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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El sopapo

Los club-Estado han sido vapuleados por el honor y el trabajo de «sólo un club» que sigue siendo de sus socios. Pero lo más divertido, el sopapo al inútil de Guardiola

Actualizada 01:38

No voy a escribir de fútbol, pero algo tiene que ver. Quizá, de la diferencia que se establece entre el buen gusto, la tradición y la autenticidad, y el mal gusto del nuevo rico, el proyecto basado exclusivamente en el dinero y la impostura. El deporte más popular del mundo, que es el fútbol, se ha visto violentamente colonizado por los clubes-Estado. En Inglaterra hay varios de ellos. El dinero del petróleo se impone, y al mismo tiempo que se impone, fracasa. En España también tenemos un club de Estado inventado. El de la República de Cataluña, la de los siete segundos. Su problema, que no tiene su Estado inventado petróleo, a pesar de la gran plataforma en la costa de Tarragona, que garantiza, algo es algo, el relleno de los mecheros de la zona.

El club-Estado es como entrar en el palacio de un nuevo rico. Sus cuadros son buenos y feos. Se han adquirido en subastas con asesores estafadores que se llevan una suculenta comisión por sus servicios. Sus muebles, espantosos, pero encargados en las mejores firmas de carpintería. La mesa de Putin, por ejemplo. Con perdón de la expresión que me dispongo a utilizar, hay que ser muy poderoso y un hijo de la gran puta para encargarse una mesa similar. El club-Estado no repara en gastos. Guardiola ha dispuesto en los tres últimos años de más de 1.300 millones de euros para contratar a los mejores del mundo, y aún así, sólo triunfa en su liga. Cada vez que intenta ganar en Europa, se lleva un sopapo. Es muy catalanista, pero sabe que aquel gran Barcelona que entrenó, con Messi en pleno esplendor y una plantilla formidable, no puede garantizarle ninguna satisfacción. Se trata de un entrenador que intenta aparentar una buena educación, cuando en realidad es un torpe resentido. ¿De qué se resiente un tipo que gana 40.000.000 de euros al año por fracasar año tras año en la Copa de Europa? Se resiente de la falta de autenticidad, historia, tradición y coraje de su club-Estado. Fútbol femenino, derrochador, quejoso, le dice Salvador Sostres. Fútbol macho, fútbol de sus socios, de sus millones de seguidores en el mundo, de su herencia gloriosa, de su escudo respetado, de su incapacidad de asumir la derrota aunque ésta se produzca, es el del Real Madrid, que el pasado 4 de mayo, anteayer, le arreó un sopapo al club-Estado de Guardiola que tardará en sanar. El Real Madrid –y no tengo a Florentino Pérez entre mi círculo de amistades, ni Florentino Pérez me considera del mismo modo en el suyo–, se ha enfrentado a la presente temporada con un equipo de transición, de plantilla corta y sin invertir. Pero está construyendo el mejor estadio del mundo, y gracias a su ahorro cuenta con más de 800.000.000 de euros para invertir en nuevas incorporaciones. El Barcelona es más que un club, y así le va. El Real Madrid es sólo un club, y así de bien nos ha ido. El Real Madrid es madrileño cuando juega en España, y representa a España cuando admira en Europa. El Barcelona juega de la mano del procés y los partidos políticos nacionalistas influyen en su estrategia y su proyecto. El Real Madrid acierta o yerra sin padecer ningún tipo de influencia política. La envidia y la mentira le llamaban el «equipo del franquismo». El equipo del franquismo fue el Barcelona, al que el generalísimo salvó de la quiebra en dos ocasiones y por ello recibió dos medallas de oro y brillantes de las directivas culés. El Real Madrid ganaba porque un presidente genial y cazurro, que falleció sin una peseta en su bolsillo, supo ver el futuro y lo cumplió. Y se trata de un contrasentido, porque el imparable y luminoso futuro del Real Madrid, el que es sólo un club, se abre a su futuro gracias al respeto que siente por su pasado. El futbolista de Madrid sabe que esa camiseta blanca la llevó René Petit, Bernabéu, Di Stéfano, Puskas, Gento, Santamaría, y nada más, como se canta en el himno de Jabois.

Lo que ha hecho este año el Real Madrid es sencillamente aristocrático. Aristocracia, el gobierno de los elegidos. El Barcelona-Club Republiqueta, a punto está de bucear en el fango. Los club-Estado han sido vapuleados por el honor y el trabajo de «sólo un club» que sigue siendo de sus socios. Pero lo más divertido, el sopapo al inútil de Guardiola.

Mejor y más placentero que ser seducido por Sharon Stone cuando la gran belleza tenía 25 años ha sido el sopapo a Guardiola y a su petróleo. Y no sigo, porque en casa me enseñaron que no se puede presumir de conquistas femeninas. Claro que en aquellos años yo tampoco estaba mal.

¡Viva Madrid y hala Madrid!

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