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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Mil

Seamos pacientes y aguardemos una semanita más. Cuando sean mil los forajidos beneficiados, Sánchez actuará

Actualizada 01:30

Admiro a los gobernantes prudentes y sosegados que no se dejan influir por el ruido de la calle. Es el caso de Pedro Sánchez, que no se deja influir por el ruido de la calle porque siempre está en el aire, circunstancia que no evita ni reduce mi admiración. Prueba de lo que escribo es la terrible presión que está soportando por mantener en el Gobierno a Irene Montero y Juana Belarra, que son un desastre. Lo de la Belarra y la ley de protección de los animales supera el altísimo listón de la supina estupidez. Se trata, en definitiva, de proteger a las ratas, ese roedor tan simpático y en peligro de extinción. Pero la resistencia heroica de Sánchez es la de su paciencia con Irene Montero y los resultados escandalosos de su ley del 'sí, solo es sí', o de 'solo es sí, si es sí', o de 'solo Sissi es así' o 'así es, si así os parece', que es una obra de Pirandello, muy sutil y bastante plomo, como es habitual en las creaciones teatrales del sobrevalorado autor italiano.

Gracias a esa ley, más de quinientos delincuentes condenados por asesinatos, violaciones, pederastia y pedofilia, han visto reducidas sus condenas con todos los beneficios penales, y más de cuarenta ya están en la calle dispuestos a satisfacer sus deseos y aficiones. Se dice que Sánchez no puede prescindir de sus servicios, porque en el pacto que formalizó con Pablo Iglesias, la mujer, compañera de hecho y lecho, amiga especial, copropietaria de chalé y madre de sus hijos, Irene era intocable, en la buena senda de la palabra. Pero Sánchez es un constante incumplidor de promesas, y como presidente del Gobierno está en su derecho de mandar a su casa al ministro que se le antoje. Yerran, pues, los que interpretan de esa manera el empecinamiento de Sánchez en sostener a Irene Montero en el ministerio que se inventaron para que fuera ministra por exigencia de Pablo Iglesias. Sánchez ha puesto un límite a su paciencia, prueba irrefutable de su ponderado proceder. Y se ha conocido el motivo de su falta de reacción ante el desastroso resultado de la ley redactada por ese grupo de gamberras incultas, gracias a la indiscreción de uno de los tres mayordomos que sirven a Sánchez y Begoña el desayuno en la Moncloa.

Por no perjudicar al más indiscreto de los tres mayordomos, considero oportuno el ocultamiento y omisión de su identidad. Pero ha llegado a mis oídos el relato literal de la charla del humilde matrimonio socialista, y así, solo es sí, si así les parece, paso a reproducirlo.

–Pitpit, creo que la gota ha colmado el vaso. Muchos de nuestros votantes y votantas se han manifestado en contra de la ley de Irene. Se acercan las elecciones, y su presencia en tu Gobierno puede perjudicarnos. Yo, de ser tú, le pondría de patitas en la calle. Y ya.
–Begbeg, te sobra razón. Pero si la mandara a casa, la ultraderecha de Feijóo y los ultrafascistas de Vox me acusarían de blando.
–Pitpit, que son más de 500 los delincuentes sexuales beneficiados por la chapuza, jolines.
–Exacto, Begbeg. Por eso no he actuado todavía. Pero lo haré sin que me tiemble la mano cuando los delincuentes beneficiados por la ley de Irene sean, como mínimo, mil. Mil es un número redondo, escandaloso. Pero hasta llegar a los mil beneficiados, mi deber es aguantar la tormenta, refugiarme de los rayos y mantener públicamente la sonrisa.
–Te admiro, Pitpit. Pero me tienes que prometer que al llegar a mil los delincuentes favorecidos por Irene, firmas su cese.
–Prometido, Begbeg, amada mía.

Admirable firmeza en la resistencia. A Begoña no se atreve a darle lirio por merluza de anzuelo. Seamos pacientes y aguardemos una semanita más. Cuando sean mil los forajidos beneficiados, Sánchez actuará.

Menudo es. Y sin consultar con Bolaños.

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