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Perro come perroAntonio R. Naranjo

La foto de Feijóo con un narco

Vamos a explorar el álbum de fotos de los dos aspirantes a presidente, a ver quién sale perdiendo

Actualizada 01:30

Existe la creencia extendida, aunque nunca confirmada, de que Feijóo ya desechó encabezar al PP cuando Rajoy lo dejó por el mismo reproche que ahora, en plena decadencia del tardosanchismo, el Gobierno quiere utilizar para debilitarle como aspirante a la Presidencia.

Si en aquel momento su célebre foto de hace 30 años con Marcial Dorado fue explotada por alguno, o alguna, de sus rivales internos, según la rumorología, ahora ha sido el propio Sánchez quien ha querido servirse de la imagen en color sepia para lanzarle una amenaza velada a su rival, luego concretada con pelos y señales por María Jesús Montero, siempre dispuesta a quitarse el traje de ministra de Hacienda para ponerse el disfraz de sicaria, si es que acaso hay muchas diferencias entre ambas identidades.

Malos datos debe reflejar el laboratorio demoscópico sanchista, que tiene una parte dedicada a medir lo que pasa y otra a intentar inducir lo que quiere que pase, para tirar de un episodio tan añejo como recurso a la desesperada para frenar los ya imparables vientos de cambio.

Pero todavía es más curioso comprobar hasta qué punto el PSOE es indulgente con sus pecados presentes e implacable con las ficciones que monta contra sus adversarios, en la peor tradición de esos regímenes de corte soviético donde se lanzaban acusaciones falsas para justificar lapidaciones públicas.

Las fotos en cuestión son de 1995 y se tomaron catorce años antes de que el amigo de Feijóo fuera condenado, por primera vez, por un delito de narcotráfico.

No hay más preguntas, señoría.

Aquí debería acabar un juicio público artero que, no obstante, se ha prolongado en el tiempo como herramienta de presión, o de extorsión, contra un líder de expediente intachable cuyo único peligro es que puede ganar las próximas Elecciones por el voto libre de los ciudadanos.

Y es éste el verdadero meollo de la cuestión, ante el que hay que plantarse: ¿Vamos a consentir que el juego sucio, la burda manipulación y el chantaje mediático se desarrollen ante nuestras narices, de manera ostentosa y pública, para tratar de revertir un resultado electoral adverso para los impulsores de esa campaña?

A Sánchez, que abolió la prostitución, nadie le ha pedido cuentas por las previsibles imágenes que tendrá en su álbum familiar con su propio suegro, propietario de una cadena de saunas de «masajes». Tampoco se las han exigido por la trama de los ERE, que además de malversar cientos de millones de dinero público, se coronó por las fiestas en prostíbulos con sustancias estupefacientes.

Y ni siquiera se le han reclamado con la contundencia debida por sus posados con el célebre Tito Berni, que probablemente fue diputado por Canarias gracias a su rendido apoyo al actual presidente cuando era un simple aspirante a encabezar a su partido. En ese tiempo, no tenía escrúpulos para aceptar el respaldo de toda la escombrera socialista, viniera de Canarias o de cualquier otra sentina.

De todas esas fotos debería Sánchez dar más cuentas que Feijóo por un posado antediluviano con un tipo que no era quien luego fue, porque su vida sí se explica en buena medida por las compañías que tuvo y los silencios que guardó.

Tal vez Sánchez sea el menos indicado para hablar de fotos, y sorprende que su temeridad no le haya hecho detectar que, si abre esa Caja de Pandora, los peores monstruos que saldrán serán los suyos: porque Feijóo se dejó retratar con un futuro delincuente, pero él aparece, en directo y sin excusas, con Otegi, con Tito, con Junqueras y con Txapote.

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