Ábalos y Sánchez: el pacto del silencio que apesta a impunidad
Si la política es el arte de lo posible, este acuerdo es la obra maestra de la hipocresía
José Luis Ábalos es el hombre del momento, pero no por méritos políticos, sino por su habilidad para aferrarse a un escaño que le otorga más que una silla en el Congreso: le asegura un aforamiento que puede ser la diferencia entre caer solo o arrastrar a otros en su caída. La gran pregunta es: ¿por qué Pedro Sánchez simula que marca distancia con el Torrente socialista? La respuesta es sencilla: puede que su implicación en el escándalo podría ser más profunda de lo que se nos quiere hacer creer.
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil reveló que Sánchez no solo conocía la visita de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez a España en 2020, sino que dio luz verde a Ábalos para recibirla. Esto no fue la decisión aislada de un ministro temerario, sino una operación con el aval de Moncloa. Pero la trama no termina ahí. Según los informes de la UCO, en el caso de Koldo García —asesor de Sánchez— se hace referencia a Sánchez como «el número 1», lo que indica que estaba al tanto de las maniobras que se gestaban tras bambalinas.
Si el presidente estaba tan informado, ¿qué sentido tiene ahora que el PSOE intente distanciarse de Ábalos? La respuesta es tan cínica como simple: es una táctica para hacer creer que el exministro actuó de manera independiente, evitando que la responsabilidad política llegue hasta la puerta de la Moncloa. Mientras los focos se centran en un Ábalos solitario que se aferra a su escaño, la verdadera estrategia es mantenerlo aforado, asegurándose de que cualquier decisión judicial quede en manos del Supremo, un terreno donde el PSOE tiene mayor capacidad de maniobra.
Ábalos, lejos de ser un peón sacrificado, juega a tres bandas: garantiza su defensa jurídica al seguir aforado, mantiene una posición de fuerza por la necesidad de su escaño para el PSOE y, lo más importante, se asegura de que no le den la espalda. Porque sabe que, si es traicionado, podría destapar más de un secreto que haría tambalear a la Moncloa. Los mensajes con Sánchez aprobando la visita de Delcy son solo la punta del iceberg. La carta de Ábalos es clara: «Si caigo yo, caen todos».
Y aquí es donde el papel de Sánchez se vuelve crucial. ¿Por qué un presidente que ha cortado lazos con ministros y colaboradores en el pasado se muestra tan cauto con Ábalos? Porque no se trata de un simple exministro: Ábalos fue el hombre que bajaba al barro para cerrar los pactos más incómodos, el que conoce los entresijos del partido mejor que nadie. Dejarlo caer podría desencadenar una serie de revelaciones explosivas, como abrir una caja de Pandora de la que ni Sánchez saldría indemne. De ahí que, pese a la suspensión de militancia, el PSOE le siga dando cobertura política.
No nos engañemos, cualquier desprecio y desaire a Ábalos está más que medido y consensuado. Mantener a Ábalos aforado no es un gesto de impotencia política del PSOE; es una maniobra de supervivencia. Si el caso se enfría o se diluye en la maraña judicial del Supremo, todo quedará como una anécdota más en la historia de la izquierda española. Ábalos, mientras tanto, seguirá en su escaño, en silencio, cumpliendo su parte del trato: no morder la mano que aún le protege.
Porque, al final, quien más gana con este pacto es Pedro Sánchez. Con Ábalos bien controlado, el presidente se asegura de que el caso Koldo no se convierta en un problema de gobernabilidad. Si el exministro se planteara hablar, tendría que recordar que Moncloa, al mantener su aforamiento, le ha evitado un destino mucho peor en manos de un tribunal ordinario.
Esto no es solo un pacto de silencio, es un acuerdo de impunidad. Ábalos se convierte en el escudo que protege a Sánchez de una tormenta política que podría desgarrar al partido desde dentro. La Moncloa ha hecho del silencio una virtud, del aforamiento un blindaje, y del Supremo un instrumento de contención. Mientras la política se convierte en un campo de traiciones soterradas y lealtades compradas, el PSOE sigue usando a sus peones para salvar la cabeza de su «número 1».
El caso de Ábalos es el recordatorio de que, en la política española, la verdad es una moneda que se compra con silencio. Un silencio que, para algunos, tiene un precio alto. Pero el precio de la lealtad de Ábalos es incalculable: su silencio ha conseguido mantener al presidente en pie y su propio escaño a salvo. Al final, la verdadera cuestión es cuánto más durará este juego, que seguro acabará en algún momento. Porque, cuando un peón está dispuesto a caer, la caída puede arrastrar consigo a todo un rey.
La historia no perdonará a quienes sacrifican la verdad en el altar de la conveniencia. Si la política es el arte de lo posible, este pacto es la obra maestra de la hipocresía. El tiempo dirá si el precio de proteger a Sánchez es tan alto que, al final, el silencio de Ábalos no sea el golpe de gracia que haga tambalear el castillo de naipes que es hoy la política española.