Sánchez, todavía no lo hemos visto todo
Hemos sufrido graves tropelías, pero lo peor está por venir, el año y medio hasta las elecciones será tremendo
Los españoles estamos distraídos por el comienzo del verano y la lógica alegría por haber dejado atrás las restricciones (que no la covid, que está desatado con una séptima ola de la que apenas se habla). Pero esa despreocupación estival no debería tapar los enormes problemas de fondo. El país tiene sus cuentas públicas destrozadas por cuatro años de irresponsabilidad manirrota y gasto peronista. Además, el pico de inflación, el impuesto de los pobres, machaca las economías familiares. Este desafío, complicadísimo, nos pilla con un Ejecutivo incompetente, que todo lo arregla comprometiendo más gasto público y empantanando así el futuro de España, que a este ritmo va de cabeza a la quiebra.
En estas condiciones, lo normal es que Sánchez pierda las generales el próximo año, sobre todo al haber encontrado el PP un candidato con más tirón que el anterior. Pero esa sería la lógica imperante en un país normal, presidido por un mandatario que respeta las reglas de juego. No es el caso de Sánchez, que morirá matando. El año y medio que resta hasta las generales será tremendo.
Es cierto que cuesta creer que Sánchez pueda empeorar, porque ha perpetrado abusos inimaginables. Llegó al poder sin haber ganado las elecciones y gracias a una celada con los golpistas catalanes que él mismo había ayudado a combatir. Tras prometer regeneración democrática, sus primeras medidas fueron someter a RTVE con una comisaria política de escasas luces y fanatismo sectario, entregar el CIS a un hooligan de la Ejecutiva del PSOE y controlar la Fiscalía con una ministra socialista. Luego nos aplicó un estado de alarma inconstitucional, que le ha valido dos condenas del TC, hecho que en una democracia rigurosa le habría costado la dimisión. Instauró un nepotismo desacomplejado, repartiendo puestos entre amigotes e inventándose un empleo público a la carta para rescatar del paro a su amigo del alma. Mintió en sus promesas electorales. Concedió unos indultos arbitrarios, contrarios al dictado del Supremo y al sentir de la mayoría de los españoles. Intentó embridar de manera macarra a los jueces, que le molestan en su proyecto de rasgos autoritarios, y si no lo logró fue solo porque Bruselas lo detuvo. Por último, ha instaurado la mentira como una práctica homologable.
Semejante inventario parece insuperable. Sin embargo, todo indica que irá a todavía a más. Tras la hecatombe del PSOE en su granero electoral andaluz, que en realidad pone en el alero el futuro del partido, Sánchez ha hecho dos cosas que invitan a esperar lo peor, dos cacicadas de república bananera que indican que no estamos ante un gobernante occidental al uso. La primera ha sido corregir sobre la marcha una ley del propio PSOE a fin de hacerse con el control del Tribunal Constitucional, un contrapeso que no le agrada, porque pone coto a sus arbitrariedades. La segunda medida ha sido asaltar la importante empresa Indra, saltándose las prácticas de buen gobierno corporativo para someterla a la férula estatal de la mano de Prisa, su corista mediático. La amoralidad de Sánchez está tan acreditada que algunos analistas, como mi compañero Antonio Naranjo, incluso han recordado con aprensión que Indra es la encargada de recontar los votos en nuestros procesos electorales.
Pero hay más. El Gobierno, que ya se ha venido quejando de las estadísticas del INE, planea asaltar también esa institución y corregir sus métodos, lo que podría servirle para maquillar sus fiascos económicos mediante datos trucados. Sánchez está dando pasos que merman la calidad de nuestra democracia.
Son asuntos muy graves. Pero habrá más, y peores, a medida que la fiera herida vea que se acerca la lucha final de las generales. Entre otras prácticas, ordenará escudriñar a sus adversarios políticos hasta límites inimaginables, con el objeto de intentar desacreditarlos y sacarlos de la carrera.
Vienen curvas cerradas, que nos pillarán con escasos medios de comunicación capaces de reflejar que el conductor del coche es capaz de llevar nuestra democracia a la cuneta. Lo denunciará este periódico… y poco más. Tiempos duros. La sociedad civil y la oposición habrán de estar muy atentas en la defensa del juego limpio y de nuestros derechos y libertades. El lleno de este domingo en la plaza de Colón invita a la esperanza. Refleja que no toda la sociedad está anestesiada por el cloroformo «progresista». Por supuesto esa marcha ha sido lamentablemente ninguneada en los telediarios de TVE, que hoy no es una televisión pública, sino una televisión de partido.