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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Inmundicia

Las telas de sus trajes las elige y selecciona su mujer y en lo único que es riguroso, y hay que reconocerlo, es en mantener alejadas de la prensa y los reporteros gráficos a sus hijas

Actualizada 01:30

Un destacado socialista, hasta pocos meses atrás bien relacionado con Pedro Sánchez, me localizó hace unos días en mi refugio norteño. Me pidió discreción, y cumplo con mi palabra. Nos reunimos en un local de Cabezón de la Sal a media mañana. En la terraza, cara al público, sin complejos. Me trasladó sus alarmas y preocupaciones. –El PSOE ya no es un partido político. Es una banda de indocumentados y golpistas. Para Sánchez, la Constitución es un problema, un inconveniente que urge superar–. Más o menos, eso lo sabemos todos los españoles que seguimos de cerca los desmanes de este Gobierno, leemos los periódicos y soportamos los primeros minutos de los informativos. Me interesaban otros aspectos. Detalles de su trato y reacciones ante los pasos mal calculados.

–Está histérico e irascible. Y le afectan mucho los asuntos menores–. Me confesó que nada le ha irritado y hecho más daño en los últimos meses que la pancarta «Que te vote 'Txapote'». Por respeto al idioma en el que escribo y que intento compartir con 600.000.000 de habitantes de este conflictivo planeta dispersos por el mundo, 'Txapote' pasará a denominarse Chapote desde ahora. El «Que te vote Chapote» se ha convertido en el mensaje más demoledor para el cantamañanas. Más cotilleos. Las telas de sus trajes las elige y selecciona su mujer y en lo único que es riguroso, y hay que reconocerlo, es en mantener alejadas de la prensa y los reporteros gráficos a sus hijas. Y ahí acierta plenamente. Sus ministros y asesores más allegados –me refiero a los socialistas–, se sienten atemorizados cada vez que son llamados a su despacho, Bolaños el primero. Se respira un ambiente de creciente inseguridad y recelo, y el pavor a sus explosiones de ira aumenta en La Moncloa cada día que pasa. «Que te vote Chapote» significa para Sánchez la gran pesadilla de las futuras campañas electorales. Pero sus pactos y compromisos con los filoetarras de Bildu son intocables. Y en los últimos días, Chapote, el brutal asesino de Miguel Ángel Blanco y su novia terrorista Amaya, se han asentado en cárceles dependientes del PNV, y Otegui, el etarra reconvertido en embajador de la paz, ya le ha anunciado que con Chapote y la novia no terminan las exigencias del mundo etarra al Gobierno de España. Esas exigencias finalizarán cuando todos los criminales de la ETA sean puestos en libertad. Claro, que las concesiones de Sánchez a la ETA –o a Bildu, por disfrazar al muñeco-, cuentan con el apoyo asombroso de algunos dirigentes y conocidos militantes del PP, como García Margallo y Borja Samper. Pero el «que te vote Chapote» lo tendrá que asumir, tragar y sufrir Sánchez en soledad, una soledad compartida con el ministro del Interior Marlasca, inamovible e intocable, más por lo que sabe y por lo que silencia, que por su deplorable e indigna labor ministerial.

Y le enfurecen las bromas acerca de su mal gusto y altanera horterada. No duda –y por ello no puede considerarse culpable–, de que el dinero público está a su disposición y, por lo tanto, se gasta pero no se derrocha. Abomina de los podemitas, pero no puede –él sabrá los motivos– actuar contra ellos o sacarlos a gorrazos de sus ministerios. Yolanda es diferente. Yolanda es su último recurso para continuar en el Gobierno mientras el PP y Vox mantengan sus bobadas enfrentadas. Roza la psicopatía. Desconfía de las Fuerzas Armadas y no sobreactúa cuando elogia la Ley de la Memoria Democrática. Cree a pies juntillas que los malos ganaron la Guerra Civil y los buenos la perdieron. Es ese aspecto, es un pobre simplón. Cuando se dirigen a él como «señor presidente», experimenta en los entreperniles la misma sensación que Rossellini cuando Ingrid Bergman le susurró al oído por vez primera «te quiero, Roberto». Sus subordinados dicen de él que es un niño malvado, un inadaptado y un acomplejado de aúpa, que sólo ha evolucionado en la perversidad y el capricho. Tiene muy pocos amigos, a los cuales nos los ha endosado a los contribuyentes españoles. Y el socialista desertor me asegura que una buena parte de sus tonterías son consecuencia de su debilidad. Arremete porque se siente débil. Sucede que los arremetidos se saben más débiles que él, y lo soportan por mantener sus nóminas y su poder.

E insisto. No soporta el «que te vote Chapote». Lo pasé muy bien en Cabezón de la Sal, pero dejo para el futuro lo más jugoso. De escribirlo, descubriría al amable indiscreto. Porque sólo él, Sánchez –y ahora yo–, conocen pequeña parte de su oscuro anecdotario. Que te vote Chapote.

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