El Legado Colmenarejo
Como dijeron muchos de los que intervinieron, Juan Pablo Colmenarejo era una muy buena persona. Y en contra de lo que muchos creen, para ser un buen periodista hay que ser, cuando menos, una buena persona
Disculpen ustedes que no les hable de todas las graves circunstancias que hoy nos asolan. Son tantos y tan profundos los problemas que nos asaltan que podría y quizá debería escribir durante horas sobre ellos. Pero hoy quiero dedicar estas líneas a la memoria de una buena persona. De uno de esos seres a los que Dios llama a su lado con demasiada antelación: Juan Pablo Colmenarejo.
El lunes 13 de febrero la Universidad Villanueva le ha tributado un muy justo homenaje a diez días de que se cumpla un año de su repentino fallecimiento, que prácticamente fue en sus aulas mientras daba clase a futuros periodistas. Allí tuvo un colapso por el que murió pocas horas más tarde. El sencillo acto académico se llenó de testimonios de colegas y alumnos, además del de José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, y fraternalmente vinculado a Colmenarejo por su condición de colchoneros.
Es difícil que tantos periodistas hablen bien de un periodista. Conozco mi profesión desde hace muchos años y sé lo que digo. Y confieso que tampoco me sorprendió la total ausencia de directivos de la empresa radiofónica de la que fue expulsado y de donde nos fuimos con él una docena de periodistas colaboradores de su programa. Como recordó en ese acto Alfonso Nasarre, director de Onda Madrid, empresa en la que recaló Colmenarejo, nos fuimos de una emisora que era la segunda de España disputando el primer puesto, a una cuya audiencia potencial se limita a la Comunidad de Madrid. Pero Juan Pablo era una persona excepcional, un periodista que nunca quiso o supo hacer otra cosa. Ni falta que hacía. El arriba firmante, que en ese sentido ha tenido una vocación idéntica por esta profesión, sabe de lo que habla. Para él el periodismo era todo lo que profesionalmente quería. Juan Pablo era un liberal que creía que era imprescindible dar la mejor información para después poder opinar con libertad ante un público que ya tenía los datos.
Juan Pablo Colmenarejo tuvo un paso breve por la Universidad Villanueva. Pero esta institución se ha marcado el objetivo de reivindicar un Legado Colmenarejo que marque pautas a futuros periodistas. Que una Universidad católica reivindique una figura liberal como la de Juan Pablo creo que es la mejor noticia que pudimos recibir en este acto. Entre otras cosas y como dijeron muchos de los que intervinieron, Juan Pablo Colmenarejo era una muy buena persona. Y en contra de lo que muchos creen, para ser un buen periodista hay que ser, cuando menos, una buena persona. Y lo que hoy abunda es lo contrario. Me gustará ver si el medio católico que prescindió de él podrá algún día reivindicar de igual modo la figura de quienes lo reemplazaron.
Confieso que no me sorprendió nada que ayer no hubiese ninguna representación institucional de esa empresa que despidió a Juan Pablo, a pesar de cómo su anterior presidente y consejero delegado se empeñó hace un año en imponer a la familia su presencia en el tanatorio y en el funeral. Esta vez ni el actual presidente ni el nuevo consejero delegado rindieron con su asistencia homenaje a la memoria de Colmenarejo. Mejor así porque eso permitió que el tributo fuese de los que de verdad queríamos a Juan Pablo: de los que fueron sus compañeros de la redacción de de la emisora, bastantes de ellos todavía allí, y los que libremente –o no tanto– optamos por irnos con él. Afortunadamente no hubo hipócritas presencias. Qué tranquilidad de conciencia genera saber que se acertó cuando hubo que tomar una decisión difícil. Y con el paso de los años uno se asienta en su certeza. Gracias a Dios.