Cardenal Cláudio Hummes (1934-2022)
El hombre que susurró el programa al Papa Francisco
Su determinación y su fidelidad al Evangelio le llevaron a ser apreciado por San Juan Pablo II, quien le nombró en 1996 arzobispo de Forteza y, dos años después, arzobispo de Sao Paulo
Cláudio Hummes
Brasileño, de origen alemán. Nombrado arzobispo de Sao Paulo y cardenal por San Juan Pablo II, el Papa Benedicto lo puso al frente de la Congregación para el Clero y el Papa Francisco le nombró relator del Sínodo de la Amazonía y, posteriormente, presidente de la Comisión Eclesial de la Amazonía.
Era el 13 de marzo de 2013. En el interior de la Capilla Sixtina, 115 cardenales de la Iglesia Católica recontaban los votos para decidir quién sería el nuevo obispo de Roma. Mientras las sumas apuntaban a que Jorge Mario Bergoglio iba a obtener la mayoría, su compañero de asiento, el brasileño Cláudio Hummes, le dijo al oído: «No te olvides de los pobres».
Fue el propio Papa Francisco quien recreaba la escena pocos días después. Había hecho amistad con Hummes durante los encuentros de Aparecida y mantenían una buena relación desde entonces. Por ello, esas palabras bajo los frescos de Miguel Ángel, le llevaron a elegir el nombre como pontífice. «Enseguida, en relación con los pobres pensé en San Francisco de Asís, enseguida pensé en las guerras. Mientras el escrutinio proseguía... Y así me vino un nombre en el corazón: Francisco de Asís, Francisco el hombre de la pobreza, de la paz, que ama y cuida lo creado...»
Cláudio Hummes era franciscano. Hizo sus estudios, desde la Primaria, en el seminario franciscano de Taquari, en Rio Grande do Sul, su ciudad natal. Allí aprendió a identificarse con la realidad de los más necesitados y a vivir con un espíritu de pobreza que le llevaría a contagiar al Papa Francisco.
Siempre fue un hombre de acción. Más allá de las bonitas palabras, Hummes apostaba por un compromiso cristiano que se pudiera plasmar con los hechos. Una característica que se constató en sus años como obispo, primero auxiliar, de Santo André. Si algo tuvo a gala durante esa época fue la defensa de los trabajadores más humildes de su diócesis. Allí se encontró con quien llegaría a ser presidente del país, Lula da Silva. Colaboró con él en las reclamaciones de los trabajadores, aunque con los años se iría distanciando del político. Como obispo responsable de la Pastoral Obrera en Brasil llegó a participar en algunas huelgas.
Su determinación y su fidelidad al Evangelio le llevaron a ser apreciado por San Juan Pablo II, quien le nombró en 1996 arzobispo de Forteza y, dos años después, arzobispo de Sao Paulo, la ciudad en la que ha fallecido. En Sao Paulo impulsó notablemente la pastoral vocacional y la formación de los sacerdotes para llegar hasta el último rincón de esa gigantesca ciudad. Consciente de que las sectas aprovechaban la escasa formación de los católicos en Brasil para crecer constantemente, Hummes trató de mejorar la comunicación social de la Iglesia, la forma de conectar con los fieles.
La confianza de San Juan Pablo II en este obispo brasileño se reforzó con el Papa Benedicto XVI, quien le trajo a Roma en 2006 para dirigir la Congregación para el Clero. En el Vaticano se convirtió en una figura respetada y también lo fue con el Papa Francisco.
Con más de 80 años accedió a ser el relator del Sínodo de la Amazonía y, posteriormente, presidente de la Comisión Eclesial de la Amazonía. Un empeño para el que no escatimaba esfuerzos. «Es preciso pasar del 'deber hacer' al 'hacer'», reclamaba con claridad tras el Sínodo. «Está bien discernir sobre lo que debemos hacer, es algo bueno, pero no basta». Una acción que se planteaba siempre «en red y sinodalidad». «Ir a las comunidades, presentar los resultados del Sínodo, escuchar y construir con ellos nuevos caminos, para después comunicar a toda la red lo que estamos haciendo y siempre bajo la guía del Espíritu Santo». Ese era el esquema de trabajo de Hummes.
Frente a quienes reclamaban soluciones alternativas o sacerdotes casados para la Amazonía, Hummes apostaba por medidas prácticas y concretas. Una de ellas era la de abrir escuelas de formación para diáconos permanentes, catequistas y animadores de comunidad, ya fueran hombres o mujeres. Se trataba de reforzar las estructuras misioneras contando con todos los fieles. El espíritu del Concilio Vaticano II estaba en el fondo de sus propuestas para una Iglesia a la que siempre quiso servir con eficacia.
El Papa Francisco ha enviado un telegrama de pésame a la diócesis de Sao Paulo en el que agradece «sus largos años de dedicación y servicio a la Santa Madre Iglesia en los diversos encargos pastorales que le he confiado, tanto en Brasil como en la Curia Romana».