El sostenella y no enmendalla de Garzón
Garzón confirma que además de zoquete integral es un doctrinario peligroso y sabido es que un idiota resulta más letal que un malvado, entre otras razones, porque nunca descansa
Alberto Garzón, ese «tonto filarmónico» según la categoría de cebollino acuñada por mi admirado Alfonso Ussía en este periódico e ignorada por un servidor en su anterior escrito relativo al catálogo de zopencos que pululan entre nosotros, lejos de lamentar y rectificar sus irresponsables declaraciones a The Guardian se ha reafirmado en las mismas con la excusa de que sus palabras han sido manipuladas y que ha sido víctima de una suerte de conspiración urdida por la derecha y la extrema derecha para desacreditarlo.
Con su sostenella y no enmendalla, Garzón confirma que además de zoquete integral es un doctrinario peligroso y sabido es que un idiota resulta más letal que un malvado, entre otras razones, porque nunca descansa. Ciertamente ha contado en su favor para no desdecirse y pedir disculpas al sector cárnico, con el favor de Fashionaria Díaz y un nutrido elenco de corifeos podemitas, políticos y mediáticos, a los que sólo les ha faltado negar la existencia del periódico inglés y por tanto que la lumbrera con nacencia riojana y crianza malagueña hubiera concedido la polémica entrevista. Fashionaria Díaz ha llegado a decir que sería surrealista que tuviera que dimitir por algo que avala la ciencia. La ciencia infusa supongo yo porque lo verdaderamente surrealista es que un ministro, por más lerdo que sea, atente contra los intereses de su propio país poniendo en solfa los productos que vende al resto del mundo y no salga de naja y abochornado del Gobierno.
El orfeón morado además de justificar el despropósito del ministro de consumo incidiendo en el supuesto bulo alentado por PP y Vox, comprado por los barones socialistas, el propio Sánchez y el ministro de Agricultura Luis Planas, ha desviado el foco de la ruidosa polémica hacia el impostado debate de las macrogranjas; un debate más propio de los colectivos animalistas que de un ministro de consumo en cuyo cometido no sólo no está el descrédito de los productos españoles dentro y fuera de nuestras fronteras sino el de ponderarlos convenientemente. Para no dejar lugar a la duda y con buen criterio periodístico, Patricia Sanz ha reproducido en El Debate las palabras textuales de Alberto Garzón recogidas por The Guardian en las que no ayuda al sector ganadero y cárnico al recomendar «la limitación del consumo de carne para mitigar los efectos del cambio climático» y critica las macrogranjas porque «no solo contaminan suelos y agua sino que también maltratan a los animales cuya carne de peor calidad se exporta».
Si el necio que mal dirige el prescindible e inútil Ministerio de Consumo entiende que no ha dañado con sus declaraciones la marca del quinto país del mundo exportador de carnes y primero de porcino, es que es mucho más simple y pazguato de lo que imaginamos. Nada de ello impedirá a Garzón, sin embargo, continuar ocioso en el Consejo de Ministros, convencido de que Pedro Sánchez jamás le echará del Ejecutivo mientras sea rehén de Podemos y no sufra un repentino acceso de escrúpulos para romper la coalición social comunista. Pero eso no ocurrirá porque fuera de la Moncloa y del Falcon con el que surca los cielos hace mucho frío.