siendo un integrista del coche eléctrico a cualquier precio, aunque eso deje en el aire el futuro de la automoción europea
La decisión de Donald Trump de reconsiderar la postura de los Estados Unidos frente al coche eléctrico llega para confirmar que uno de los principales problemas del automóvil en Occidente es que se ha politizado.
El presidente de los Estados Unidos ha apostado tanto por arrinconar al coche eléctrico como por que sean los propios norteamericanos los que elijan el tipo de vehículo que prefieren para su movilidad, una decisión que favorece a las cuatro grandes del automóvil norteamericano.
Bruselas no mueve ficha
Bruselas ha adoptado una postura mucho más cauta tras las presiones de los fabricantes europeos, al anunciar la apertura inmediata de una ronda de reuniones con fabricantes, compradores y agentes sociales en relación con la descarbonización del automóvil y la transición al coche eléctrico.
La izquierda tradicional europea y los ecologistas han convertido al coche eléctrico en el ariete de lo que han venido a denominar industrialización 3.0.
Se trata de un proceso de reindustrialización de Europa que comenzó tras la epidemia de COVID y que se basa en la puesta en funcionamiento de una nueva industria muy tecnológica y por encima de todo cero emisiones.
El coche de la izquierda
En su momento Bruselas creó la ingente partida de fondos Next Generation para regar con dinero público a los países que hicieran los deberes en materia de descarbonización, lo que se ha traducido en la puesta en funcionamiento de Zonas de Bajas Emisiones y en la peatonalización de las ciudades.
Así, el coche eléctrico se ha convertido en el medio de movilidad por excelencia de la agenda 2030 y del movimiento woke, el término con el que los conservadores denominan a las ideologías de izquierdas y progresistas.
Electrificación a la carrera
Nadie ha entendido muy bien por qué Bruselas, en manos de la teórica derecha europea, se ha sumado a la variante más integrista de la descarbonización forzando una electrificación demasiado rápida del automóvil que está poniendo en riesgo la propia industria europea del automóvil.
Ahora se abren tres vías para Europa en materia de electrificación del automóvil. La primera es en la que nos encontramos actualmente, el integrismo y la imposición del coche eléctrico, con multas a los fabricantes de coches que no vendan suficientes eléctricos a final de este año, unas sanciones que podrían superar los 15.000 millones de euros.
El peor escenario que supondría la quiebra para algunos fabricantes, incapaces de vender más coches eléctricos porque no hay demanda real en el mercado.
Escenario trumpista
El segundo de los escenarios es el más conciliador, apostando por el coche eléctrico como una solución urbana pero sin renunciar al mismo, en paralelo a una apuesta por los coches híbridos que permitan que al final sea el comprador el que opte por la tecnología que más le interesa. Todo muy trumpista.
La tercera de las alternativas parece la menos viable a día de hoy, que sería cargarse por completo el coche eléctrico, y volver al coche con motor de combustión, algo que es sencillamente inviable y que ni siquiera los fabricantes podrían asumir, pues ya se han comprometido con los proveedores para los próximos años y han hecho inversiones ingentes en tecnología e investigación.