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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El lobito bueno

Para este podemita inculto y puesto a dedo, cazar es de señoritos, ignorando el origen y condición humilde de más del 80 por ciento de los cazadores españoles

Actualizada 01:30

Uno de los muchos Goytisolo –creo que José Agustín– escribió un poemilla al que puso música el cantautor desafinado Paco Ibáñez, que gustaba sobremanera al pijerío progre de los años setenta.

Érase una vez
Un lobito bueno,
Al que maltrataban
Todos los corderos.

Y había también
Un príncipe malo,
Una bruja hermosa
Y un pirata honrado.

En mi opinión, una bobada. No obstante, algunos crecieron con la cantinela del lobito bueno, y Félix Rodríguez de la Fuente, años más tarde, por admirado y admirable que fuera, elevó al lobo a la cumbre del mito animalista. El desenlace amoroso con el lobo lo culminó Calcetines, el de Bailando con Lobos, íntimo amigo de Kevin Costner, con el que bailaba frecuentemente. A mí, el lobo se me antoja grandioso, misterioso y magnífico, pero también un cabrón con pintas. El lobo no caza a otros animales sólo para comer y sobrevivir. Mata por matar, y aprovecha para alimentarse muy poco de lo que destruye. No obstante, en España tiene muchos más derechos, apoyos, y mimos que un ser humano en trance de ver la luz y sentir la vida. Ese ser humano, el niño que va a nacer y es asesinado, carece de derechos, apoyos y mimos.

Vivo en tierras de lobos. Tierras de ganaderos abandonados y arruinados por los ataques de las muchas manadas de lobos que hoy se han adueñado del norte de Castilla, y de la Montaña de Cantabria, Asturias y Galicia, fundamentalmente. A menos de tres kilómetros de mi casa, degollaron a veinte ovejas para alimentarse con un par de ellas. Y en Cabuérniga, dos dias atrás, un ganadero se encontró con la imagen de sus potros a medio devorar. Justo es decir y elogiar al consejero de Ganadería del Gobierno montañés, Guillermo Blanco, situado sin duda del lado de los ganaderos y partidario de aprobar la caza selectiva del lobo para conseguir un equilibrio estable entre la naturaleza y la ganadería. Ya son muchos los centenares de manadas que actúan diariamente en la franja norteña de España. Pero don Sergio Torres, que no ha pisado el campo en su vida, urbanita y podemita y director general –por designación del profesor con cinco alumnos Pablo Iglesias–, y mantenido por la gentil y amable Ione Belarra, está del lado del lobo, del lobito bueno, del lobo Marley, de Goofy, y de Calcetines. En Liébana, si por allí aparece el director general de Bienestar Animal, Sergio Torres, es muy probable que dejen a sus torres sin almenas, a bofetadas. Este Torres, que no es biólogo, ni jurista, ni veterinario, que cobra un pastizal por enchufe y tiene un presupuesto para derrochar de siete millones de euros cada año, máximo responsable de la ley animalista e íntimo de Pablo y de Ione, es un elemental, demencial y obsesivo enemigo de la caza y los cazadores, éstos últimos, los que más cuidan la naturaleza y mantienen el equilibrio de los bosques, dehesas y sierras de España. «Cazar es un capricho sádico e innecesario. Sólo calma instintos asesinos». Es decir, que más de dos millones de españoles son unos caprichosos sádicos que necesitan cazar para calmar sus instintos asesinos. Pero ahí está, cobrando un pastizal, defendiendo el derecho de los animales, obstaculizando el derecho de los cazadores, ganaderos, ganaderos de bravos y mantenedores de las dehesas, sin saber distinguir una encina de un abedul, un gamo de un venado, un verderón de un jilguero, una solana de una umbría, y un mastín de un podenco.

La caza es selección, equilibrio y amor a la naturaleza. El Lobito Bueno ha hecho estragos en muy inocentes gentes que no quieren entenderla. Y además, es riqueza y tradición. Los que adoran al lobito bueno aborrecen al ganadero de bravo, que mantiene intactas nuestras dehesas gracias a los agujeros de sus bolsillos. Y a los dueños de los cotos, y a sus arrendatarios, y a sus guarderías, y a los centenares de miles de puestos de trabajo que se mantienen con la caza y la tauromaquia. Pero el lobo es intocable. Ya ha llegado, Guadarrama abajo, hasta Robledo de Chavela, y en el Parque Nacional del Guadarrama, sus ganaderos se topan diariamente con el espectáculo de sus animales degollados.

Para este podemita inculto y puesto a dedo, cazar es de señoritos, ignorando el origen y condición humilde de más del 80 por ciento de los cazadores españoles. Ellos están ahí para fastidiar, terminar con las tradiciones y nublar los horizontes de libertad de España. Suba, si se atreve, Sergio Torres a Castilla la Alta, a la Montaña, a Galicia y Asturias, y hable con los ganaderos. No se atreverá. Desde su despacho de Madrid, dicta, legisla y ordena. Y después, come y cena en su restaurante vegano de La Latina, en el que no trata con rigor empresarial ni humanidad comunista a algunas de sus empleadas.

Hoy he cazado un topo con un cepo comprado legalmente en una ferretería. Pero lo escribo, por si Sergio Torres, desde la moqueta morada de su despacho, me manda a los guardias. El lobito bueno y los parásitos ministeriales.

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