Cantamañanismo gubernamental con las mujeres
No es sorprendente que la Universidad de Georgetown concluya que las españolas están peor bajo el autodenominado «Gobierno feminista»
Los eslóganes no arreglan la vida de las personas. La apelación a la emoción sectaria sirve de poco si detrás no hay una gestión competente. Por eso no sorprende descubrir que el observatorio sobre el bienestar de las mujeres de una de las mejores universidades de mundo, la estadounidense Georgetown, ha concluido que la calidad de vida de las españolas y su «empoderamiento» –por usar la palabra fetiche del «progresismo»– ha empeorado bajo el autoproclamado «Gobierno feminista». El informe, que ha contado con la colaboración del Ministerio de Exteriores de Noruega y ha estudiado 170 países, señala a las claras que ellas estaban mucho mejor en la etapa del viejo Mariano que con los chupi-chachis Sánchez e Irene Montero. España ha caído nueve puestos en el ranking desde la llegada de Sánchez al poder.
El Gobierno de socialistas y comunistas parlotea a diario sobre las mujeres y el feminismo, sí. Pero su esquema mental las presenta siempre como víctimas, y eso simplemente no es verdad, ni agrada a muchas de ellas. La izquierda española, que calla siempre ante el penoso panorama de las féminas en muchos países y hogares musulmanes, se empecina en ofrecer una visión tétrica sobre la situación de la mujer en España, que no se corresponde con la realidad. Hay problemas, por supuesto. Hay violencia contra ellas y pervive un rescoldo de subcultura machista. Pero eso no debería anular el gran titular: España es uno de los mejores países del mundo para ser mujer. Los datos de violencia doméstica son inaceptables, pero menores que en Francia, Alemania, Reino Unido o Finlandia. Las mujeres están goleando a los hombres en las aulas de las universidades españolas, en los premios culturales, en las entrevistas de trabajo. El techo de cristal está desapareciendo y en la España de hoy son tan dueñas de las riendas de su destino como los hombres. Un Gobierno empecinado en sostener lo contrario lo que logra es minusvalorarlas, presentarlas como seres débiles que necesitan la muleta estatal. Al reducirlas al cliché victimista tan querido por la izquierda se nubla su triunfal realidad, su innegable éxito, que es una de las mejores nuevas de los últimos cincuenta años de la historia de España.
El Gobierno de Sánchez ha multiplicado por diez el presupuesto de Igualdad. ¿Y qué? El Ministerio de Irene Montero, la ministra con menos agenda y más gandul del Ejecutivo, es el realidad una agencia de colocación de coleguis de la panda podemita. Su visión de la mujer es sesgada, doctrinaria y marginal, omitiendo la realidad universal de la familia, médula de cualquier sociedad, para hacer todo el énfasis en una extraña obsesión con la homosexualidad. Su tono es chillón y poco constructivo. Sus políticas, inanes. Ahí están los datos: la violencia sexual contra las mujeres ha subido durante el sanchismo.
Sé que no suena muy correcto, pero me temo que las mejores herramientas para proteger a las mujeres son una buena educación escolar, los valores morales y cívicos que se aprenden en casa con los padres y un entorno económico de prosperidad. Pero eso no les gusta. Su receta educativa se basa en una cutre igualación a la baja. La familia les parece una institución sospechosa. Y la economía está acusando la improvisación chapucera de lo que no deja de ser un grupo de aficionados, a los que les ha tocado un barco demasiado grande y con una vía de agua en forma de epidemia y crisis de suministros.