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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El canciller Sánchez ya estaría en casa

Con los grandes éxitos que lleva a cuestas, en una democracia más saludable que la española habría tenido que dimitir un par de veces

Actualizada 14:35

Dimite el joven canciller austríaco Kurz tras haber sido acusado de utilizar dinero público para mejorar su imagen. En concreto, se investiga si sufragó con fondos públicos encuestas favorables a él y a su partido que se publicaban en la prensa. Al conocer la noticia, los observadores ingenuos nos quedamos rumiando ante nuestra taza de café un pensamiento políticamente incorrecto: ¿Y no es precisamente eso lo que hace por sistema nuestro presidente con las encuestas de Tezanos, un miembro de la Ejecutiva del PSOE al que colocó al frente del CIS para que remase a favor de la causa socialista? Es evidente que la manipulación que perpetra Tezanos en el CIS es propaganda de Sánchez y de su partido costeada por el erario público (y por ello acaba de ser imputado por malversación). Pero en España casi nadie se atreve a extrapolar que ante un escándalo así el presidente del Gobierno debería caer. El tertulianismo progresista prorrumpiría en risitas displicentes si alguien lo plantease en un plató.

Dimite el canciller Kurz y los observadores ingenuos nos quedamos pensando qué habría ocurrido si Sánchez, con lo que lleva a cuestas, hubiese gobernado en Austria (o en el Reino Unido). ¿Habría conservado el poder tras destaparse que incurrió en plagios en su tesis doctoral y en el libro que la recogía (y más cuando él mismo había impartido lecciones éticas en el Congreso recordando que en Alemania ante casos así la dimisión es inexcusable)?

Imaginemos que a pesar de la ola de críticas por su tesis tuneada, el tesonero canciller Sánchez hubiese sobrevivido. ¿Le habrían perdonado los austríacos que acto seguido, durante el confinamiento más duro de Europa, se inventase informes falsos para alardear del número de test, que ordenase a las fuerzas de seguridad peinar las redes sociales para evitar críticas a su Gobierno, o que falsease las cifras oficiales de muertos para maquillar su imagen? Me temo que no, que la presión social, política y mediática lo obligaría a renunciar al cargo.

Pero vamos a imaginar que el canciller Sánchez ha aplicado su manual de resistencia y todavía aguanta contra viento y marea. ¿Qué pasaría si finalmente el Tribunal Constitucional austríaco lo vapulea en dos históricas sentencias, en las que concluye que restringió las libertades personales y cerró el Parlamento de manera abusiva con la excusa de la pandemia? Pues obviamente ahí ya no lo salvaría ni un milagro: tendría que irse a casa sin remedio. En ninguna democracia avanzada, de Austria a Francia pasando por Corea del Sur, se tolera que siga en el poder un gobernante desautorizado por el máximo tribunal del país en un asunto de tal gravedad. Excepto en la nuestra, claro. Un poco de propaganda oficialista, 25 minutos de volcán en todos los telediarios, unos cuantos insultos a la derecha «intransigente» y «fascista» y a los jueces… y a correr. Aquí no ha pasado nada tras el doble revolcón del TC.

La calidad de nuestra democracia ha empeorado en la etapa de Sánchez. Parte de la sociedad, bien pastoreada por el dominio «progresista» en las televisiones, tolera con mansedumbre pastueña que le roben cachitos de libertad y que el poder se fume las buenas prácticas que oxigenan un régimen de libertades. En Austria, el canciller Sánchez estaría en babuchas en su casa hace tiempo viendo partidos de baloncesto en la tele. Aquí hasta se permite dar lecciones morales a sus adversarios. Deberíamos ir despertando. 

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