Españoles, Sánchez ha muerto
Siempre fue un zombi, pero ya no le queda nada para comer y vivirá agonizando sus últimos días en el poder
Sánchez está muerto porque nunca estuvo vivo, aunque la combinación de una serie de fantásticas casualidades hizo que el cadáver pareciera animado durante un tiempo. A ningún zombi pueden pedírsele escrúpulos, y él no los tuvo con nadie.
Primero asaltó el PSOE devorando a los compañeros que se negaban a convertir el partido en la meretriz de Podemos, ERC y Bildu y fueron tan incautos que permitieron que les presentara como traidores al servicio de Rajoy: así ganó las Primarias, engañando a unos militantes a los que jamás volvió a consultar nada.
Después, con la misma sed de sangre e idénticas compañías, registró con nocturnidad y alevosía una moción de censura que a él le dio la Presidencia y a sus socios les entregó España: con Sánchez, los beneficios son siempre individuales, y los castigos colectivos.
Lo último está siendo deudor de esa secuencia: gobernar con todos ellos a la vez, asumiendo cada uno de sus abusos y cada uno de sus delirios, y destrozando en el viaje todo asomo de contrapoder, de límites y de antídotos que pudieran frenar a la secta de Waco.
Sánchez no enfila al Poder Judicial, al Rey, a la Constitución, a la prensa crítica o a la oposición porque sea republicano o le haya poseído el espíritu de Hugo Chávez, sino porque necesita eliminar a los testigos de sus crímenes y concesiones: solo hay algo peor que unos principios equivocados y es la ausencia total de ellos.
En ese contexto hay que incluir la aprobación de todas las leyes impulsadas por la colección de trastornadas que, como 'Pam' Rodríguez, necesitan un loquero pero tienen un BOE: la última de la dama, que defiende las mutilaciones infantiles para cambiar de sexo cuando aún no saben ni cómo quieren cortarse el pelo, ha sido exigirle a las jóvenes que se olviden del sexo tradicional, al parecer machista, y elijan la autosatisfacción, a ver si así acabamos con la especie y entendemos que el hombre, por el mero hecho de serlo, es un violador.
También aparece ahí el Tito Berni, al que habrá que concederle un único mérito, involuntario pero impagable: va a ser el enterrador de Sánchez, cuya tumba ya ha excavado y está solo a la espera del fiambre, por mucha Brunete mediática y mucho CIS que intenten perfumar con colonia barata, bien remunerada, el olor a descomposición que propaga el PSOE.
Nadie supera un cuatrienio de pandemia y feroz empobrecimiento. Nadie lo hace si además en esa foto apareces con Otegi, Junqueras e Iglesias quemando la bandera y humillando al Rey. Y nadie lo consigue si, a todo eso, le añades la imagen de resumen final del sanchismo, un ejercicio de justicia poética con la crueldad que requerían todos los excesos previos.
Sueltan a violadores y se van de lumis en el Congreso y pretende decirles a los españoles que les va a ir mejor con Txapote, Echenique y el Tito que con Del Pino, Amancio Ortega o Juan Roig: el dilema ya no es quién va a perder las elecciones, sino cuándo les van a correr a boinazos antes de que el NODO, en su último servicio a la causa, anuncie que Sánchez ha muerto.