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Leo Beenhakker, en una imagen de 2011, en Hungría

Leo Beenhakker, en una imagen de 2011, en HungríaEFE

Leo Beenhakker (1942-2025)

El hombre que impuso el fútbol total en la Quinta del Buitre

Trajo la modernidad al juego del Real Madrid:
Míchel como extremo para dar pases con su guante a Butragueño y Hugo Sánchez; Martín Vázquez, de artista, y Sanchís sacando el balón desde atrás

Leo Beenhakker
Nació el 2 de agosto de 1942 en Rotterdam y falleció en la misma ciudad el 10 de abril de 2025

Leo Beenhakker

Entrenador de fútbol

Una lesión le obligó a dejar el fútbol como jugador a los 19 años. Se hizo entrenador y comenzó una carrera muy diversa. Llegó al Ajax en 1979. Luego se marchó al Zaragoza. Recaló en el Volendam y en el 86 firmó por el Real Madrid. Regresó al Ajax antes de volver al club blanco en el 92. Grasshopper, América de México, Estambul, Guadalajara, Vitesse, Feyenoord y De Graafschap fueron sus siguientes clubes. Fue seleccionador de Países Bajos, Arabia Saudí, Trinidad y Tobago y cerró su carrera en Polonia.

Vino al Real Madrid en el 86 para cambiar el estilo de juego clásico. Su reto era pasar del esquema que Santillana y Juanito hicieron tradicional, buscando el gol con el artillero cántabro, a un despliegue estratégico distinto, rápido, más técnico, más elaborado, con la Quinta del Buitre en plena efervescencia y Hugo Sánchez en modo 'killer' mundial.

Lo consiguió, aunque siempre le quedará la espina clavada de la Copa Europa que el PSV les 'robó' sin ganarles ni un partido, con dos empates y la eliminación por el valor doble del gol holandés en Madrid.

En un análisis general de la época, el mejor Milan de la historia —con Maldini, Baresi, Van Basten, Rijkaard y Gullit— privó a Beenhakker y a 'la Quinta' de una Champions que merecieron en más de una ocasión.

¿Cómo le conoció Ramón Mendoza? Porque dejó huella en el Zaragoza con ese fútbol moderno en el que todos presionaban. Leo siempre dijo que su maestro fue Rinus Michels, el 'inventor del fútbol total'. Una idea que hoy sigue reinando. El equipo ataca y defiende colectivamente, presiona y se mueve como un barco hacia donde va el balón, para que siempre estén todos muy cerca unos de otros a la hora de la ayuda defensiva y de la salida de balón tras recuperarlo. ¿A qué les suena a hoy? Pues eso lo inventó Michels. Y en un país donde Cruyff era un icono, Rinus Michels fue el creador de la modernidad. Muchos técnicos siguieron sus pasos. Beenhakker, que trabajó con Cruyff en el Ajax, reconoció que su inspiración fue Rinus Michels. «R» y «M». Real Madrid.

El Real Madrid posa con el trofeo de la Liga 1987/88, en el estadio Santiago Bernabéu. De izquierda a derecha, el entrenador Leo Beenhakker (3i), Michel, Gordillo, Butragueño, Aldana, y Mino. Agachados, Maqueda, Buyo, Santillana, Sanchís, y Hugo Sánchez

El Real Madrid posa con el trofeo de la Liga 1987/88, en el estadio Santiago Bernabéu. De izquierda a derecha, el entrenador Leo Beenhakker (3i), Michel, Gordillo, Butragueño, Aldana, y Mino. Agachados, Maqueda, Buyo, Santillana, Sanchís, y Hugo SánchezEFE

Este punto de partida enciclopédico de la consecución de un fútbol moderno es fundamental para entender la razón de la llegada de Leo Beenhakker a España.

Ramón Mendoza recibió muy buenos informes de él. Y se la jugó. Fichaba a un entrenador que traía unos conceptos que revolucionarían al conjunto blanco. Y así sucedió.

Tomaba el testigo de Luis Molowny, que había ganado la Liga y dos Copas de la UEFA en el estreno de la Quinta del Buitre. Allí estaban Santillana, Juanito, Valdano, Camacho, Ricardo Gallego. A Leo le tocó la misión de realizar la transición de ese fútbol clásico de buscar los goles de Santillana por alto a una táctica con más recursos estratégicos, pues había que vencer al Milan de esa era.

No era sencillo el cambio. Santillana marcó nada menos que 290 tantos durante dos décadas con ese estilo tan práctico. Para el holandés fue muy duro ir sentando en el banquillo paulatinamente a Carlos Alonso y a Juanito, ante la irrupción de Butragueño, Hugo Sánchez y Míchel. Vimos muchos entrenamientos en los que Santillana salía de la antigua ciudad deportiva madridista con el semblante reflexivo del relevo que vivía. Beenhakker le sacaba en los segundos tiempos, pero ya no era lo mismo. Ley de vida.

Beenhakker celebró con la Quinta tres Ligas consecutivas, una Copa del Rey y dos Supercopas de España. Es el último entrenador del Real Madrid que ha conquistado tres campeonatos ligueros seguidos, dato sintomático. Pero el destino le marcó. Abandonó la casa blanca en 1989 tras sufrir cinco goles del Milan en las semifinales de la Copa de Europa. Ancelotti, lo que es la vida, marcó el primero de aquellos cinco tantos frente a Butragueño y Chendo. Beenhakker volvió al Real Madrid tres años más tarde.

Digamos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad: Mendoza se equivocó al echar a Radomir Antic tras finalizar la primera vuelta de la Liga, en enero de 1992, cuando era líder. El presidente veía que el equipo iba en receso, físicamente hacia abajo, sin jugar bien, y no esperó.

Dicho esto, llegó Beenhakker y mantuvo el pulso del equipo. Logró que los blancos fueran líderes hasta la última jornada. Dependían de ellos mismos. Si ganaban eran campeones, porque contaban con la victoria del Barcelona sobre el Athletic en el Camp Nou. Y el conjunto madrileño sufrió el primer batacazo de Tenerife, del 1-2 al 3-2, y el vergonzoso arbitraje de García de Loza, quien reconoció posteriormente sus errores y manifestó hace poco tiempo que, con el VAR, el Real Madrid y Beenhakker habrían ganado aquella Liga.

Años más tarde, haciendo un balance de su mejor etapa como entrenador, que la vivió en el Real Madrid, Leo Beenhakker se sinceró ante nosotros: «García de Loza me quitó la Liga de Tenerife en 1992 y fue quien me echó realmente del Real Madrid». En efecto, porque la consecución del título habría supuesto su continuidad sin discusión. Leo no podía olvidar el gol de Luis Milla que García de Loza y el linier Puentes Leira anularon por un fuera de juego inventado, que habría supuesto el 1-3 y el título liguero. «Pero si Luis estaba a un metro del defensa y le superó», no paraba de decir Leo, dolido, que también recordaba la injusta expulsión de Villarroya.

Tras ese duro golpe, el holandés dirigió al Grasshopper suizo, hizo carrera en el América y el Guadalajara de México, volvió a Holanda para entrenar al Vitesse de Arnhem y en 1997 se encargó por fin del equipo de su ciudad, el Feyenoord de Rotterdam, donde estuvo tres temporadas en las que conquistó una Liga y una Supercopa. Fue su último gran trabajo a nivel de clubes. Mucho antes había comandado al Ajax en dos etapas, en 1979, ganando la Liga, y en el 89.

Sus principales labores como entrenador las ejerció en el Real Madrid, el Ajax y el Feyenoord, pero fue el equipo español el que le hizo famoso en el mundo.

Beenhakker no lo olvidó: «García de Loza me quitó la Liga de Tenerife y fue quien me echó realmente del Real Madrid»

También fue el responsable de cuatro secciones nacionales. Todavía en su apogeo como técnico llevó las riendas de Países Bajos en el Mundial de 1990. En 1993 fue fichado por Arabia Saudí. Fue el preparador de Trinidad y Tobago en el Mundial 2006, país que le dio las más altas condecoraciones y donde ha pasado muchos momentos de su vida desde entonces. Finalmente, se encargó de Polonia desde 2006 a 2009.

Leo se enamoró de España. El sol y la alegría. Fragor y calor. Era una España y un Real Madrid más cálido, de sangre. Y se acostumbró al instante. Campechano, hicimos buena amistad. Mi mujer, holandesa, era otro lazo para compartir cosas.

Este neerlandés errante era auténtico, sin doblez. Nos dijo que nació en Rotterdam por casualidad. Su padre murió cuando era un chaval y fue electricista para aportar dinero a casa y salir adelante, a la vez que jugaba al fútbol como extremo. Una lesión grave le retiró pronto como jugador y se preparó para ser entrenador. El Real Madrid fue su apogeo.

Compartimos su día a día en la casa blanca. Conversábamos casi todas las mañanas después del entrenamiento. Cuando Leo no tenía coche, por cualquier circunstancia, me pedía que le llevara al Bernabéu desde la ciudad deportiva al finalizar la sesión. El entrenador del Real Madrid recorría el Paseo de la Castellana subido en mi viejo Panda rojo. Inolvidable.

En los momentos de reflexión, le gustaba tomarse un whisky Bell's y hablar de fútbol. Se leía toda la prensa deportiva para ver lo que decían de él y de su Real Madrid. «Lo que no entiendo de los españoles es que coman tanto a las tres de la tarde y después vuelvan a trabajar», decía. Eso sería impensable en Holanda. Pero él se fumaba tres paquetes diarios, uno en pleno partido, y no pasaba nada.

En su última visita al Bernabéu escuchó el litigio de Negreira y le mencionaron la bicha. Le contaron que Joan Laporta había manifestado, para justificar el dinero entregado a Negreira, que esto comenzó realmente con José Luis Núñez en los años noventa y que él se encontró con ello. Beenhakker lo pensó rápidamente: las dos Ligas perdidas en Tenerife con escándalos arbitrales de García de Loza y de Gracia Redondo. Leo sufrió la primera. Benito Floro soportó la segunda. El holandés no dejaba de lamentarlo y se ha ido al cielo con esta rabia: «García de Loza me echó del Real Madrid».

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