La tentación totalitaria
Se prepara una ley para intervenir en el Tribunal Constitucional, institución que ha perdido todo el prestigio que pudiese haber tenido en alguna ocasión
Quien leyese con detenimiento las principales noticias de este diario en el día ayer, podría ciertamente asustarse. Pocas veces, como ahora, España ha rozado la tentación totalitaria. Desde la Presidencia del Gobierno se toman decisiones más propias de un régimen totalitario que de una democracia convencional. Por ejemplo, se ha decidido que se deja de monitorizar a los promotores de la mayor amenaza que tiene el país, que no es otra que el independentismo vasco y catalán. Se opta por intervenir en empresas privadas, con participación estatal, pero privadas, al fin y al cabo, en connivencia con empresarios extranjeros y, mezclando medios de comunicación con empresas estratégicas para la Defensa. Se prepara una ley para saltarse todos los contrapesos e intervenir en el Tribunal Constitucional, institución que, por cierto, ha perdido todo el prestigio que pudiese haber tenido en alguna ocasión. Al mismo tiempo, se permite el adoctrinamiento en las aulas catalanas, se galopa con una ley de eutanasia, sin ofrecer los cuidados paliativos y se mira para otro lado cuando explotan casos de corrupción de socialistas valencianos, con cantidades muy superiores a cualquier otro escándalo conocido.
Todo esto es lo más parecido al «kirchnerismo» argentino y va camino de convertirse en el «madurismo» venezolano. Sumen a ello el descrédito de la Fiscalía, CIS, RTVE y cualquier otro organismo que haya podido contaminar el presidente con menos apoyo social de la historia reciente de nuestra democracia. El corolario final es evidente: nos alejamos a pasos agigantados de la idea de democracia de calidad. Sánchez, acuérdense de este vaticinio, no solo va a dejar la economía hecha trizas, sino también la institucionalidad de la nación y ya veremos si queda algo en el PSOE para poder rescatarlo de una dirección tan abrasiva. Por no adentrarnos en los insomnios del dirigente socialista, al que seguro, en más de una noche de vigilia, se le pudo aparecer alguna tentación, como aquella de la urna llena de papeletas, tras una puerta de Ferraz. El descrédito del personaje llega hasta ahí.