La sonrisa trasversal de la ministra Pilar
Yo aquí hoy quería caricaturizar su sonrisa oblicua y escorada con la que, hablando en diagonal y siguiendo el catecismo oficial, pontifica, amaga e injuria a quienes se querellan con pruebas ante los organismos competentes
La ministra portavoz, cual pregonera del partido del clan presidencial, desempeña a la clave el papel de la voz de su amo. Y lo hace con el arrugado labio de arriba resaltado por pródigas capas de carmín que no evitan su rizo leporino entre poses de sumisa amparadora de perfidias cada vez que en cada esquina toca la trompeta y suelta el bando del día, la social homilía.
Amén de esparcir furtivamente propaganda electoral y publicidad corporativa de las siglas que la mantienen a cuerpo de rey, arremete desde su atril contra los jueces de la corrupción institucional y parental del gachó que allanó la Moncloa hace seis años y en ella piensa roncar a pierna suelta hasta usucapir su pleno dominio. Aparte de ello, a esta jovial mandada le chala opinar de lo que no entiende, relegando las cuestiones fundamentales a segundo plano en comparecencias, ruedas o entrevistas. Todo menos explicar el autoritarismo de las decisiones gubernativas y los motivos subyacentes en la mayoría de ellas, centradas en mantener en la costa a los piratas del último desembarco mientras madura el asalto a la Zarzuela para después tomar el Palacio Real e instalar su corte populista.
El colmo de la desfachatez de esta monaguilla del sacro oficio gubernamental afloró en no lejana aparición impartiendo clases de derecho procesal a los jueces que cercan al invasor, especialmente el que indaga sobre la presidenta María Begoña Gómez Fernández, hipocorísticamente Bego entre familiares y correligionarios. Y lo más chusco: que lo hizo enfatizando que ella decía lo acertado mientras el juez andaba equivocado. A seguido confesó no ser jurista, justificando sus conocimientos en lo que establecía la ley de Enjuiciamiento Criminal que «con leerla se entiende»; lo mismo que en no pocos casos han sostenido sobre la amnistía sus colegas y colegos: «que está muy clara la ley, solamente hay que leerla y los jueces aplicarla».
Más recientemente apareció dando una lección —avalada por la simiesca vicepresidenta, médica que Dios aleje de nuestro lecho doliente— sobre la reforma de la ley mordaza y el Código Penal, eyaculando un borbotón de disparates propios de quien es zapatero y se empeña en herrar solípedos. Nos explicó, por ejemplo, que la ley mordaza —no el Código Penal— regula las injurias y calumnias a la familia real.
Qué gracia la de esta ministrilla al disertar con esa frivolidad que fluye de su oblonga boca roja si no fuera por la gravedad de un asunto que parece importarle muy poco, obsesionada en repetir tres muletillas: que esperemos sentados las elecciones, el respeto absoluto que le merecen las decisiones judiciales (favorables a su partido) y que lo de la mujer y el hermano, nada de nada, solo bulos a sobreseer. Por algo nuestra primera cabeza de la educación, la formación profesional y el deporte es docente de parvulario, una profesora de guardería —sin haber ejercicio, a mayor inri— que derrocha también temeridad interpretando la legislación penal con censuras a los profesionales que la aplican y a quienes en definitiva considera sobrantes una vez se bastan Gobierno, Congreso y TC del PSOE para garantizar la legalidad. No es bastante paradigma que una maestra ciruela gestione y gobierne la educación nacional y el deporte, sino que también, por lo que se ve, valdría para magistrada del Supremo. Y, visto lo que se ve, hasta podría reforzar el Constitucional.
Yo aquí hoy quería caricaturizar su sonrisa oblicua y escorada con la que, hablando en diagonal y siguiendo el catecismo oficial, pontifica, amaga e injuria a quienes se querellan con pruebas ante los organismos competentes. ¿Por qué ella no documenta sus quejas ante esos mismos órganos? Que no sea más boba esta pobre mujer —últimamente aficionada al fútbol feminoide y europeo sin distinguir penalti de córner— puede obedecer a faltarle forraje para engordar las larvas de la necedad y mentecatería que infestan la sangre escarlata de su militancia. ¡Qué bajas exigencias para arrastrar una cartera: basta entregarse a la política desde la pubertad sin acreditar servicios activos ni frutos del esfuerzo competitivo!
Otras risas del clan gubernamental vendrían a colación, como la de conejo casero del jefe de la banda, de la que ha hecho alarde en el parlamento sincronizando dientecillos y ojillos cuando con la lengua zahería, con sus gestos ofendía o con el dedo señalaba, muy poseído de poder en las horas altas de desprecio en que se le viene arriba la falsía que rellena el tuétano de la espina dorsal del mayor sinvergüenza que ha presidido en España un gobierno traidor.
Sonrisa también digna la del director del bufete «Pumpido & Asociados», a quien da miedo encarar con esa estática imagen antiestética y su rostro impenetrable dotado de persianas oculares que, subidas, quedan casi al borde del párpado inferior. Más una boca entreabierta con la suficiente rendija para verle los dientes felinos. A veces, cuando sale en imágenes, llego a suponer que está congelado. Pero no, porque a otro día protagoniza noticias de actuaciones absolutorias, sin ni una avemaría de penitencia, a los progres de la alcurnia política mangoneadores y mangantes.
Alguna vez imaginé que era tan feo y tétrico, lúgubre y siniestro, macabro y lóbrego, sombrío y triste porque, medio vuelto desde el sillón que aguantaba sus posaderas, ofrecía una melodramática postura de hocico de rata y rala barba cana tras haberse tragado el mondadientes de una banderilla con huevo, guindilla picante y boquerón avinagrado o el grueso hueso de una aceituna gordal de verdeo. Y es que la cara del egregio abogado de oficio de Sánchez da más miedo que risa y genera menos confianza que inquietud a los españoles que creen en cosas tan increíbles para él como la división de poderes y el Estado de derecho. Del fiscal de Zapatero, Señor, líbranos primero. Poco hacemos si Pedro vuela y Conde queda.
- Eduardo Coca Vita pertenece al cuerpo superior de Administradores Civiles del Estado