Santos, no tramposos
Lo del Barcelona con los árbitros es como lo de Pujol con la herencia del abuelo Florenci, una minucia
Lo del Barcelona, Negreira, Villar, Gaspart, Rosell, Bartomeu y Laporta es un invento de Madrid. Y como todos los inventos de Madrid, se olvidará en pocos meses. La prensa deportiva catalana, la más imparcial y prestigiosa del mundo, apenas le ha concedido importancia a esta pequeña travesura azulgrana. Al fin y al cabo, influir en los arbitrajes durante veinte años por la módica cantidad de ocho millones de euros, no puede escandalizar a nadie. Recuérdese –y en este caso no intervinieron ni Villar ni Negreira–, el fabuloso arbitraje del turco Deniz Aytekin, en el partido Barcelona-Paris Saint Germain, que fue un modelo de imparcialidad, aunque pareciera dispuesto, si la ocasión lo requería, a rematar de cabeza los centros de Messi. ¿Y qué se llevó Aytekin de aquel partido? Lo más bonito que puede llevarse un árbitro de fútbol. El cariño de la afición barcelonista y del ya iniciado procés. Lo del Barcelona con los árbitros es como lo de Pujol con la herencia del abuelo Florenci, una minucia. El Barcelona no pagó por recibir de los árbitros un trato exquisito, respetuoso y favorable. Pagó porque fueran neutrales. ¿Hay algo más hermoso en el deporte que sobornar en pos de la neutralidad? La angustia económica por la que atraviesa el club de referencia del independentismo le llevó a pedir a Roures una pequeña ayuda financiera, y Roures, como buen culé, se vio obligado a vender alguno de sus Masseratti para ayudar a su club. ¿A quién encomendó la Real Federación Española de Fútbol de Rubiales y la Liga de Tebas la gestión del VAR? A Roures, pero les aseguro que por casualidad. Roures es incapaz de influir en las decisiones de los árbitros del VAR, porque al igual que el club de sus pasiones, lo que busca es la neutralidad. Y hora es de terminar con el infundio. Al Barcelona no le señalaron ni un solo penalti en contra durante tres años por un elemental motivo. No cometió penalti alguno en aquellos tres años. El Barça no compite para ganar, y sí para practicar un juego bonito. Si para ello es imprescindible no cometer falta alguna en el área propia no se comete, y punto. Y por lógica, con el juego bonito, los contrarios no tienen más remedio que zancadillear a los futbolistas del Barcelona, y de ahí la diferencia entre unos penaltis y otros. ¿Qué sucedió con los Pujol? Que en un alarde de honestidad, Pujol reconoció no haber declarado la herencia del abuelo Florenci, y le llovieron chuzos en punta. Pero no ha sido juzgado todavía porque en Cataluña se estima que lo de la herencia es un invento de Madrid –Madrit–, y que esos miles de millones de euros que le atribuyen son consecuencia de la habilidad negociadora de sus hijos, que son listísimos. ¿Es delito tener hijos listísimos? No. ¿Es delito pagar al vicepresidente del Comité de árbitros ocho millones de euros para intentar que sus compañeros sean neutrales? No. ¿Está de acuerdo Spotify, o como se diga, en mantener el patrocinio y salvar de la quiebra a un club que solo pide neutralidad? En mi opinión, tiene que estar de acuerdo, porque ese espíritu demuestra la intachable conducta del patrocinado.
Con las declaraciones reconociendo la existencia de esos pagos por parte de algún expresidente del Barcelona, del receptor de los mismos y de la excesiva duración de los mal llamados sobornos en pos de la neutralidad, en Italia –un ejemplo cercano–, ya habría sido enviado el Barcelona a la Segunda División. La Juventus de Turín y el Milán, por motivos aparentemente menos graves, cumplieron sus sanciones. Y según tengo entendido, la UEFA y la FIFA pretenden investigar el caso, lo que podría suponer la expulsión temporal del Barcelona de las competiciones europeas por unos cuantos años. En España no pasará nada porque la prescripción de los delitos deportivos se cumple con brevedad. Pero el mal está hecho. Un club ponderado y bien administrado que solo busca el triunfo de la neutralidad ha sido víctima de la prensa de Madrid. Y será complicado lavar la mancha del deshonor. Cataluña en general, Barcelona en particular y el Fútbol Club Barcelona en particularísima, siempre pagan el pato con los inventos de Madrid. Prueba de ello es el silencio de la prensa catalana. Como en el caso del pobre Pujol. Una pequeña herencia y unos hijos listísimos que la multiplican por mil. Que mal tratamos el resto de los españoles a la honesta, admirable, humilde y nada fenicia Cataluña. «Tots al Camp». Siempre santa y medida. Jamás tramposa. Y para colmo, el pobre Puigdemont en Waterloo, de brazos cruzados, y sin un euro. Somos muy malos con ellos.