Las preguntas sobre Tito Berni que Sánchez no quiere responder
Ya van dos gravísimas sospechas que el presidente se niega a aclarar, pero esta vez no puede salirle gratis
Nadie, con dos dedos de frente, puede creerse que un general de la Guardia Civil se asocie por 5.000 eurillos con un par de golfetes canarios, extras desechados de una mala copia de Torrente.
Como nadie se cree, tampoco, que la trama se quedara en Canarias pero saltara a Madrid solo para pasear por el Congreso, convertido en antesala de un prostíbulo, a las víctimas incautas de un ramplón timo de la estampita con sabor a mojo.
La extensión del sumario conocido y la previsible intensidad de la parte que aún está bajo secreto permiten intuir que las andanzas del Tito Berni no son más que la punta de un iceberg mucho mayor en el que los miembros más casposos de la trama son, en realidad, invitados secundarios de algo mucho mayor, mucho más oneroso y mucho más profundo en el que ellos eran figurantes e intermediarios de una parte del negocio.
No se trata de hacer política ficción, sino de formularse las preguntas oportunas impulsadas por los silencios sospechosos que han sucedido a un asunto que, de ser estrictamente doméstico o de limitarse a su obscena deriva sexual, no tendría paralizado a Sánchez ni sobrecogido al PSOE entero.
Sería tan fácil como señalar y expulsar a los diputados que acompañaron a Berni a los burdeles, si los hubiere, y exigirle a la Justicia toda la contundencia con la corrupción local, con la certeza de que ni los más furibundos detractores de Sánchez podrían responsabilizarle de las costumbres pornográficas de los afectados ni culparle del latrocinio cateto en una isla remota.
¿Por qué calla Sánchez, pues? ¿Por qué prefiere estigmatizar a todos sus diputados que destapar a los Titos que pudieran existir en su bancada? Esas dos preguntas abren una larga ristra de incógnitas en cuya respuesta, o falta de ella, puede residir la auténtica dimensión de un caso que, por mucho que intenten enterrar, tiene aspecto de no haber hecho otra cosa que comenzar.
¿Por qué la Fiscalía se negó a encerrar preventivamente a Berni y prohibió inspeccionar el despacho oficial de alguien que ya no es diputado ni está por tanto aforado? ¿Por qué el PSOE pudo liquidar a su diputado diputero antes de que trascendieran los hechos? ¿Por qué un alto mando de la Guardia Civil se iba a mezclar con chusma mientras dirigía una misión tan relevante, y con tantos fondos europeos a su posible disposición, de control del terrorismo yihadista en el Sahel?
¿Por qué si solo eran apaños canarios de medio pelo acababan en Madrid, pasaban por el Parlamento y concernían a empresarios ajenos a las Islas? ¿Por qué se esconde algo tan sencillo como el registro de visitas al Congreso, a nombre de Fuentes Curbelo, en el que han de figurar con nombres y apellidos todas ellas, con la única excepción de las estrictamente familiares? ¿Por qué Europa ha reaccionado tan rápidamente temiendo que una simple trama de pueblo pueda haberse servido de los ingentes recursos económicos concedidos a España?
Preguntar no es afirmar. Y las respuestas pueden no coincidir con la idea preconcebida que su mera formulación ya consolida. Pero que la duda sea razonable y quede amplificada por el estruendoso silencio de Sánchez y la estrategia temeraria emprendida por la Moncloa y por Ferraz, legitima todas las sospechas y lanza una última pregunta al aire, la segunda en importancia de la legislatura tras la relacionada con el espionaje probablemente marroquí al teléfono personal de Sánchez, también aún sin respuesta:
Señor presidente, ¿qué sabe usted que intenta que nadie más conozca?