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En primera líneaEduardo Coca Vita

Begoña, la reimputada que se lo toma a coña

Por si no bastara, añado el numerito ante la Asamblea de Madrid, donde la moderna mujer inerme, indefensa y ultrajada, en vez de someterse a las preguntas de los diputados, les larga una homilía apologética de merecimientos nacidos de su esfuerzo, privaciones y mortificaciones

Actualizada 01:30

Utilizo la locución coloquial ‘a coña’ para aludir a comportamientos teñidos de guasa, burla o choteo, su principal acepción en el Diccionario de la lengua española.

¿Y por qué lo hago? Porque esta rubiales de melena lacia y porte para molde de muñecas de celuloide, lleva a la paradoja de que el papel de las partes en la fase de imputación que la rodea ha mutado y ella dispone de más protagonismo y poder que el asustado instructor, a quien hace indicaciones de cuándo, cómo y dónde presentarse o recoger citaciones. Permitiéndose, además, el turismo transoceánico a costa del erario entre tratos palaciegos y baños de masas, ora en la India, ora en Brasil, ora donde le plazca; y a cuerpo de reina, aunque con más ostentación que la auténtica, nuestra y suya, con lo que desprecia al sufrido señoría, que parece más reo que verdugo: para él las sombras y para mí los gozos, dirá la Begoña: tú a currar y yo a saborear.

Begoña

Lu Tolstova

La desemejanza del estatuto de imputada múltiple de esta cateta con el de otros llanos incriminados trasluce una tosca burla de la igualdad frente a la Justicia, aunque la desvergonzada clasista, coreada por sus adulones, invoque cansinamente sentirse apaleada, cuando, bien mirado, ella y sus beneficiados propinan al magistrado un acoso feminista presidencial que lo convierte en sufridor y víctima. Es inaudito que un imputado por cuádruple sospecha pueda hacer lo que hace esta donnadie. Duele que cada vez que acude al juzgado para decir que no contestará a nada, se recluten más policías por metro cuadrado que en la riada valenciana y con más medios que los antidisturbios frente a la Generalitat.

Con la suplantación de la Reina de España en impúdica procacidad, esta descarada se inviste de presidenta —dijo Patxi— o de primera dama —digo yo—, endosando al presupuesto confiscatorio de sueldos y salarios una mecida de gastos con que vivir más ostentosamente que antes de la infamante imputación, cuando no lucía tanto y se distanciaba menos de su adición a la obtención de fondos públicos para empresas y negocios privados, con igual falta de preparación académica que de docencia, justificando su éxito con una arremetida demencial:

«Tengo una vida profesional labrada con mucho esfuerzo y dedicación, como hacen millones de mujeres en este país. Esto tiene un objetivo evidente, solo hay que ver los denunciantes, por eso voy a hacer caso a mi asesor y no voy a responder a las preguntas acogiéndome a mi derecho».

Y es que la «esposísima», refugiada en no sé qué imaginaria gruta de fueros y bulas, se chuleó de los obligados a interrogarla y, antes de cerrar boca para ocultar sus dientes, mayores que las mientes, lanzó una proclama con la peregrina conclusión de estar perseguida políticamente y acribillada del fango ultraderechista, cuyos churretes pringan al amado Pedro, un cabeza perdida por ella, que enloquece por él; hasta el punto de fundirse ambos en un único doble enchufe de clavija pública-macho y privada-hembra que ilumina todo.

No le han bastado las severas correcciones de los tribunales —dos diferentes— a las destempladas denuncias del matrimonio contra el sistema judicial —que no logran sojuzgar—, sin otra mira que el afán de anular la soberanía curial. Una intención torticera que en uno de los casos debió fundar la inculpación por abuso de derecho o mala fe procesal, no solo la desestimación de la pretensión de encarcelar al juez. Y todo sin apechugar con las costas, ni siquiera sufragar una de las asistencias, ordenada al abogado estatal en el papelón de letrado al servicio de una persona y su partido.

Por si no bastara, añado el numerito ante la Asamblea de Madrid, donde la moderna mujer inerme, indefensa y ultrajada, en vez de someterse a las preguntas de los diputados, les larga una homilía apologética de merecimientos nacidos de su esfuerzo, privaciones y mortificaciones, llegando a cabrearse su consiliario al no dejar la presidenta de la Comisión que terminara de soltar el proemio preparado, pues comparecía para ser examinada y no como inquisidora que alecciona en moral y honradez a quienes nada tenía que enseñarles y sí mucho que aclararles. Más explicaciones y menos silencios delatores, señora moñas. Es usted una indisimulable confesa. Vaya morro que la adorna. Cuanto más calla, más otorga.

Pero es cierto, sin embargo, que el bombardeo al togado da frutos, porque algo amedrentado debe andar don Juan Carlos, por los males que le quepa esperar o tema le vengan, cuando cambia su decisión firme, cediendo en la fecha y el método de actuación previamente acordados; y nada menos que —el mundo al revés— por la comunicación de esta máscara progre feminista muy golosa de prerrogativas —no solo corteses ventajas o consideraciones—, lo que nadie normal podría imaginar que tolerase todo un señor juez. Porque parece impropio del instructor penal ceder a los caprichos de una afortunada burguesa plegándose a que, en fecha distinta a la señalada, un letrado de la Administración de Justicia, acompañado de los funcionarios del cuerpo nacional de Policía, vaya al domicilio de la querellada-investigada a entregar personalmente la querella.

La providencia judicial del caso, reproducida por este diario el 13 de noviembre, señala que, aunque la visita hecha disculpa sea voluntaria y podía excusarse la invitación, la señora Gómez tiene una «especialísima relevancia social», por su condición de esposa del presidente del Gobierno, y deben tenerse en cuenta ciertos «especiales privilegios que la distinguen de cualquier ciudadano en quien no concurren dichas circunstancias».

No me lo puedo creer. Pero así de literal es. Se cambian fecha y forma de notificación de la querella por un privilegio especial del que no gozamos los demás mortales, obligados a recoger personalmente notificaciones como esta, sin ocurrírsenos hacer nosotros comunicaciones o advertencias a ningún órgano judicial. Solo una caradura como Begoña se toma cuatro imputaciones a cachondeo. Su hombre, también. No quiero pensar quién pague finalmente el pato.

  • Eduardo Coca Vita pertenece al cuerpo superior de Administradores Civiles del Estado
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