Un pollo en el gallinero de Podemos
Si Podemos era un corral de gallitos es razonable que su futuro lo escriba un pollo en plena estampida de gallinas
Juan Carlos Monedero se cree Jean Paul Sartre, pero el Pollo Carvajal le ha identificado como un vulgar rider de Maduro especializado en llevar y traer maletas repletas de dinero y de vergüenza.
Puede ser cierto, o no, pero resulta razonable decir aquello de Walter Cronkite de «si anda como un pato, grazna como un pato y vuela como un pato; probablemente sea un pato».
El nacimiento de Podemos coincidió con la ingente facturación millonaria que sus fundadores habían logrado de Chávez, lo que en sí mismo ya resulta un indicio suficiente de la catadura de los personajes: que no se haya logrado demostrar aún que aquel pastizal sirviera para financiar un partido no esconde la certeza de que fueron hechos yuxtapuestos.
Ya sería afortunado que a Iglesias, Errejón y otras chicas del montón les tocara la lotería dos veces seguidas: una en el sorteo del gorila rojo, con Maduro de niña de San Ildefonso, sacando el número correcto en el bombo adulterado.
Y otra montando un partido sin poner un duro de ese botín y gracias a las generosas y exclusivas donaciones de los parias de la tierra, en legión no lo suficientemente famélica como para no poder hacer un crowdfunding, sin saber lo que es un crowdfunding y, sin tener ni un peso para crowdfunding.
Los jueces, en un Estado de derecho, deciden si lo evidente es además un delito o si, por contra, carece de consecuencias penales. Pero no hace falta esperar a una sentencia, otro archivo o una absolución para recalcar la cadena de fantásticas casualidades y bochornosos abusos cometidos por la cofradía del «sí se puede».
Mientras Venezuela se desplomaba y, miseria y represión competían por ser la primera causa de dolor para todo un pueblo; los niñatos de Podemos se llenaban los bolsillos vendiendo informes de dos duros a precio de oro y se bajaban los pantalones hasta tomar por el bolivariano.
El mismo cinismo presente luego, ya aterrizados en España, con promesas imposibles de prosperidad, que solo han cumplido, con obscenidad, para ellos mismos: su enriquecimiento personal al llegar a la política, y nunca antes, ha sido inversamente proporcional al empobrecimiento general de los ciudadanos a quienes decían guiar hasta la puerta de Tannhäuser en busca de la tierra prometida.
Que lo hicieran con el dinero de Chávez o en nombre de Chávez no es del todo relevante ante la certeza de que, por convicción o por viruta, lo hicieron igualmente. Y que haya sido un tipejo apodado «Pollo» el que les haya retratado otorga al relato final unos tintes de justicia poética más reparadores que una sentencia por blanqueo.
Si Podemos era un corral de gallitos es razonable que su futuro lo escriba un pollo en plena estampida de gallinas.