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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¡Viva la corbata! No se la quiten

Sufrimos la lluvia fina de un poder de espíritu autoritario, que aspira a regular toda nuestra privacidad para plegarla a un ideario único

Actualizada 09:06

Me llama un buen amigo desde su recreo estival, birra en mano al borde de su piscina. Medio en coña y medio en serio me hace el siguiente anuncio: «Tú sabes que yo no uso corbata. Pero basta que la prohíba ese señor [en realidad él empleó un sustantivo menos gentil] para que esta misma tarde vaya a comprarme dos. A partir de ahora pienso ir de corbata aunque me asfixie al sol. ¿Quién es ese tío para decirme cómo me tengo que vestir?».

Similar espíritu se percibe en los memes, infalible termómetro del latir del país. En señal de rebeldía contra las consignas del Gran Hermano monclovita han comenzado a aparecer fotomontajes cómicos de españoles en bañador, pero con la preceptiva corbata. Muy pronto el sector corbatero tendrá que levantarle un monumento a Sánchez por su involuntario impulso a sus ventas.

Casi a la misma hora me entra un mensaje de voz de otro amigo: «A mí me preocupa mucho, y a nadie parece importarle, el afán que tiene esta gente [aquí también el sustantivo era otro] de invadir la vida privada. No es ya solo lo que hicieron en la pandemia. Es en cada momento y con cualquier excusa. Esto es muy grave».

Cierto. Sufrimos la lluvia fina de un poder de ramalazo autoritario, que aspira a regular toda nuestra privacidad para plegarla a un ideario, el único admisible para ellos: un izquierdismo sin fe trascedente, ni sentido patriótico, que erróneamente se autodenomina «progresismo». Es una lástima que el pueblo español esté aceptando pastueñamente los bocaditos constantes a la libertad del programa orwelliano del Gobierno:

–El sanchismo ha establecido cómo debemos hablar, con el obligado lenguaje inclusivo y una serie de eufemismos asociados al imperio «progresista».

–El Ejecutivo se ha inmiscuido hasta en nuestra alcoba, regulando cómo deben ser las relaciones sexuales con una aberrante ley del «sí es sí», que se carga la presunción de inocencia.

–El Gobierno se propone regular la temperatura del aire acondicionado y la calefacción, a qué hora hay que apagar los escaparates y cómo debemos vestirnos.

–El Gobierno prohíbe a los niños ver anuncios de dulces y zumos –la pornografía digital no le preocupa– y a los adultos nos indica qué debemos comer (recuérdese la campaña de Garzón contra el chuletón y la carne española, que indignó a los ganaderos).

–El Gobierno se ha cepillado en la práctica la libertad de culto y manifestación, al sacar adelante una ley para encarcelar a quien se atreva a rezar ante una clínica abortista.

–El Gobierno aspira a anular el hecho innegable del sexo biológico, con una ley surrealista que permitirá cambiarlo con una mera declaración en el registro (un pervertido que haya cumplido su pena y se haga mujer administrativamente podrá entrar en un vestuario femenino).

–El Gobierno promueve como «un tesoro» las lenguas regionales españolas, pero siempre en detrimento en las escuelas de la más hablada en la calle, el castellano.

–El Gobierno ha cambiado el paradigma educativo que había imperado desde que el mundo es mundo: ahora estudiar mucho y esforzarse es malo y de derechas.

–El Gobierno promociona a través de su propaganda y sus medios que la homosexualidad viene a ser una opción superior –o más moderna– que la anticuada heterosexualidad. Si durante los fastos del «Orgullo» alguna autoridad se niega a colocar la bandera gay en la fachada recibirá críticas por odioso homófobo (cuando la ley prohíbe las enseñas no oficiales en edificios públicos).

–La historia del siglo XX en España solo podrá estudiarse acorde a una visión obligatoria y con orejeras, en la cual la izquierda micciona siempre agua de colonia y la derecha es una panda de criminales irreconducibles.

–Los niños tendrán que estudiar la Agenda 2030, mientras se acogota la enseñanza de la asignatura de Religión, un hecho que es columna vertebral de nuestra civilización, se tenga fe o no.

–El Gobierno predica sin descanso la subcultura de la muerte, con la promoción del aborto y la implantación de una cruel ley de eutanasia, que solo tiene reflejo en otros seis países del mundo. Además se señala a los médicos objetores, con una presión más o menos sutil, pero ya innegable.

–El Gobierno ha instaurado dos seudo religiones sagradas: la verde y la feminista. Se ocupa más de ambas que de las penurias cotidianas de millones de familias.

–Por último, queda prohibida de facto en el mundo oficial toda invocación o alusión a Dios y lo trascendente, a pesar de que más del 60 % de los españoles siguen declarándose católicos.

Aspiran a regular hasta de qué color llevamos la ropa interior. De manera instintiva les repugna la libertad de las personas. Así que, ya saben: ¡viva la corbata! Por favor, que nadie se la quite.

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