Médica y Madre
MEMA es más madre que médico, y más mentirosa que hipócrita: es la única persona a la que el Estado busca para darle dinero sin tener que pedirlo
Médica y madre ha tenido un desliz glorioso, pidiendo una dimisión por unos hechos en los que ella misma había incurrido, dejando en el aire el dilema de si es más tonta que cínica o más torpe que jeta.
Al parecer ella, Madre y Médica o a la inversa, también forma familia numerosa, lo que le permite acceder a una ayuda económica sin ninguna pega salvo una: la Administración debe buscar otra manera de justificarla, pues el epígrafe de «vulnerable» no parece encajar con el de una familia, la de Médico y Madre, que ingresa por lo visto más de 300.000 euros al año, vive cerca de El Retiro y es aburridamente convencional y heterosexual, una condición perseguida por el régimen, más partidario del género fluido, las familias compuestas por ornitorrincos e iguanas y los sexos sentidos.
La pregunta no es si una pareja que trae al mundo a tres o más hijos merece un estímulo, que sin duda lo merece en un país donde la maternidad se considera casi una enfermedad o una imposición heteropatriarcal, sino si hay que aplicarle esa máxima a quien la combate cuando aparece en escena un rival político receptor de la paga en cuestión.
Si para Médica y Madre, también conocida por MEMA, Ossorio debería dimitir por beneficiarse de lo mismo que ella se beneficia, hay pocas dudas sobre cuál es el camino correcto a seguir por ella: irse a su casa, como en la pandemia, pero sin cobrar por la filosa. Pero si además miente, una vez desvelado el ridículo, la mínima duda que podía haber desaparece por completo.
Porque Médica y Madre dijo primero que no era consciente de que recibía esa misma ayuda, incompatible a su juicio con la permanencia en cargo público alguno. Y después sugirió que era cosa de su marido y que logró la ayuda de forma automática.
O sea, que ese mismo Estado que puede tardar un año en conceder la pensión a un jubilado, en dar cita a un parado o en tramitar una colonoscopia, busca con denuedo a parejas millonarias para transferirle a su cuenta corriente, sin que se den cuenta, el dinero suficiente para calentarles gratis el casoplón mientras vuelven de fin de semana de esquí en Baqueira.
Si esto es verdad, habrá que felicitar a la hasta ahora desconocida Unidad de Rastreadores de Afortunados, un cuerpo de funcionarios de élite capaz de encontrar una aguja de oro en un granero de estiércol.
Y si no lo es, y Médica y Madre inició de forma premeditada los trámites imprescindibles para lograr la pasta, habrá que concluir que el tamaño de su corazón es discutible quizá, pero no el de su cara en comparación con el de la espalda.
Médico y Madre ya tuvo otro golpe de fortuna cuando, en plena pandemia, cobró dos salarios por sendos trabajos que o bien no atendió, por darse de baja en el hospital, o bien no era necesario, por estar casi suspendida la actividad parlamentaria.
Lo cual indica que llueve sobre mojado o, tal vez, que se le da peor la medicina que la maternidad y ambas cosas mejor que la política.
Porque hay que tener los ovarios del tamaño de la cabeza de Echenique, que gana 129.000 euros y también pide una paguita por dependencia, para dar lecciones morales, sanitarias y sociales y quedarse luego repantigada, calentita, tocándose el hemisferio sur en la cheslón con todos los gastos pagados, con tanto muerto y tanto pobre preguntándose si la única manera de recibir una ayudita rápida es hacerse jefe de la oposición en los ratos libres que le deja a uno hacer el gilipollas.