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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Cayetana

Cayetana no es cómoda, pero sí indispensable. Desbroza las malas hierbas de la sumisión y ofrece su opinión libre, casi siempre molestísima para los que mandan

Actualizada 05:14

En tiempos de Goya, en España había una Cayetana, aunque vivieran algunas más. La duquesa de Alba. Dueña de una belleza morena y rizada que volvió loco al genio de Fuendetodos. Y en los años de Picasso, otra Cayetana. La duquesa de Alba, a la que quiso pintar desnuda al modo de La Maja goyesca. Su marido no lo autorizó. Ahora, en los años de Ferrer-Dalmau, el más grande de nuestros pintores, Cayetana es, por definición, Cayetana Álvarez de Toledo. Augusto Ferrer-Dalmau, como su antecesor en el arte, el también catalán Cusachs, no retrata a mujeres desnudas. Sí a soldados uniformados, escenas de batallas y combates navales. En estos últimos, asesorado por Arturo Pérez-Reverte, pero con sus pinceles. Nada más difícil que pintar la mar. El desnudo de La Maja de Goya está en entredicho. Unos dicen que es Cayetana y otros que no. El fallido desnudo de la Cayetana de Pablo Picasso no tuvo ni un principio de boceto, y este tercer desnudo de nuestra Cayetana de hoy no parece factible. Augusto Ferrer-Dalmau la pintaría como una coronela de los Húsares de la Princesa, pasando revista a caballo con su cuello de cisne erguido, la barbilla alzada y la mirada presta al arresto.

Cayetana, dicen, es un verso libre. Es muy pesado y repetitivo lo del verso libre. Y además, injusto. Porque el verso libre puede ser muy malo. Y Cayetana lo que representa, sin lugar a dudas, es la independencia intelectual en un partido político. Esa independencia le costó el puesto de portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. Se la cargó Casado cumpliendo las órdenes de Teo. En el PP, el segundo manda más que el primero. Rajoy obedecía a Soraya, y Casado cumple estrictamente las decisiones de Teo. Perdió mucho el PP silenciando a Cayetana y dándole voz a Cuca Gamarra, muy respetable, pero mujer de partido, obediente y confusa. Eso de lo segundo sobrevolando lo primero lo dejó escrito en un brillante epigrama un poeta satírico que surgió en los años de la última generación de la bohemia y la golfería poética. Se trataba de zaherir a un anticuario canario, apellidado Alonso, también poeta, muy metido en su armario y con escasas simpatías por su mal carácter.

Lo primero el corazón,

y lo segundo, el trasero.

Como Alonso es maricón

lo segundo es lo primero.

Un partido político es una reunión de aduladores, como aquel Consejo Nacional de tiempos de Franco, que al decir de José María Pemán, «era un Consejo que se reunía una sola vez cada año para oír el discurso del Aconsejado». En los dos partidos políticos más fuertes, hasta la fecha, de España, el PSOE y el PP, la libertad de opinión y la independencia intelectual están muy mal vistas. Priman el cargo y la mamandurria. Y no se aperciben que las opiniones libres, valientes e independientes significan que en su partido hay libertad, valentía e independencia, no un conjunto de asentidores y pelotaris. El presidente de un importante banco español nombró consejero del mismo a un cobista profesional de muy escasa preparación en conocimientos bancarios. Y. al ser preguntado por los motivos de tan innecesario nombramiento, el banquero respondió: «Cada vez que hablo en la Junta General, él siempre se sienta en la primera fila y asiente con vehemencia mis palabras».

Cayetana no es cómoda, pero sí indispensable. Desbroza las malas hierbas de la sumisión y ofrece su opinión libre, casi siempre molestísima para los que mandan. Y los que mandan, en lugar de agradecer esa didáctica molestia, se agarran unos mosqueos de padre y muy señor mío.

Cuando Casado le confesó que había entregado todo el poder a Teo, Cayetana consideró que aquella concesión era tan grave como negativa. Y lo ha contado. Y ha hecho muy bien en contarlo. Y en el PP no han sabido distinguir entre la independencia y la traición.

Esta Cayetana, como esa Isabel, vale más que el segundo y el primero juntos y sumados. 

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