Exclusiva mundial
Me reconozco culpable de haber intuido que sería la Belarra la invitada española a la Gran Reunión de líderes mundiales en Washington para hacer causa común contra Putin. Me considero suficientemente informado por las mejores fuentes para asegurar que la representante española, será Adriana Lastra
Me equivoqué gravemente en mi artículo de ayer, 2 de marzo. Biden no ha invitado a la Belarra, ni piensa hacerlo. Me lo ha asegurado Catherine Goldswall, con toda probabilidad la mujer más enterada de cuanto acontece en la Casa Blanca. La función de Catherine Goldswall es de fundamental importancia estética. Es la que, todas las mañanas, a golpe de timbrazo, se presenta en el dormitorio presidencial y le anuda la corbata a Biden. No es fácil hacerle un buen nudo de corbata a Biden, porque tiene un cuello confuso. Si se fijan bien, el cuello de Biden recuerda un poco, sólo un poco, a la Torre de Pisa. Es un cuello firme, pero escorado. Y la señora Goldswall, consigue anudarle la corbata en el centro justo de su camisa, y mientras lo hace, Biden le cuenta chismes y confidencias.
Conocí a la señora Goldswall en un Congreso de Viudas Asintomáticas que tuvo lugar en Toronto. No fui como viuda. Me contrató la empresa de catering para dirigir la realización de pinchos para los aperitivos. Mi gran especialidad es el llamado «Pincho de Granja y Mar». Se procede a cortar el pan Bimbo o similar, en pequeñas rodajas. Sobre las rodajas se instalan otras, similares de perímetro de huevo cocido, de huevo duro, pero ni duro ni blando. En su punto. Se pincha en el medio de la yema con un palillo una anchoa de lata buena, enrollada en sí misma, y se aplica sobre ella dos gotitas, dos lágrimas de mayonesa o mahonesa, que son idéntica cosa. Mahonesa, de Mahón, decimos los españoles, y «mayonaisse» los franceses para no reconocer su origen español. Es labor minuciosa, y a la señora Goldswall le entusiasmaban mis pinchos. Me lo agradeció con su enorme cariño, propio de una viuda asintomática. Y me llama con frecuencia para contarme ocurrencias de Biden que, según parece, es muy divertido, dicharachero y pillo en la intimidad.
«No tengo ningún interés en hablar con Sánchez. A mí, la que me gusta y me pone es Adriana Lastra». Los americanos son muy suyos en los gustos. A mí, personalmente, no me gusta nada Adriana Lastra, pero respeto a quienes la ven como un amanecer rosado o un crepúsculo anaranjado, como escribió Antonio Gala en su Manuscrito Carmesí.
Libro de difícil lectura pero de indudable belleza en las descripciones paisajísticas. ¿Qué habrá visto Joe Biden en Adriana Lastra? A veces, la lejanía, mediante sueños, dibuja mejor los perfiles del ser amado que la presencia inmediata. No obstante, le he preguntado a Catherine Goldswall, mi querida amiga anudadora de corbatas y viuda asintomática, si Biden le ha confesado en algún momento el rasgo, anímico o físico, que más le llama la atención de Adriana Lastra. Y cuando le he formulado la pregunta, mi confidente ha reído alborozada al otro lado del océano, respondiéndome que no me lo podía decir porque le ha prometido a Biden discreción, ya que se trata de una pillería muy traviesa. Así que me reconozco culpable de haber intuido que sería la Belarra la invitada española a la Gran Reunión de líderes mundiales en Washington para hacer causa común contra Putin.
Me considero suficientemente informado por las mejores fuentes para asegurar que la representante española en dicho evento, será Adriana Lastra.
Solicito el perdón de los lectores de El Debate, y les ofrezco esta exclusiva mundial, a todas luces sorprendente. Vaya una cosa por la otra.
El amor es como el fado portugués. «Não se define; sente-se». No se define, se siente.
Pues eso.